Enlace Judío México e Israel.- “Llegamos a las 12:00 de la noche. Había un silencio mortal y la vista era aterradora. Podíamos ver a la distancia las llamas que emanaban de cuatro chimeneas, no me di cuenta que eran crematorios”.


Chaim Ferster nació en Polonia en el seno de una familia judía ortodoxa. Tuvo una infancia normal hasta que la Segunda Guerra Mundial interrumpió su vida cuando él tenía apenas 17 años.

Al igual que millones de judíos fue trasladado a los guetos y posteriormente deportado a campos de concentración, en donde recuerda principalmente el trabajo pesado de tener que cargar bloques de cemento en una carretera, todo esto a temperaturas extremas.

Entre tantas deportaciones llegó a Auschwitz. Ahí, tanto Chaim como docenas de personas más fueron enviadas a las regaderas para meterse a bañar, Chaim esperaba lo peor, pero desde esos agujeros no salió gas, sino agua, agua que además de mojarlos les devolvió las ganas de vivir; ni para Chaim ni para todos aquellos prisioneros había llegado, todavía, el momento de morir.

Así pues, Fester fue trasladado una vez más, ahora al campo de Buchenwald, donde la pesadilla se volvió todavía peor, pues la desventaja militar que para entonces ya tenía Alemania provocaba que los prisioneros judíos fueran asesinados con mayor velocidad. Un buen día, cuando Chaim y sus compañeros iban a ser fusilados, llegaron los ejércitos aliados y los liberaron.

Cuando la guerra terminó se encontró con una nueva y terrible realidad: Toda su familia fue asesinada, a excepción de su hermana Manya y su prima Regina, quienes fueron las únicas sobrevivientes de toda la familia.

Con el paso de los años Chaim se estableció en Inglaterra, trabajó y formó su propia familia. Murió en el 2017, a sus casi 94 años de edad, llevándose para la eternidad los más tristes recuerdos.


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