Enlace Judío México e Israel.- El Taharrush está en Europa. Hasta quinientas denuncias de mujeres destapan un juego de humillación, violencia y abusos sexuales que ya se ha instalado en numerosas ciudades europeas.

MAPI EGEA

Se trata del conocido juego árabe de violación, llamado Taharrush, y ya ha llegado a Europa. Los ataques van desde el abuso sexual hasta la violación y consiste en lo siguiente: un gran grupo de hombres árabes rodean a la víctima, por lo general una mujer occidental o una mujer con ropa de estilo occidental para, a continuación, someterla a abusos sexuales.

Rodean a la víctima en círculos. Los hombres en el círculo interior son los que maltratan físicamente a la mujer, el siguiente círculo son los espectadores, mientras que la misión del tercer círculo es distraer y desviar la atención de lo que está pasando.

Si no hay suficientes hombres, la mujer es arrastrada por la multitud, mientras los hombres se turnan para rasgarle la ropa mientras insertan sus dedos en cualquier orificio de su cuerpo.

Tuvieron que pasar cuatro días y más de 150 denuncias por violación, abusos sexuales y robo para que la policía de Colonia (Alemania) se atreviera a hablar de “una oleada de ataques de dimensión desconocida”.

Y tuvieron que pasar cinco días completos para que el canal público alemán, ZDF, decidiera por fin dar una somera información de los hechos. Más o menos el mismo tiempo que tardaron casi todos los periódicos y periodistas germanos para tocar de refilón el asunto, evitando en todo momento identificar a los agresores o utilizar palabras como ‘árabe’ o ‘musulmán’.

Pero igualmente fuera de Alemania diarios, emisoras de radio y cadenas de televisión pasaron de puntillas sobre el asunto, cuando no lo silenciaron descaradamente. En España, hasta el miércoles 6 de enero de 2016, no se abordó el tema y cuando se ha hecho ha sido envuelto en una nube de eufemismos para eludir lo obvio: los que metieron mano o violaron en Colonia, Hamburgo y una decena de ciudades son mayormente musulmanes y entre ellos hay refugiados llegados recientemente a Europa solicitando ayuda.

Durante la primera semana de 2016 la frase más repetida por la Policía y la Alcaldía de Colonia fue: “No hay ninguna prueba de que los agresores sean refugiados”. Sin embargo, el pasado viernes 8 enero, el Gobierno alemán confirmó finalmente que hay “algunos” solicitantes de asilo entre los bárbaros de Nochevieja.

Las denuncias en Colonia superan ya las 170, de las que el 75 % relatan agresiones sexuales y robos. Se ha dado cuenta de tres violaciones consumadas. En Hamburgo también se han registrado casi medio centenar de denuncias relacionadas con agresiones sexuales. En Bielefeld, unos 150 hombres manosearon a varias mujeres en el cambio de año. Y los mismos ataques se repitieron en Berlín, Stuttgart, Düsseldorf o Francfurt, en número y agresividad que nada tienen que ver con los de una noche de delincuencia ordinaria. También fuera de Alemania hubo asaltos masivos similares, en Viena y Salzburgo en Austria y en Zurich en Suiza y se ha informado de casos en Suecia y Finlandia.

No hay que ser un fiera para percatarse de que los ataques fueron organizados. Lo ha reconocido tanto el Ministerio de Justicia como el de Interior. “Todo el asunto parece haber sido acordado de antemano”, ha dicho Heiko Maas, titular de justicia: “Algo así no surge de la nada. Tiene que haber alguien detrás”. Las redes sociales parecen haber sido el lugar donde todo se planeó, pero aún no se ha rastreado lo suficiente como para encontrar culpables.

Cierto es que sería espantoso y terriblemente injusto que lo ocurrido se tradujera en un rechazo frontal a los que huyen de la guerra y vienen a Europa buscando una vida mejor pero, ojo, son intolerables algunas declaraciones de alcaldes como los de Colonia o Viena, que aseguran que algo de culpa tienen las chicas alemanas, por empeñarse en salir a la calle, tomar copas, bailar con desenfreno y festejar alegremente el Fin de Año en su propio país.

Los cristianodemócratas de Merkel han prometido, finalmente y casi a regañadientes, endurecer el castigo a los inmigrantes que cometan cualquier tipo de delito.

No se puede gestionar peor un asunto tan delicado, que asetea el corazón de los principios occidentales actuando de modo miedoso, olvidadizo y oscurantista. Si, como cabe suponer, éste es un argumento más para los extremistas xenófobos de la Pegida o de movimientos populistas como el Partido Alternativa para Alemania para sumar islamófobos, es algo que el Gobierno alemán deberá enfrentar con valentía sin dejar de proteger los derechos fundamentales de las mujeres y hombres europeos.

 

 

 

Fuente:mundiario.com