Enlace Judío Méxic e Israel.- Ejecutado en la Operación Antropoide, hasta Hitler se asombraba:”Tiene el corazón de hierro”.

ALFREDO SERRA

El destino le concedió al monstruo un mejor destino: bello, lírico, lejos del mundo y sus miserias.

El monstruo fue, en sus apenas 38 años sobre la tierra, un elegido por la musa Euterpe, deidad de la música.

Llamado Reinhard Tristan Eugen Heydrich, fue hijo del compositor y cantante de ópera Richard Bruno Heydrich, y de Elisabeth Anna Maria Amalia Krantz, maestra de piano en el Conservatorio de Música y Teatro de Halle, fundado por su marido.

Sus nombres no fueron casuales. Reinhard era el héroe trágico de una ópera compuesta por su padre (Amen), y Tristan por Tristan e Isolda, de Richard Wagner. Y hasta su Eugen era musical: así se llamaba su abuelo materno, director del Real Conservatorio de Dresde.

Sin ser tan precoz como Mozart, Heydrich se apasionó por el violín desde niño hasta adulto. Y además de su talento por el pentagrama, asombró por su dominio del florete y su habilidad de nadador.

El niño modelo. El ideal del alemán ario. El arquetipo de la raza superior… salvo por dos escollos: su voz aguda, aflautada como la de un castrati, y peor aún, la sospecha de que por sus venas corría sangre judía…

En 1919, a sus 15 años, el violín le cedió paso al fusil. El joven Reinhard se unió a Los Fusileros Voluntarios de Maercker, grupo paramilitar de ultraderecha contra los comunistas, y no mucho más tarde a una organización nacionalista y hondamente antisemita.

Con Alemania derrotada en la primera gran guerra y las duras condiciones impuestas por el Tratado de Versalles, el país cayó en la mayor hiperinflación de la historia del mundo moderno. Malos tiempos para estudiar música: los Heydrich cayeron en la redada de una moneda devaluada ¡23 mil veces!

Sin otra salida a la vista, Heydrich, en el año ’22, se alista en la marina alemana. Y en adelante, a más nudos por hora que el más veloz de los barcos, asciende como un meteoro…

Guardiamarina superior, álferez, oficial de señales, álferez de fragata… hasta que un iceberg lo detiene. Cuestión de polleras. Mujeriego notorio, le ha prometido boda y felicidad a cierta dama…, pero en el ’30 y en un baile conoce a Lina von Osten, cuadro del Partido Nazi, y la marina lo expulsa “por conducta impropia de un oficial y caballero”.

Queda devastado. Sin trabajo, sin rango, sin dinero. Pero contra viento y marea se casa con Lina en diciembre del 31…

¡Serendipity! Casualidad feliz. Porque ella lo manda a Múnich, y allí lo recibe Heinrich Himmler, acaso el fanático más despiadado y ambicioso del nazismo, que luego de un interrogatorio lo contrata para las SS: el estremecedor servicio de Inteligencia.

Primer sueldo: bajo. Apenas 180 reichsmarks por mes. Pero trepa peldaño a peldaño, y hacia 1938 embolsa cada treinta días… 17.371 reichmarks (hoy, más de 75 mil euros).

Se afilia al Partido Nazi (número 544.916) y a las SS (número 10.120). Y ya nada lo detiene. Líder de la Gestapo en 1934. Clave en La Noche de los Cuchillos Largos (eliminación de las SA, primera organización para militar, por la SS). Abandono de la iglesia católica por la nueva religión germánica de Himmler. Rol decisivo en la Conferencia de Wannsee (enero, 1942), en la que se aprobó el plan de deportación y exterminio de todos los judíos de Alemania, países neutrales, y bajo amenaza de conquista. Uno de los organizadores de La Noche de los Cristales Rotos, el primer pogrom contra los judíos.

Un años antes, Heydrich fue el brazo ejecutor del plan Nacht und Nebel (Noche y Niebla): “las personas que pongan en peligro la seguridad de Alemania serán detenidas de modo muy discreto, bajo el amparo de la noche y la niebla”. Más de diez mil apresados, y más de la mitad muertos en los campos de exterminio…

Pero aun le falta la Cruz de Hierro. Puesta en marcha de la Solución Final, los campos de prisioneros (20 millones de muertos, y de ellos, 6 millones de judíos, sólo en los 20 campos más importantes), se atribuye a Adolf Eichman la creación del sistema de vagones de transporte de prisioneros… y a Heydrich el perfeccionamiento de las cámaras de gas.

Es curioso. Heydrich rara vez es nombrado entre la pléyade de criminales nazis: Hitler, Himmler, Göring, Goebbels, Eichman, Barbie, Borman, Mengele…, pero no fue menos bestial. El mismo führer dijo de él:

Es un hombre con un corazón de hierro.

CAMINO AL FINAL

La cuenta regresiva empieza en plena gloria del Tercer Reich: la demencial fantasía de dominar el entero planeta.

El año: 1941. El mes: septiembre. El episodio: Heydrich, el fiel y eficiente perro nazi, el nombrado Protector de Bohemia y Moravia: la zona de Checoslovaquia sumada al Reich el 15 de marzo de 1939. Su juramento al asumir:

–Vamos a germanizar a las alimañas checas.

Germanizarlas y hacerlas trabajar como bueyes, ya que la fabricación de motores y armas checas es clave para seguir el ritmo de la guerra y la conquista de Europa.

Debuta imponiendo el terror: 92 asesinados en tres días… porque sí. Como carnet de presentación. Más tarde, hasta cinco mil prisioneros mandados al campo de Mauthausen–Gusen. Heydrich se gana muy pronto –y con justicia– sus motes: El Carnicero de Praga, La Bestia Rubia, La Sombra de la Muerte…

En ocho meses obliga a 80 mil trabajadores checos a trabajar en Alemania, desterrados de patria y familia. La jornada laboral pasa de ocho a doce horas. La población oye rumores atroces: “Dos tercios de los checos van a ser expulsados a Rusia y aniquilados en los campos después de que Alemania gane la guerra”

Es la hora de la justicia. No de la venganza, como no le gustaba oír a Simon Wiesenthal…

En Londres, el gobierno checo en el exilio decide cortar de raíz la cabeza y los tentáculos del monstruo: Heydrich debe morir.

Pero, ¿cómo? Y ¿quién lo hacía?

Los elegidos son los comandos Jan Kubis y Josef Gabcík. Sargentos de rango, fueron entrenados por la Dirección de Operaciones Especiales británica. Son expertos en lucha cuerpo a cuerpo, manejo de todo tipos de armas, pilotaje de aviones, y el suficiente temple para asumir que pueden morir…

El 28 de diciembre de 1941 se pone en marcha la Operación Antropoide. Jan y Jozef, desde el protectorado –su patria– se lanzan en paracaídas desde un avión Handley Page Halifax. Caen en Pilsen, a veinte kilómetros de Praga. Vestidos de civil y con uniformes falsos, toman contacto con la Resistencia, y se les unen Adolf Opálka y Karel Curda.

El preludio de la misión no es menos complejo que el asesinato de Heydrich. Deben evitar a la omnipresente Gestapo. No despertar sospechas ni siquiera en su tierra: traidores hay en todos lados, y al mejor postor. Estudiar al milímetro la rutina del monstruo. Elegir el día y lugar del atentado y ejecutarlo lo antes posible: cada día de Heydrich vivo y en acción puede ser la muerte de miles de checos y judíos…

Se alojan en un sencillo departamento en un barrio del sur de Praga. Londres presiona: “Apuren la misión, o aborten, porque si fallan, la represalia contra la población civil será terrible”. Pero no retroceden: alea iacta est…

Por fin, después de cinco meses, deciden el lugar y la hora. Heydrich sale casi todos los días del castillo Hradcany antes de las diez de la mañana, rumbo al aeropuerto de Praga, en una lujosa limusina Mercedes Benz descapotable. A velocidad constante, excepto en una curva donde la ruta Dresde–Praga se une con otra que lleva al Puente Troja, en el suburbio de Liben.

Y un día es seguro: el 27 de mayo de 1942, porque Heydrich debía encontrarse con Hitler en Berlín para recibir una orden que coronaría su historial de cruces y medallas: sería el máximo comandante de la Francia ocupada, ante el cada vez más intenso avance de la Resistencia.

Todo está listo. Kubis va armado con una granada antitanque. Gabcík con una pistola ametralladora oculta debajo de su impermeable. Opálka será el factor de distracción: cruzará la calle cuando la limusina entre en la curva y baje la velocidad. En lo alto de una colina, otro colaborador checo avisará la cercanía del vehículo con un golpe de luz enviado desde un espejo.

A las diez y media de la mañana, la limusina entra en la curva. Opálka, a punto de cruzar, se encuentra con un escollo impensado: el paso de un tranvía se interpone entre él y el blanco…

Gabcík advierte el problema, saca su arma, apunta al auto descapotable en el que Heyndrich es una presa fácil, ¡pero la pistola se traba! El nazi, ante la emboscada, le ordena al chofer que acelere. Gabcík se paraliza, pero Kubis no perdona: saca una granada de su maletín y la arroja dentro del auto. Explosión, humo, corridas, caos. El chofer de Heydrich, ileso, persigue a Kubis, que consigue huir. Herido de muerte, el monstruo dispara contra Gabcík, no da en el blanco, cae en la calle, y se desmaya…

Heydrich es llevado al hospital Bulovka. En el lado izquierdo de su cuerpo tiene incrustados fragmentos de metal, de metralla, cuero del asiento del auto, y tela de su uniforme. Diafragma, bazo y pulmón, en estado crítico. Lo operan, le transfunden sangre, se niega a seguir siendo atendido por médicos checos, y exige alemanes fieles a Hitler. Himmler le manda a Karl Gebhardt y a Theodor Morell. Se unen la estupidez y el fanatismo: Morell quiere usar sulfamidas, nuevo elemento antibacteriano, y Gebhardt se niega: “Se está recuperando muy bien”, dice. Pero el 4 de junio a las cuatro y media de la madrugada, una septicemia se lo lleva. Apenas ha cumplido 38 años.

La venganza desata sus vientos. Mientras el grupo checo se refugia en la Catedral de los Santos Cirilo y Metodio, Praga, hordas nazis arrasan los pueblos de Lídice y Lezáky y asesinan a todos los varones de más de 16 años, a casi todas las mujeres, y a las demás las mandan al campo de exterminio de Ravensbrück. En total, más de 20 mil muertos…

Gabcík y Kubis ignoran cuánto puede resistir en la catedral, rodeada por 800 esbirros, entre SS y Gestapo. Entre otras cosas, porque Curda, un cobarde al fin, los ha delatado. Para peor, para cobrar la recompensa ofrecida por el Reich. Que poco le dura: el 29 de abril de 1947, juzgado por su papel en el atentado, muere en la horca.

El cerco se cierra. El 24 de junio de 1942, a menos de un mes de la Operación Antropoide, un regimiento de las SS invade la catedral. Kubis, Gabcík, Opálka y otros hombres de la Resistencia abren fuego. El combate dura más de tres horas. Cuando la muerte alcanza a 14 hombres, otros 21 quedan heridos, y ya casi sin balas, Gabcík y Opalka se suicidan. Kubis, herido por una granada, escapa de la cripta, pero dos horas después muere desangrado.

Hitler entierra a Heydrich con los más altos honores: espadas sobre el féretro, y cuantas medallas existen en la parafernalia nazi.

Pero en privado le dijo a Himmler: “Ese tipo de gestos heroicos, como ir en un vehículo descapotable no blindado, no sirve a la patria ni un ápice. Que un hombre tan irremplazable como Heydrich se expusiera a un peligro innecesario sólo me impulsa a condenarlo por idiota”.

Palabra del führer. El idiota que se creyó Dios y Emperador del Mundo por Mil Años, y apenas un lustro después de voló los sesos de un balazo en una cueva de Berlín. La última que quedaba en pie…

 

 

 

 

Fuente:infobae.com