Enlace Judío México – La mayoría de la gente no sabe lo que es despertarse a media noche con el sonido de la alarma Tzeva Adom (“Código Rojo”), correr hacia el refugio antibombas más cercano y esconderse en él mientras se escucha la explosión de un cohete palestino. Recientemente tuve esta experiencia y quiero compartirla con ustedes.

MARK WERNER

Este verano, estuve estacionado en una base de las FDI bastante cerca de la Franja de Gaza junto con otros nueve voluntarios de Sar-el. Inmediatamente después de levantar la bandera en nuestro segundo día en la base, el soldado (Danielle) a cargo de nuestro equipo de voluntarios nos dijo: “Hamás disparó 28 cohetes desde Gaza esta mañana. La Cúpula de Hierro interceptó la mayoría de ellos, pero cinco aterrizaron en Israel. Tres cayeron en áreas despobladas, pero uno cayó en el patio de un jardín de niños y afortunadamente nadie resultó herido. Ya que estamos cerca de Gaza, no se preocupen, pero les mostraré el refugio antibombas más cercano”.

Esa mañana la sirena de Tzeva Adom no fue activada en nuestra área. Las noticias sobre el ataque cercano no nos alarmaron, y lo olvidamos cuando nos pusimos a trabajar. Trabajamos codo con codo con otros soldados y estuvimos de pie todo el día. Así que, al caer la noche, estábamos cansados y nos fuimos a descansar temprano: apagamos las luces a las 9:00.

La alarma nos despertó a las 22:30. Danielle corrió por el pasillo, golpeando a nuestras puertas: ‘¡Alerta Código Rojo! ¡Ataque con cohetes! ¡Corran al refugio antibombas!’ Por su tono de voz sabíamos que no era un simulacro. Saltamos de nuestras camas y corrimos al refugio.

Mientras me refugiaba pensaba que mientras mi familia no esté conmigo, no necesito preocuparme por ellos. ¿Pero qué pasaba con mis colegas voluntarios? ¿Estaban todos a salvo en el refugio? Sí. ¡Qué bueno!

En el refugio había voluntarios y mujeres soldado. Los voluntarios (como yo) eran mayores, pero los soldados eran jóvenes de 18 a 20 años. Un par de mujeres jóvenes lloraban. Otras se abrazaban para consolarse. Pude ver el miedo en sus ojos mientras miraban el piso. En uniforme y portando armas durante el día, estas mujeres parecían duras. Pero en el refugio parecían niñas asustadas de 12 años.

Mientras esperaba para saber si un cohete había explotado cerca sentí ira contra los palestinos que nos atacaban. Sabía que, si estábamos en un refugio antibombas, decenas de miles de civiles israelíes también lo estaban. Estaba enojado porque madres y padres tuvieron que recoger a sus niños temerosos y esconderse en refugios antibombas porque los palestinos buscan aterrorizar a la población israelí.

Me sentía impotente y mi ira se transformó en un segundo pensamiento. Por cada cohete lanzado contra Israel, las FDI deben responder con 100 misiles. Sabía que Israel, a diferencia de los palestinos que atacan a civiles israelíes, responde contra blancos militares y se esfuerza por minimizar las bajas civiles. Ciertamente, si Corea del Norte disparara misiles a Estados Unidos, su respuesta sería masiva, no proporcionada. Y nadie esperaría menos.

Hay un viejo dicho de que no hay ateos en una trinchera. Permítanme agregar algo más: no hay pacifistas en un refugio antibombas. El impulso de devolver el golpe al atacante es instintivo.

Esa noche, las sirenas de Tzeva Adom nos despertaron a las 22:30, 1:30 y 3:00. Al volver a nuestras literas de los refugios por tercera vez, Danielle bromeó: “Ya ven, les estamos mostrando lo que se siente ser israelí”. La broma de Danielle no causó risa. No habíamos dormido, estábamos agotados y, por lo tanto, no teníamos sentido del humor.

Afortunadamente, ningún cohete cayó en nuestra base durante las tres semanas que estuvimos allí. Al salir del refugio, siempre le agradecí a Dios que ninguno haya aterrizado cerca y que nadie había resultado herido. La experiencia me permitió empatizar con aquellos que viven en el sur de Israel y tienen que soportar esas alarmas y ataques con cohetes casi a diario. Nadie debe vivir así. La paz sólo será posible una vez que los palestinos cesen su violencia hacia Israel. Nadie debe esperar más de un pueblo obligado a vivir en refugios antibombas.

Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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