Enlace Judío México – El Talmud es acaso el libro religioso más relevante para los judíos después de la Torá. Por lo mismo, es un libro que se conoce poco pero del que se habla mucho, sobre todo en los ambientes no judíos.

Hay muchos mitos y datos falsos acerca de esta monumental colección de libros, compilada entre los años 200 y 550 EC, pero que recopila discusiones o enseñanzas que se remontan al siglo III AEC.

Se trata de un formidable ejercicio de dialéctica. Lo principal en sus páginas son discusiones sostenidas por diferentes sabios sobre prácticamente todos los temas posibles. Nunca ofrece una opinión oficial respecto a casi nada. Por el contrario, ofrece inequívocamente la tesis y la antítesis. Allí donde varios rabinos opinan contundentemente a favor de una idea, siempre aparece uno que les lleva la contraria.

¿Por qué? Porque el Talmud no es un recetario doctrinal que el judío deba simplemente memorizar. Es un escaparate en donde el estudioso puede contemplar como diversos temas fueron analizados por diferentes sabios en épocas, contextos y circunstancias distintas.

Por ello, su estudio tradicional obligadamente requiere de un mínimo de dos personas. Porque el objetivo es que estudiar esas discusiones sea por medio de una nueva discusión, en nuestro aquí y ahora.

De ese modo, el Talmud se ha convertido en la gran escuela para que el judío aprenda a analizar y sintetizar la información.

Si los judíos nos hemos destacado intelectualmente desde hace varios siglos, es –fuera de toda duda– porque somos talmúdicos en el sentido más estricto de la palabra.

Y al decir eso no nos referimos a una postura ideológica, sino a una actitud ante la vida: todo lo analizamos, discutimos, y sintetizamos.

Al final, las respuestas deben llevarnos a una conclusión práctica que nos permite mantenernos apegados a la Torá, sin importar cuánto hayan cambiado las circunstancias. Pero esas respuestas deben ser la pauta para plantear nuevas preguntas, porque la discusión nunca termina.

Por eso dice la sabiduría judía: lo importante no es buscar la respuesta correcta, sino plantear la pregunta correcta.

¿Cómo aprendemos a plantearnos las preguntas correctas?

Estudiando Talmud.