Enlace Judío México e Israel.- Yuval Noah Harari cree que la humanidad está en un momento decisivo, en el que puede decretarse el desastre absoluto o la salvación definitiva.

ANDRÉS RICCIARDULLI

Si alguien duda todavía del poder de los libros ningún ejemplo es mejor que el de Yuyal Noah Harari (Haifa, Israel, 1976), que pasó del anonimato a la fama con la publicación de Sapiens. De hombres a dioses, un texto que además de situarlo en primera plana lo convirtió en un hombre rico. Su éxito terminó de consolidarse con la salida de Homo Deus. Breve historia del mañana, donde marcaba el final de muchas cosas y anunciaba el advenimiento de una era glacial basada en fríos algoritmos.

Sus ideas, que más que revolucionarias son desapasionadas y se alejan de toda ideología, tienen el aval de gente como Mark Zuckerberg o Barack Obama, personas a las que, curiosamente, ha cuestionado en más de una ocasión. Su mayor aporte al debate mundial es señalar que el momento es ahora o nunca. Que llegó el tiempo de tomar decisiones antes de que las máquinas y las matemáticas dominen por completo al ser humano.

Si algo tiene claro este profesor de historia de 42 años, doctorado por la Universidad de Oxford y catedrático en la Universidad Hebrea de Jerusalén, es que la humanidad se encuentra en un punto crítico, en un momento donde una o dos decisiones que pueden llevar al hombre al desastre o a la salvación definitiva. Según Harari, los grandes problemas como la guerra o las hambrunas están en vías de extinción y lo que de verdad empieza a preocupar es el control cada vez más férreo de la Inteligencia Artificial sobre todas las conductas humanas.

Máquinas que aprenden a aprender, que saben más de nosotros que nosotros mismos, que reúnen datos constantemente y sin fatigarse en absoluto, que ya superan al hombre en casi todo. Y que, según advierte en su último libro 21 lecciones para el siglo XXI (Debate), tienen la capacidad de manipulamos y dirigirnos como ninguna ideología pudo. En otras palabras: Hal 9000, Skynet y The Matrix, combinados.

Puesto así, no resulta raro que el cineasta Ridley Scott tenga pensado adaptar sus libros a la gran pantalla. Pero para Harari no es cine o ciencia ficción, el peligro es real y está a la vuelta de la esquina. Pone como ejemplos del poder de las nuevas tecnologías la campaña presidencial de Estados Unidos que terminó con Donald Trump en la Casa Blanca o el Brexit inglés, donde herramientas como Twiter o Facebook, manipularon a la opinión pública de forma descarada.

Porque cada clic en la web es una seña de identidad, un dato a codificar, un aspecto más de la personalidad de ese potencial votante que queda al descubierto. En una entrevista reciente afirma que Google nos conocerá mejor que nosotros mismos y que terminará eligiendo a la pareja que más nos conviene. Para 2050 anticipa que el cuerpo humano será monitoreado en tiempo real las 24 horas del día y que esa será la nueva medicina. Cómo protegerse o detener esta suerte de apocalipsis digital es algo que no tiene muy claro Harari, que dice no sentirse un gurú porque no tiene las respuestas, tiene solo las preguntas.

De todas formas es difícil no aplicarle ese mote gracias a su estética y a su carisma, a lo que se suma que decidió hacerse vegano hace poco tiempo, que se casó en Canadá con su pareja masculina, que no usa teléfonos inteligentes, que es ateo y que medita dos horas por día escuchando el flujo de su respiración para centrase y percibir la verdadera realidad del mundo.

También es políticamente incorrecto y no se corta a la hora de marcar diferencias. Aunque es reconocido en Israel, ha protagonizado diversos altercados con el gobierno de Benjamín Netanyahu. Se ha declarado, por ejemplo, en contra de la Ley del Estado-Nación, por considerar que segrega a las minorías no judías que habitan Israel. Y no hace mucho se negó a participar en una actividad del consulado israelí en Los Ángeles, Estados Unidos, por estar en contra de la ley de maternidad subrogada que permite a madres solteras y parejas heterosexuales que no pueden tener hijos utilizar los servicios de una madre sustituta, pero no le da ese derecho a los homosexuales.

Está convencido del fin de la globalización tras la crisis económica de 2008 y augura un rebrote de los nacionalismos a los que considera, en esencia, fascistas. Por otra parte minimiza el poder del terrorismo, al que recomienda ignorar y vivir sin miedo para derrotar, pero se cubre la espalda al decir que si consiguen armas nucleares o biológicas el tema será distinto. También le preocupan el cambio climático y la desaparición de especies animales.

Pero lo que más lo inquieta es la pérdida del libre albedrío, que se decida por nosotros. Harari opina que el Big Data o el dataísmo, amenazan con convertirnos a todos, sino en una pila, en un simple dato, en un bit codificable. Primero las máquinas nos dejarán sin trabajo y después asumirán el control dictándole a los que manden lo que hay que hacer según las probabilidades matemáticas. Y donde acierten una o dos veces, predice, ya no habrá vuelta atrás.

Últimamente, en sus charlas virtuales y en entrevistas, está dejando caer el concepto de que lo peor está por venir ya que lo que se está intentando es hackear a las personas, no a las instituciones bancarias o las cuentas de email. Algo similar a lo que planteaba en su momento la serie japonesa de animación Ghost in the Shell.

Se nutre también de esa imagen popular de zombis con teléfono, de los que no pueden desconectarse nunca ni prescindir de un like. De esa dependencia extrema hacia lo tecnológico y en cierta forma hacia lo inhumano que tiene todo el mundo.

Escritor de prosa amena y muy bien documentado, sus tres libros publicados son una buena invitación para pensar el presente. Porque para Yuyal Noah Harari, el futuro ya llegó.

 

 

 

Fuente:elobservador.com.uy