Enlace Judío México e Israel.- En mayo del año pasado, Abbas estuvo a punto de morir, internado en un hospital de Ramalla. No aceptó tratarse en un hospital israelí, pero sí aceptó que al grupo de médicos que lo atendían se integrara un médico israelí –cuyo nombre no se reveló–, y apenas dos días después de que comenzara su colaboración, Abbas logró reponerse, salir del cuadro de peligro, y eventualmente ser dado de alta.

IRVING GATELL PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

No es el único que ha recibido esa atención. También importantes líderes de Hamás, como Ismail Haniye, o sus familiares se han beneficiado de los servicios médicos israelíes.

Y surge la pregunta en la cabeza de muchas personas: ¿por qué Israel ha mantenido, literalmente, a Abbas con vida, si fuera de toda duda ha sido un obstáculo para el Proceso de Paz?

La política en Medio Oriente siempre es una carambola de muchas bandas. Ninguna decisión se limita a una sola área, a una sola reacción. Siempre se generan consecuencias colaterales, y todo tiene que ser bien calculado.

Los territorios en donde radica la mayor parte de la población palestina son un hervidero de extremistas. La mayoría de estos grupos tiene su principal apoyo en Irán, el país que más terrorismo ha financiado en las últimas décadas. Esto es un peligro latente todo el tiempo, e Israel lo sabe bien. Por eso jamás ha apostado a colapsar o desmantelar a las actuales autoridades palestinas (Al Fatah en la Margen Occidental, y Hamás en Gaza).

Literalmente, se trata de un “más vale malo por conocido que malo por conocer”, porque ya se sabe que cualquier alternativa a Abbas sería peor, si el anciano líder palestino muere sin resolver el asunto de la sucesión.

Un vacío de poder entre palestinos podría ser la puerta para que de inmediato cualquier grupo con el apoyo iraní se hiciera con el control, y comenzara a implementar su agenda. Por supuesto, los objetivos serían abrir un tercer frente de conflicto con Israel (Hezbolá desde Líbano es uno, y las tropas iraníes desde Siria son otro).

En términos generales, esa es la apuesta de los Ayatolas: abrumar a Israel con varios frentes en los que tuviera que lidiar con un bombardeo masivo desde Líbano, ataques de artillería desde Siria, ataques terroristas desde Cisjordania, y un bombardeo de menores proporciones desde Gaza.

Sólo así consideran los iraníes que habría posibilidades de derrotar a Israel.

Como medida preventiva, Israel se ha dedicado a hacer todo lo necesario para evitar que Irán logre terminar de armar su rompecabezas militar. Los mejores logros preventivos israelíes se han dado con sus bombardeos a Siria, en donde ha destruido mucha de la infraestructura de Irán y de Hezbolá.

Pero respecto a Gaza y Cisjordania la estrategia tiene que ir por otra ruta. Por el momento, y por extraño que parezca, pasa por ayudar a Abbas y Hamás a mantener el control, cada uno en su terruño.

Tanto Al Fatah como Hamás están viendo la situación desde una perspectiva eminentemente pragmática. Saben perfectamente que, por el momento, el ataque masivo ordenado por Irán es un sueño irrealizable. Y si lo intentaran, sería una imprudencia absoluta que seguramente terminaría con un ataque israelí destructor.

Y es que no es noticia para nadie en Medio Oriente que Irán se está desmoronando desde adentro. El pésimo gobierno de los Ayatolas mantiene a la economía colapsada y en crisis, y el descontento social cada vez es más fuerte.

Lanzarse a una guerra contra Israel –pese a las amenazas recientes, que son más bien un caso de verborragia– sería imprudente y, a la larga, contraproducente.

Pero Abbas no es eterno –tiene 83 años y su salud está muy deteriorada–. Tarde o temprano estará fuera de la jugada, ya sea que elija a un sucesor o que muera, y el panorama presentará muchos problemas que tendrán que resolverse lo más pronto posible.

Mientras se le pueda mantener con vida, Israel seguirá apostando a eso. Es un enemigo, pero está débil y es controlable. Incluso predecible. Hay que ser paciente a la espera de que Arabia Saudita termine de dar el giro que ya viene dando desde hace seis o siete años, y que se completará cuando el poder esté únicamente en las manos del príncipe heredero Mohamed Ibn Salman.

La línea saudí es, evidentemente, proisraelí. Es lógico: saben que Israel es el mejor socio para contener los proyectos expansionistas iraníes. En caso extremo, el mejor cómplice para borrar a Irán y sus ayatolas del mapa.

Cuando este panorama se haya aclarado y los países árabes comiencen a normalizar relaciones con Israel (un tema que ya se discutió esta misma semana en una cumbre de líderes árabes), entonces podremos prescindir de Abbas, suponiendo que lo más lógico será que el vacío de poder en Cisjordania sea llenado por Arabia Saudita y sus socios.

Pero en tanto llegamos a esa situación, hay que mantener vivo lo más posible a ese viejo terrorista, judeófobo, negacionista del Holocausto que no ha hecho nada por la paz, pero que por lo menos entiende que está completamente derrotado y que no tiene sentido lanzar a su gente a una confrontación abierta con Israel.

Es una clásica situación de preferir un mal arreglo con tal de no llegar a un buen pleito.

 

 

 

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