Enlace Judío México e Israel.- El comportamiento de Teherán desmiente la idea de que éste responde conciliación con conciliación. Responde conciliación con desprecio.

BRET STEPHENS

Desde su inicio hace 40 años, la República Islámica de Irán ha gozado del beneficio generoso de la duda por parte de los observadores crédulos en el Occidente. La historia no ha sido amable con su simpatía.

“La descripción de él como un fanático, reaccionario y portador de crudos prejuicios parece con certeza y felizmente falsa,” escribió Richard Falk, de Princeton, del Ayatola Khomeini en un artículo de opinión para el Times el 16 de febrero de 1979. “Habiendo creado un nuevo modelo de revolución popular basado, en la mayor parte, en tácticas no violentas, Irán puede aún proporcionarnos un modelo desesperadamente necesario de gobernancia humana para un país del tercer mundo.”

Una década más tarde, después de un reino de terror desenfrenado que culminó con la fatua infame contra Salman Rushdie y el asesinato masivo en 1988 de miles de prisioneros políticos, incluidos niños, hubo otro falso amanecer. Muchos, de hecho.

Ali-Akbar Hashemi-Rafsanjani, quien se volvió presidente de Irán después de la muerte de Khomeini, fue visto como un reformista. En verdad él fue un cleptócrata que orquestó una campaña internacional de bombardeos y asesinatos que se extendió desde Buenos Aires a Berlín. El sucesor de Rafsanjani, Mohammad Khatami, se supuso era un moderado. Eso no detuvo la represión sangrienta contra las protestas estudiantiles en 1999 o la búsqueda ilícita por parte de Irán de un programa de armas nucleares durante su mandato.

Mahmoud Ahmadinejad fue un líder iraní que tuvo poca simpatía internacional. Pero incluso bajo su mandato los periodistas occidentales escribieron tributos halagüeños a la presunta apertura de Irán — justo hasta el instante en que el régimen robó la elección del 2009 y reprimió brutalmente al fallido, aunque inspirador, Movimiento Verde que siguió.

Luego estuvo Hassan Rouhani, un hombre con el que el Occidente imaginó que podría hacer negocios. Negocios hizo, en la forma del acuerdo nuclear con Irán y — hasta que la administración Trump le puso un final — el levantamiento de sanciones.

Pero mientras la buena voluntad fluía hacia Irán, la malicia fluía hacia afuera. En el 2015 el gobierno ejecutó a cerca de 1,000 personas, aproximadamente el doble de la cifra del 2010. El mes pasado, colgó públicamente a un hombre de 31 años bajo cargos de secuestrar y tener sexo con otro hombre; él es uno de un estimado de 5,000 homosexuales y lesbianas asesinados por la República Islámica.

En el exterior, y no sólo en el Medio Oriente, Irán y sus satélites continúan tramando violencia. Un intento iraní de bombardear la reunión de un grupo de la oposición cerca de París fue frustrado el verano pasado. En octubre, Copenhague convocó a su embajador ante Teherán después que fue prevenido otro intento de asesinato en Dinamarca. En enero, Alemania proscribió a Mahan Air de Irán debido a su rol en transportar armas y combatientes para cometer atrocidades en Siria. Funcionarios de la inteligencia también han acusado a Irán de tratar de adquirir materiales nucleares en el 2016, después que entró en vigencia el acuerdo nuclear.

Estos son países que quieren mejores relaciones con Irán, y han hecho esfuerzos por seguir un curso independiente del gobierno de Trump. El comportamiento de Teherán desmiente la idea de que éste responde conciliación con conciliación. Responde conciliación con desprecio.

La política exterior de Donald Trump ha sido más que nada caótica, pero el crédito donde es debido: Aparte de la locura asombrosa de la retirada anunciada de las fuerzas estadounidenses de Siria, donde podrían ayudar a controlar las ambiciones regionales de Teherán, él ha entendido en su mayoría bien a Irán.

La retirada de Estados Unidos del acuerdo nuclear no ha llevado a Irán a reanudar su programa nuclear (a pesar de algún gesto a ese efecto). Probablemente detrás de la caída abrupta en el acoso iraní a los buques de la armada estadounidense en el Golfo Pérsico esté un tono estadounidense más duro. La reanudación de las sanciones ha puesto a Irán bajo aguda dificultad económica.

Lo más importante, los iraníes comunes saben dónde colocar la culpa. El verano pasado, las redes sociales capturaron a manifestantes iraníes cantando “Muerte a Palestina,” “No a Gaza, no a Líbano,” y “Abandonen Siria y piensen en nosotros.” Estas son personas hartas de pasar hambre y que no se les pague mientras cantan el tema de la canción “Muerte a Estados Unidos.”

El objetivo general de la política occidental no puede ser apaciguar a Irán para que haga concesiones parciales y temporales en su programa nuclear, adquirido al costo de financiar sus otros objetivos malignos. El objetivo debe ser poner un final definitivo a 40 años de noche persa.

Esta no debe ser una campaña militar. Pero puede ser una campaña de presión económica para poner a los líderes de Irán ante una elección fundamental entre sus ambiciones ideológicas y las necesidades de su pueblo. Puede ser una campaña de presión diplomática, para poner de relieve que un régimen que se burla de las normas de los países civilizados puede ser tratado como uno en sí mismo. Puede ser una campaña de inteligencia, para continuar exponiendo y subvirtiendo los esfuerzos de Irán para adquirir y desplegar armas estratégicas.

Pero sobre todo, tiene que ser una campaña de derechos humanos. Los liberales y progresistas no deben encontrar difícil unirse a los conservadores en defender los derechos de las mujeres en Irán, particularmente las mujeres que se están quitando sus pañuelos en público y enfrentando valientemente las consecuencias. Tampoco debe ser difícil para los liberales y conservadores por igual llamar la atención hacia la difícil situación de los prisioneros políticos de Irán, muy como ambas partes fueron movidas una vez a la acción por la difícil situación de los prisioneros políticos en la Unión Soviética o China o Sudáfrica.

Entonces cuando había una idea de algo llamado el mundo libre, liderado por Estados Unidos, a los estadounidenses les importaban tales cosas, y estaban dispuestos a actuar. No es muy tarde para que los estadounidenses lo hagan nuevamente, cuando tantos están todavía en la oscuridad.

 

 

Fuente: The New York Times
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México