Enlace Judío México e Israel.- Por un momento pareció que Netanyahu tendría que disolver el gobierno y convocar a elecciones anticipadas, pero la repentina redefinición de Bennett y Shaked para mantenerse en la coalición regresó la calma a la política israelí. Sin embargo, hay mucho que rascarle al asunto.

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Parecía que los recientes enfrentamientos en Gaza iban a traer más consecuencias de las inicialmente vistas.

El asunto ya estaba demasiado bizarro: Hamás se comportó como si hubiese resultado vencedor en la última tanda de confrontaciones, pese a que sufrió destrozos de infraestructuras como nunca antes los había sufrido en tres días de ataques israelíes, y a que perdió a un alto mando operativo en el intercambio de fuego que detonó los últimos eventos de violencia. Incluso, su propaganda se dedicó a festejar que habían “humillado” a Israel, a pesar de que fueron ellos los que más se interesaron en una tregua y, una vez obtenida, los que más la celebraron. Porque –por supuesto– el ejército de Israel los estaba aplastando.

Extrañamente, la opinión pública israelí pareció hacer eco de la propaganda palestina, y hubo un momento en el que mucha gente realmente creyó que Israel había sido derrotado. Si no en lo militar, sí en lo mediático.

¿La razón? El descontento absoluto de muchos habitantes de la zona fronteriza con Gaza, que en un principio tuvieron la esperanza de que el golpe militar contra Hamás fuese de tal contundencia que, en lo sucesivo, pudiesen disfrutar de una tranquilidad que hasta ahora parece que se les niega. Pero no: en un momento en que la superioridad israelí era evidente, Netanyahu aceptó la negociación y se llegó a un alto al fuego.

Las razones del por qué el gobierno de Israel prefirió esta paz frágil y que no va a durar mucho son obvias: llevar el enfrentamiento a consecuencias más drásticas generaría una gran cantidad de problemas que el Estado judío no necesita en este momento.

Es cierto que los pobladores de la zona aledaña a Gaza se sintieron abandonados y hasta traicionados, pero también es cierto que la política es un partido de carambola de muchas bandas, y Gaza no es toda la política israelí. Por lo tanto, pésele a quien le pese, se tienen que valorar muchos aspectos antes de decidir un golpe destructor contundente contra Hamás.

En medio de esta situación, la noticia que cayó como cubo de agua helada fue la dimisión del Ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, y la consecuente crítica y molestia de los líderes del partido Habait Hayehudí, Naftali Bennett y Ayelet Shaked. Por un momento pareció que la coalición de gobierno se había fracturado, y que Netanyahu no tendría más alternativa que convocar a elecciones anticipadas.

Hay algo de lo que nadie ha hablado todavía, pero que jugó un papel muy importante en esta crisis interna en el sector del centro-derecha israelí.

Bennett y Lieberman saben que, tarde o temprano, tendrán la posibilidad de alcanzar la posición de Primer Ministro. Netanyahu no es eterno, y de hecho ya se le viene su cumpleaños número setenta. Es un político muy hábil, pero tarde o temprano tendrá que comenzar a replegarse.

Igualmente indiscutible es que el liderazgo del bloque de centro-derecha lo ha compartido con Bennett y Lieberman desde hace varios años. Ambos representan a generaciones distintas. Lieberman nació en 1958; es decir, tiene sesenta años. Y Bennett nació en 1972; es decir, tiene 46 años.

En la compleja coyuntura que se dio, todo parece indicar que tanto Lieberman como Bennett –cada uno a su modo y por sus propias razones– quisieron medirse en un pulso contra Netanyahu para ver cómo se movían las preferencias en la derecha israelí.

Hasta cierto punto, a Lieberman es a quien más le urgía ver qué tanto podía reposicionarse. Y es que su partido (Israel Beiteinu) se ha visto relegado en la Knéset en los últimos procesos electorales, y apenas cuenta con seis escaños en la actualidad. Habait Hayehudi, de Bennett, tiene dos más. No parece demasiada diferencia, pero es un hecho que por la edad Lieberman tiene más prisa que Bennett.

El movimiento no le resultó bien a Lieberman. Las encuestas señalaron que el asunto realmente no se movería, y Netanyahu y Likud conservarían entre 25 y 30 escaños, muy por encima de todos sus contrincantes (en la derecha o en la izquierda).

Eso dejó en claro que el liderazgo de Netanyahu está sólido. No hay, por el momento, manera de tumbarlo en un proceso electoral, así que la posibilidad de adelantarlo resultaba ociosa.

Dicho en otras palabras, aunque Lieberman capitalizó un poco el descontento de la población en la zona aledaña a Gaza, la mayoría de la población israelí que vota por el centro-derecha sigue considerando que Bibi es el mejor líder para el país.

Lo peor para Lieberman es que su reacción quedó prácticamente reducida a berrinche, y al arriesgarse demasiado se quedó sin trabajo. Renunció a la cartera de Ministro de Defensa, y al final del cuento no hubo nadie que se la volviera a ofrecer. Al principio Bennett había exigido que se la encomendaran a él mismo, pero al final no hizo demasiado drama cuando Netanyahu decidió hacerse cargo personalmente del puesto.

Y es que Bennett fue más asertivo en su juicio del momento político. Entendió que en este momento no tiene modo de competir contra Netanyahu, y eso significa que entiende que su verdadero contrincante va a ser Lieberman. En cambio, el combate de Lieberman en este momento si es contra Netanyahu, y lo va perdiendo y por bastante. Así que Bennett sólo tiene que ser paciente, dejar que Lieberman se desgaste y esperar a que Bibi, por mera cuestión de edad, eventualmente deje libre el camino para que alguien más se ponga al frente del centro-derecha.

Pueden pasar muchas cosas de aquí a que llegue ese momento, y Bennett no es por cierto el candidato más popular en Israel. Pero tiene tiempo, así que todo parece indicar que optó por no entrar en una situación de desgaste.

El episodio terminó de un modo que pocos se esperaban en lo inmediato, pero que en realidad fue bastante lógico: Netanyahu volvió a demostrar que su colmillo político es el más grande de todos, y que nunca se le debe dar por muerto. Puede reconstruirse una y otra vez, y no le costó ningún trabajo demostrarle a sus oponentes que si hubiera elecciones anticipadas, lo único que sucedería es que él y sólo él sería electo para estar al frente del país.

¿Y el conflicto en Gaza? Tendrá que esperar a una mejor combinación de factores externos para resolverse. El más útil sería el colapso del régimen iraní, que ya se vislumbra, aunque no en lo inmediato. Sin el expansionismo fanático de los ayatolas, es casi seguro que la mayoría de los conflictos en Medio Oriente se desactivarían.

O podría ser el relevo en el trono saudí. El príncipe Mohamed Ibn Salman es bastante claro en su postura pro-israelí y anti-palestina. Pero por el momento se va a desenvolver en un perfil discreto, esperando a que se apacigüe el escándalo por el asesinato del periodista Kashoggi.

Así que Hamás tiene una relativa ventaja para seguir provocando problemas.

Relativa, por supuesto, porque si se llega a exceder y cruza ciertas líneas rojas –como lanzar un ataque de misiles contra las ciudades del norte de Israel, como Tel Aviv–, es de esperarse que Netanyahu ya no se contenga a la hora de las represalias.

Las próximas elecciones se realizarán seguramente en 2019, dado que se cumple el término del actual período legislativo. Y lo casi seguro es que Likud y Netanyahu volverán a quedar al frente. Si Benny Ganz cumple su promesa de competir al frente de un nuevo partido (lo anunció en septiembre), lo más probable es que compartiera el segundo lugar con Yesh Atid y Yair Lapid. Se calcula que Likud obtendría entre 29 y 30 escaños, y Ganz y Yesh Atid entre 12 y 13 cada uno. Los demás partidos obtendrían menos de 10 escaños cada uno.

Todo lo demás, por esta ocasión, sólo fue circo, maroma y teatro. Y Lieberman no estuvo a la altura. Gustó su actitud inicial, pero no supo cómo darle batalla a Netanyahu, ese viejo lobo de mar que se las sabe de todas, todas.


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