Enlace Judío México e Israel.- La escena que mostró la portavoz de relaciones exteriores de la Unión Europea (UE), Federica Mogherini, cuando cruzó la mitad del mundo viajando a Nueva Zelanda para presionar por la continuidad del comercio con la República Islámica de Irán, desafiando las últimas sanciones impuestas por el presidente de los EE.UU., Donald Trump, al régimen de Teherán, fue casi surrealista.

GEORGE CHAYA

Allí se observó lo que nunca antes, un funcionario de un bloque de democracias occidentales, supuestamente aliadas a los EE.UU., no sólo criticando una política estadounidense, algo bastante legítimo, sino también invitando a otros a oponerse abiertamente con total resolución. Casi el mismo día, Alistair Burt, el ministro a cargo de Oriente Medio del Ministerio de Asuntos Exteriores británico, dijo a la BBC que el Reino Unido todavía es parte de la UE y que estaba adoptando una posición similar en contra de la acción del presidente Trump.

Otros funcionarios de la Unión Europea también han expresado opiniones similares y lo que se aprecia en sus declaraciones sobre el problema es que realmente no saben de qué están hablando.

Para empezar, todos insisten en que el llamado “acuerdo nuclear” elaborado por el ex presidente estadounidense, Barack Obama, es inviolable porque, en palabras de Mogherini, la UE debe “honrar su firma”. Sin embargo, lo cierto es que la UE nunca firmó el llamado Acuerdo Conjunto del Plan de Acción Integral (JCPOA, por sus siglas en inglés), ni nadie lo hizo a nombre de la UE. En consecuencia, no hay firma que la UE deba honrar.

En ningún caso, aunque flotó en torno del acuerdo como un fantasma, la UE nunca fue parte de las negociaciones que tuvieron lugar entre Irán, por un lado, y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania, por el otro.

Además, el llamado grupo 5+1 que negoció con la República Islámica era un grupo informal sin absolutamente ninguna existencia legal y, ciertamente, ninguna misión legalmente vinculante o ningún mecanismo para hacer cumplir sus decisiones.

Si Mogherini y Alistair Burt son serios en su campaña en favor del JCPOA, deberían reescribirlo en la forma de un tratado firmado por miembros de la UE y pedir que sea ratificado por sus respectivos parlamentos, o al menos, por el Consejo de Ministros de la UE. Incluso entonces, para que el JCPOA adquiera cierta entidad legal, tendría que ser reformulado como una ley parlamentaria y presentado al Majlis (Parlamento) Islámico en Teherán para la correcta ratificación del acuerdo en consonancia con la Constitución iraní, algo que el gobierno islámico detesta hacer y que incluso jamás hizo con el disparate jurídico que la administración kirchnerista firmó en su tiempo y denominó “Acuerdo con Irán” para la investigación de la causa AMIA en Argentina.

Al imponer más sanciones a las ya impuestas por sus cuatro predecesores, Trump pudo haber sido incorrecto políticamente o para muchos un provocador. Pero no traicionó ninguna firma y no violó ningún tratado. Todo lo que ha hecho es negarse a continuar suspendiendo algunas sanciones como lo hicieron Bill Clinton y Barack Obama antes que él.

Sin embargo, hay otros factores que muestran la hipocresía de la UE en este asunto. Y es que con la nueva imposición de sanciones estadounidenses, miles de empresas que comercian con Irán y EE.UU. se enfrentarán a un dilema: ¿Cuál de los dos mercados elegir? No es difícil para la UE resolver ese dilema. Hasta ahora, y al menos por los últimos dos años desde que se revelara el llamado “acuerdo nuclear”, las empresas europeas no están muy seguras de cómo pueden tratar con la República Islámica como un socio comercial normal. Pero Tampoco el lobby de la UE hizo mucho para persuadir a los mulás de liberar a una docena de ciudadanos de la Unión Europea que Teherán mantiene como rehenes, de los que ni Mogherini ni Burt han mencionado.

Si es sincera, la UE podría usar una serie de herramientas a su disposición para alentar, al menos, a algunas empresas a seguir negociando con Irán en áreas afectadas por las sanciones y negociar la liberación de esos ciudadanos, pero jamás lo ha intentado.

Por otra parte, la mitad del comercio de Irán con el bloque de la UE es con Alemania, Francia, el Reino Unido e Italia. Todos esos países tienen mecanismos bien establecidos para la protección de las exportaciones, pero ninguno está preparado para usarlos en apoyo del comercio con Irán y, curiosamente, algunas de las sanciones que la UE mantiene contra Irán son mucho más duras que las impuestas por Trump.

Dejando todo eso a un lado, la visión de Trump que tiene la UE en el tema no cambiaría algunos hechos. Incluso suponiendo que la UE hiciera algo para que la reimposición de las sanciones estadounidenses sean menos dolorosas, las preocupaciones que Trump ha planteado sobre aspectos del comportamiento de Teherán deben continuar siendo dignas de consideración por parte de los europeos si es que consideran a EE.UU. un socio genuino.

¿No debería la UE tratar de persuadir o forzar a Teherán a que deje de “exportar el terror de la revolución islámica”? ¿La paz y la estabilidad en Oriente Medio no se beneficiarían con el fin de la intervención de Teherán en Líbano, Siria, Irak, Yemen y Bahrein, por no hablar de Afganistán y Pakistán? ¿No sería bueno si los actuales gobernantes en Teherán le permitieran al pueblo iraní un mayor espacio para la libre expresión y la participación en la configuración del destino de su nación? Sobre estos puntos, la UE no se ha expresado jamás.

En lugar de gesticulaciones diplomáticas vacías. La UE debería tratar de persuadir a Irán de que su estrategia diplomática tradicional de engaño, trampa y retirada alcanzó su punto máximo en la era Obama y que la continuidad de su posición solo lo llevará al desastre.

Obama alentó imprudentemente a los mulás en su estrategia al darles supuestamente “el derecho a enriquecer uranio”, mientras el Ministro de Relaciones Exteriores islámico, Mohammad Javad Zarif, aún hoy continúa alardeando de su victoria diplomática sobre Occidente, aunque esto nunca fuera así.

Sin embargo, todas las naciones tienen derecho a enriquecer uranio si así lo desean o incluso a construir armas nucleares. Pero los khomeinistas querían una “victoria sobre los infieles ” y Obama les dio la ilusión de una a través de negociaciones secretas en Omán.

El comportamiento de Obama persuadió a Irán de que, independientemente de las travesuras que pudieran hacer en su país o en el extranjero, nadie les haría pagar un precio por ello. Peor aún, Obama permitió a Irán enarbolar un falso perfil anti-norteamericano que dio a un régimen en bancarrota y represivo cierto prestigio en algunas partes del mundo donde el anti-americanismo es el último refugio de todo político fracasado y de los sinvergüenzas que los sigan.

En una charla en Nueva York en 2016, Zarif declaró en privado que sin su perfil “anti-imperialista”, la República Islámica de Irán sería “sólo otro Pakistán”, lo que en su visión del mundo significa un don nadie.

La UE no comprende que lo que Trump está haciendo, es no repetir el error de Obama en involucrarse en travesuras secretas favoreciendo a los Khomeinistas; Trump está jugando fuerte en su política para Oriente Medio, muy por encima de lo que han hecho sus predecesores. Su mensaje es: “Compórtense de manera diferente y ustedes serán tratados de manera diferente”. Esa puede o no ser la política correcta, pero al menos es una política.

En otras palabras, la UE está mostrando que “no tiene una política para Irán”, y todo su palabrerío no es más que una excusa con la que muestra su debilidad frente a los khomeinistas. Al igual que muestra su inocultable envidia pueblerina hacia los EE.UU. y su presidente.

 

 

Fuente: infobae.com