Enlace Judío México e Israel.- En el país africano ha habido judíos durante generaciones, considerados descendientes de la tribu de Dan. Israel se interesó muy pronto por su suerte, pero no siempre son bienvenidos allí.

ELÍAS COHEN

Cuando pensamos en la apariencia física de los judíos, el estereotipo nos lleva al ultraortodoxo con tirabuzones y sombrero negro, el amor por el cine a un tipo delgado, bajito y neurótico como Woody Allen -o también a la figura bíblica de Moisés encarnada por Charlton Heston-, la seriefilia a Krusty el payaso de Los Simpson o al abogado Maurice Levy en The Wire, y en la actualidad, quizás, a un soldado israelí montado en un tanque entrando en Gaza.

Lo que pocas veces viene a nuestra mente es que los judíos sean de color. El judío negro más famoso es el artista, con todas las letras, Sammy Davis Junior, pero en su caso fue por conversión, una opción abierta para todos. Sin embargo, en Etiopía ha habido judíos negros durante generaciones. Son los conocidos como Beta Israel y su historia es fascinante. También se les conoce como falashas, aunque a los propios judíos etíopes no les gusta este término, ya que es despectivo y quiere decir, en amárico, apátrida.

El origen de los Beta Israel sigue sujeto a distintas teorías. La tradición de la propia comunidad dice que son descendientes de la tribu de Dan, directamente llegados a Etiopía desde Egipto cuando el Éxodo. Una opinión más historicista los sitúa como israelitas que recalan en Etiopía tras la destrucción del Primer Templo de Jerusalén por parte de Nabucodonosor en el año 586 AC; y la tercera teoría, más romántica, cuenta que son descendientes de Menelik I, el hijo que nació de la relación entre el Rey Salomón y Makeda, la Reina de Saba. Sea como fuere, los Beta Israel tuvieron y defendieron un reino judío independiente, situado en torno al Lago Tana, el Reino de Simen, desde el siglo cuarto hasta 1627, durante trece siglos.

De Etiopía a Israel

En la segunda mitad del siglo XX, tras haber estado ocultos a los acontecimientos de Occidente, el recién creado Estado de Israel, por razones evidentes, se interesó por ellos. En los años setenta, el Rabinato de Israel emitió resoluciones unánimes que consideraban a los Beta Israel miembros del pueblo judío, pese a que necesitarían un proceso de conversión exprés. Posteriormente, ante la situación que vivían en Etiopía, el ejército llevó a cabo dos operaciones de transporte masivo para sacar a la mayoría de los Beta Israel y llevarlos al Estado judío. La primera, en connivencia con la CIA, se llevó a cabo en 1984 para transportar a miles de judíos etíopes de Sudán a Israel y fue conocida como Operación Moisés. La segunda, la Operación Salomón, sacó en 1991 a 14.324 judíos etíopes, previo pago de 26 millones de dólares al gobierno de Mengistu. En total, los israelíes consiguieron rescatar a 22.000 judíos etíopes. Actualmente son unos 135.000 los judíos etíopes o descendientes que viven en Israel.

Su llegada e integración no estuvo exenta de dificultades. La película de Radu Mihăileanu, Vete y Vive (2005) cuenta muy bien cómo los judíos etíopes tuvieron que enfrentarse, una vez llegados, a las acusaciones de que no eran judíos y a la resistencia a admitirlos como tales por parte de las autoridades religiosas.

En los últimos años, varios escándalos han tenido como protagonistas a los Beta Israel. En 2009, las escuelas religiosas de Lamerhav, Daat Mevinim y Darkei Noam en la ciudad de Petah Tikvah, denegaron el acceso a miembros de la comunidad Beta Israel. Ni siquiera bajo la amenaza del Ministro de Educación y tras las órdenes varios rabinos de renombre, estas escuelas aceptaron. El debate sobre el racismo explotó en todo el país. No hubo tiempo para que amainase porque al año siguiente, en 2010, saltó el escándalo del Depo Provera, un anticonceptivo que se hizo tomar a las mujeres judías etíopes sin su consentimiento informado y que -aún está bajo controversia- podía dejarlas estériles y suponía, por tanto, un control encubierto de natalidad de los Beta Israel por parte de las autoridades.

En mayo de 2015, la detención del soldado Damas Pakada, miembro de la comunidad Beta Israel, se hizo viral por su brutalidad. Tras violentas manifestaciones, Pakada fue recibido por el primer ministro, Benjamín Netanyahu, que prometió tomar medidas contra el racismo y la discriminación contra los Beta Israel. El presidente del Estado, Reuben Rivlin, hizo gala de autocrítica y admitió que quizás no se ha hecho suficiente para luchar contra los prejuicios.

Los Falash Mura y su aceptación en Israel

Recientemente, los Beta Israel han vuelto a recibir atención mediática y política en Israel. Y no por ellos, sino por sus primos hermanos. Según los cálculos del gobierno israelí, en 2015 quedaban en Etiopía 9.000 ‘falash mura’, descendientes de judíos etíopes que se convirtieron al cristianismo en las misiones en África en los siglos XIX y XX, lideradas por el pastor anglicano Henry Aaron Stern -un judío alemán que se convirtió al cristianismo en el año 1840-. El gobierno se propuso traer a todos ellos a Israel antes de 2020.

En 2017 se llevó a cabo la primera parte del plan, trayendo a 1.300 al final de ese año. De los 8.000 ‘falash mura’, el 80% tiene familiares de primer grado viviendo en Israel y llevan más de 20 años esperando para emigrar. Sin embargo, el proceso, que antaño fue rápido para los Beta Israel -un rescate más que una inmigración controlada- ahora se ha demorado en el tiempo, ha dividido a familias y se ha vuelto ineficaz.

‘Falash mura’ es un término que en agaw significa “el que cambió de fe”. Ciertamente, los ‘falash mura’ no se reivindicaron a sí mismos Beta Israel hasta que éstos no empezaron a inmigrar a Israel, y los israelíes no supieron de ellos hasta la Operación Salomón. Entonces, rechazaron incluirlos en los vuelos a Israel porque ya no eran judíos y los Beta Israel no los consideraban parte de su comunidad. Las autoridades israelíes siguieron pensando que los ‘falash mura’, por su interés en salir de Etiopía, reivindicaban su pasado judío, y que, si los aceptaban, muchos más etíopes reivindicarían esos mismos orígenes para emigrar a Israel.

Después de la Operación Salomón la North American Conference on Ethiopian Jewry se compadeció de ellos, empezó a ayudarles y a asistirles para que aprendieran judaísmo, y a partir de entonces la actitud de las autoridades israelíes cambió. En 1992, el Gobierno israelí creó un comité especial para resolver la cuestión de los falash mura que permanecían en Etiopía. Este comité reveló que 2.000 ‘falash mura’ ya habían llegado a Israel en la Operación Salomón, y que otros tantos habían emigrado en los años venideros gracias a la reunificación familiar. El entonces presidente del comité en cuestión, que también era Ministro de Absorción, Yair Sabán, sentenció que los ‘falash mura’ no podrían acogerse a la Ley del Retorno, pero dejó la puerta abierta para prestarles ayuda por motivos humanitarios.

“No son judíos”

En la década de los 90, el ejecutivo israelí seguía teniendo el asunto en agenda, todavía desde la perspectiva humanitaria. En 1997 4.000 ‘falash mura’, en un gesto humanitario del gabinete de Benjamín Netanyahu, fueron absorbidos por Israel. Unos años después, en 2002, gracias a la opinión favorable del Rabino Ovadia Yosef -que, al igual que hizo con los Beta Israel, consideró a los ‘falash mura’ judíos por haberse convertido en contra de su voluntad- se estableció una cuota de inmigración de 300 al mes para los entonces 20,000 ‘falash mura’ que vivían en Addis Abeba y en Gondar.

No existe consenso en el establishment israelí sobre el asunto. Isaac Herzog, anterior líder del partido laborista, y ahora presidente de la Agencia Judía, ha aplaudido el plan del gobierno y ha exigido que se complete cuanto antes. Pero también hay críticas, y no sólo en la derecha nacionalista. Dentro de la propia comunidad Beta Israel hay opositores al plan del gobierno. Éstos aducen que los ‘falash mura’ no son judíos, ya que sus ancestros se convirtieron al cristianismo y por tanto no tienen el derecho que sí tuvieron los Beta Israel.

8.000 etíopes de ascendencia judía siguen esperando su destino en su nuevo hogar. La voluntad de las instituciones de Israel parece evidente, y la polémica, aunque existe, no será un gran obstáculo. Los descendientes del milenario Reino judío de Simen, tarde o temprano, vivirán todos en Israel.

 

 

Fuente:elconfidencial.com