Enlace Judío México e Israel – No fueron Beethoven, Bach, Schubert ni Vivaldi los protagonistas de la tarde. Tampoco Carlos Prieto, Edison Quintana o Abraham Rechthand. Fueron el chelo de Hakkert, la ocarina del Dr. Löwenstein y el piano de Olga Kovac quienes ayer, en el shul de Ramat Shalom, cautivaron a una concurrencia que presenció el concierto inaugural “Los instrumentos regresan a casa”, proyecto de la Fundación Instrumentos de la Esperanza que busca devolverle la voz a los instrumentos que, tras sobrevivir el Holocausto, durmieron durante décadas, apagados, arrumbados en el olvido. 

 

Pero ningún silencio es eterno y he aquí que la iniciativa de Jaime Aaron Feldman, Vivian Viskin, Miriam Feldman y Gabriela Mistein vio por fin la luz para que el silencio de todos estos instrumentos rescatados del olvido se quebrara en un acto más ritual que lúdico. El violín de Emma Stern, interpretado por Abraham Rechthand, cantó a dueto su historia, acompañado por el piano de Olga Kovac, rescatado en Belgrado por los Feldman en su incansable búsqueda de instrumentos sobrevivientes a la Shoá, y que la tarde de ayer fue interpretado por las manos y el corazón de Eduardo Soto. El “Tema de La lista de Schindler”, de John Williams, sirvió como perfecta obertura para esta fiesta de la memoria.

Luego apareció en escena el clarinete de Joel David Katz, húngaro sobreviviente migrado a Israel, primero, y luego a México, donde enseñó por más de 27 años en el Conservatorio Nacional de Música. El instrumento fue restaurado en 2017 y ayer sirvió para interpretar el “Arpeggione” de Schubert, con un arreglo del propio Yoel David Katz. Ismael Sánchez, clarinetista, prestó su aliento para devolverle la vida a este otro testigo de la barbarie.

“Yerushalaim Shel Zahav” fue la pieza que Yazhmín Castañón ejecutó en la ocarina del Dr. Löwenstein, médico y pianista sobreviviente en Buchenwald, quien unos años después le regaló la pequeña pieza de porcelana a su pequeño amigo Albrecht Zeuch.

Ya en la segunda parte del concierto sonaría el “Kol Nidrei”, op. 47 para chelo y piano, que el célebre Carlos Prieto interpretaría acompañado por Quintana.

Antes, Prieto narró la historia de su Chelo Prieto, un Stradivarius de 299 años de edad que es en sí mismo un afortunado sobreviviente del Holocausto. Esta vez, sin embargo, fue el chelo de Hakkert el instrumento que Prieto, uno de los chelistas más aclamados del mundo usaría para conmover al público, que escuchó con regocijo la eterna Suite no. 1 en sol mayor para chelo, de Johan Sebastian Bach.

El trombón de Paul Stern, el violín de Zicia Schweitzer y el fagot de Louis Salomons también alzaron sus voces ayer, testigos otrora mudos de la brutalidad, sobrevivientes en el río de la Historia que, gracias a la Fundación Instrumentos de la Esperanza, hoy pueden contar sus historias en el único lenguaje que el mundo entero reconoce como propio, el único capaz de tocar lo intangible para alcanzar la eternidad.

 

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