Enlace Judío México e Israel – Hitler interpretó el silencio del mundo tras la atrocidad de 1938 como una luz verde para llevar a cabo sus planes asesinos.

MORDECAI PALDIEL

Al conmemorar el 80 aniversario de la Kristallnacht, orquestada por el régimen nazi, nos enfrentamos a otro terrible ataque contra judíos inocentes, esta vez por un antisemita psicótico en una sinagoga de Pittsburgh.

Reflexionemos sobre el significado de este gran pogrom organizado por el gobierno durante la noche del 9 de noviembre de 1938, dirigido a la población judía en toda Alemania, incluidas las regiones anexas de Austria y los Sudetes Checos. Casas y negocios judíos fueron destrozados, se destruyeron 270 sinagogas, cerca de 100 personas murieron y 30,000 hombres judíos fueron llevados a campos de concentración. En el contexto de las atrocidades cometidas durante el apogeo del Holocausto, estas cifras pueden ser espantosas, pero tal vez no impactantes. Dando un paso atrás, es importante reconocer que esto no ocurrió en el marco del Holocausto, sino en medio de una Europa civilizada y aún en paz. Si alguien, hasta entonces, tenía dudas sobre qué tan lejos iría el régimen nazi para expulsar a todos los judíos del país mediante el uso de actos de terror, los violentos ataques físicos de Kristallnacht no dejan ninguna duda sobre las intenciones de Hitler y sus secuaces. Tampoco deja ninguna duda sobre el rechazo anémico de la comunidad internacional.

Kristallnacht no sólo se puede ver como un día terrible en la historia que anticipó el Holocausto, sino también como una prueba de límites para observar si la comunidad internacional actuaría y cómo lo haría. Lamentablemente, las naciones democráticas occidentales no respondieron a este flagrante desafío a los cimientos de la humanidad. La Conferencia de Evian, celebrada en julio de 1938 con la participación de 32 naciones, no produjo una respuesta unificada para absorber a los refugiados judíos que huían de la persecución, e indicó a los nazis que el mundo simpatizaba con los judíos, pero no estaba preparado para abrirles sus puertas.

Meses después de la Kristallnacht, varios eventos convencieron a Hitler de ello. En mayo de 1939, el buque MS St. Louis con 907 judíos alemanes que huían en busca de refugio, fue rechazado por Cuba, Estados Unidos y Canadá. El barco volvió a las costas de Europa y muchos de estos pasajeros murieron posteriormente durante el Holocausto. Ese mismo año, siguiendo el ejemplo del Kindertransport en Reino Unido, el senador Robert F. Wagner de Nueva York y la representante Edith Rogers de Massachusetts intentaron sin éxito que el Congreso aprobara un proyecto de ley para permitir el acceso de 20,000 niños judíos alemanes a EE.UU. El gobierno estadounidense se negó a intervenir, incluso después de que la comunidad judía se comprometió a cuidar a los niños y cubrir el costo de su hospedaje. Ese mismo año, el Secretario de Interior de EE.UU., Harold Ickes, propuso permitir el ingreso de refugiados judíos a Alaska para ayudar a desarrollar los recursos naturales de ese territorio. Ickes puntualizó que el movimiento no afectaría las leyes de inmigración de Estados Unidos, ya que éstas no se aplican a Alaska. El gesto humanitario, que también impulsaría a Alaska, fue rechazado por el presidente.

El régimen nazi entendió que a pesar de las palabras de protesta, las naciones del mundo no se esforzaban por el bienestar de los judíos. Para los nazis, esto significaba que podían escalar sus medidas antijudías más allá del pogrom a gran escala de Kristallnacht y llevar a cabo un asesinato en masa, como lo proclamó Hitler en enero de 1939, que en efecto comenzó en junio de 1941 cuando Alemania invadió Rusia.

En palabras del filósofo político británico del siglo XVIII, Edmund Burke, “Lo único necesario para que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada”. No es la intención ni la discusión lo que genera un repudio suficientemente fuerte para el mal, sino la acción. Kristallnacht no fue sólo el comienzo de la violencia organizada contra los judíos de Alemania, de hecho, quizás una reacción internacional diferente la hubiese detenido. En cambio, fue el permiso para tanta violencia y odio.

Aunque es fácil pensar que la Kristallnacht ocurrió en un momento, lugar y clima político distinto, sabemos muy bien que el antisemitismo sigue siendo una fuerza peligrosa en nuestro mundo y en nuestra libre nación. Que el aniversario de Kristallnacht sea un recordatorio para el mundo civilizado y las generaciones más jóvenes actúen contra regímenes perversos que ignoran las reglas elementales de la conducta civilizada antes de que causen daños indecibles y perjudiquen a millones de personas inocentes.

El Dr. Mordecai Paldiel fue director del Departamento de Justos entre las Naciones de Yad Vashemen Jerusalén, de 1982 a 2007. Ahora enseña en el Stern College for Women. El Dr. Paldiel es sobreviviente del Holocausto y autor de varios libros, entre ellos, The Path of the Righteous: Gentile Rescuers of Jews During the Holocaust (El camino de los Justos: Salvadores gentiles de judíos durante el Holocausto) publicado en 1993 por la editorial KTAV.

Fuente: The Times of Israel / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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