Enlace Judío México e Israel.- Hace dieciocho años, el 9 de noviembre de 1938, los nazis prendieron fuego a las sinagogas de Alemania. Fueron destruidas cientos de sinagogas, fueron profanados incontables rollos de Torá, y fueron asesinados docenas de judíos. Ese terror oscuro llegó a conocerse como Kristallnacht, la “noche de los cristales rotos,” por las ventanas destrozadas de sinagogas, casas y negocios judíos esparcidos en las calles alemanas. Presagió un descenso dentro del peor mal imaginable.

DANNY SCHIFF

¿Cómo reaccionaron los vecinos mientras los santuarios del Judaísmo se incendiaban? En su mayoría, no hicieron nada. Incluso los bomberos se quedaron parados mientras ardían las sinagogas, interviniendo sólo cuando eran necesitados para salvar los edificios de las cercanías.
Difícilmente fue la primera vez en la historia judía.

En el año 38 D.C., fueron destruidas sinagogas en Alejandría, Egipto. La ciudadanía se unió con gusto. Los judíos fueron atacados por turbas que mutilaron a sus víctimas o las quemaron hasta matarlas. Más de mil años después, los judíos estaban todavía siendo atacados — en Múnich en 1285, 180 judíos fueron quemados hasta matarlos en su sinagoga luego de un libelo de sangre. En todo siglo, la historia espantosa de odio al judío se ha repetido a través de violencia horrenda.

Esta secuencia singular de sufrimiento lleva a una tentación entendible de colocar la matanza de la sinagoga de Pittsburgh el 27 de octubre en una línea intacta de maldad anti-judía.

Y, en un sentido, allí es precisamente donde pertenece. Los asesinatos de Pittsburgh constituyen un acontecimiento distintivamente judío, con un pedigree profundamente judío.

Visto en esta forma, el impulso actual de ajustar todo “odio” dentro de un canasto limpio es muy simplista. Es consolador pensar que todo odio es igual porque devenga una solución preparada: Sólo combate expresiones de odio, y se resolverán los problemas terribles causados por el odio.

¿Pero y si todo odio no es igual? ¿Y si el antisemitismo es distintivo porque en ningún lugar y en ningún momento ha estado alguna vez en cero? ¿Y si el antisemitismo, a diferencia de la mayoría de los odios, es revigorizado perpetuamente por una narrativa en constante transformación — los judíos mataron a Jesús, los judíos dominan el sistema monetario, los judíos son comunistas, los judíos son alimañas, los judíos controlan el mundo, los judíos son colonialistas y racistas y opresores singularmente brutales? ¿Y si el antisemitismo es una categoría especial porque es generalmente genocida en naturaleza? No fue por accidente, después de todo, que, según la policía, el perpetrador en Pittsburgh gritó que “todos los judíos deben morir”; el objetivo del odio al judío raramente se satisface con el ostracismo, la demonización o una parranda breve de asesinato. El objetivo preferido es la eliminación de todo judío.

Estipulemos: En comparación con cualquier otro momento en la historia judía, el antisemitismo está en un menguante bajo en los Estados Unidos contemporáneos. Pero la ansiedad por un resurgimiento antisemita nunca está lejos de la superficie, y difícilmente puede decirse que el toque de tambor inexorable del antisemitismo ha sido silenciado.

Cuando multimillonarios tales como George Soros y otras figuras judías son vituperadas como “globalistas” que no tienen los mejores intereses de Estados Unidos en el corazón, los judíos reconocen ese toque de tambor. Cuando Israel es acusado de involucrarse en comportamiento estilo nazi, los judíos escuchan sus ecos.

Como resultado, para los judíos, la masacre de la sinagoga de Pittsburgh no es apenas otra atrocidad estadounidense con armas de fuego, no sólo un acto de odio genérico. Pertenece a un ámbito con matices considerablemente más inquietantes.

Y sin embargo, si bien Pittsburgh representa una continuación del mismo hilo que se extiende desde Alejandría a Kristallnacht, también es diferente. Profundamente diferente.

¿Por qué? Debido a los vecinos. Desde el ataque en Pittsburgh, individuos amorosos de todo origen han abrazado fuertemente a los judíos en múltiples formas abrumadoras. Líderes gubernamentales, figuras religiosas prominentes, corporaciones, equipos deportivos y una miríada sin precedentes de conciudadanos han declarado en voz alta y en forma enfática que ellos estarán al lado de los judíos.

Esta realidad asombrosa y profundamente conmovedora prácticamente no tiene paralelo en la experiencia judía.

Demanda una reevaluación de la narrativa clásica del antisemitismo. Una vez, en el pasado no tan distante, los judíos enfrentaron el mal esencialmente solos; ahora, cualquier mal que los judíos enfrentan en Estados Unidos es superado vastamente por un mar de bondad.

Dos tendencias contradictorias están en funcionamiento: Junto a niveles crecientes de antisemitismo existe un florecimiento drástico de cuidado por los judíos. La pregunta pivotal, en el largo plazo, es: ¿Qué tendencia prevalecerá?

Estados Unidos podría volverse en la dirección de Europa, donde muchos judíos se sienten temerosos y amenazados. O Estados Unidos podría aspirar a convertirse en una nación donde el antisemitismo en el discurso y los hechos es despreciado universalmente, tomando el Pittsburgh posterior al ataque como su modelo. Tomar el último camino parecería esencial para el éxito del experimento estadounidense.

 

*El Rabino Danny Schiff es un académico de la fundación en la Federación Judía de Greater Pittsburgh.

 

 

 

Fuente: The Washington Post
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México