Enlace Judío México e Israel.- Rafi Eitan, el legendario espía maestro que murió el 23 de marzo a los 92 años, fue la antítesis de los espías James Bond de la imaginación pública. Él era bajo y pesado, con lentes gruesos y problemas auditivos.

YOSSI MELMAN

Eitan ascendió a la fama por ser uno de los agentes del Mossad que capturaron y secuestraron al criminal de guerra nazi Adolf Eichmann en Argentina en 1960 sacándolo de una calle de Buenos Aires y emborrachándolo antes de llevarlo clandestinamente de regreso a Israel en un vuelo de pasajeros. Eichmann era el alto funcionario nazi a cargo de la Solución Final—el plan de Hitler para exterminar a los judíos europeos. Fue juzgado y ejecutado más tarde en Israel.

Pero Eitan tuvo operaciones mucho menos conocidas bajo su cinturón que no fueron menos importantes para los intereses nacionales de Israel. Él estuvo involucrado en realzar las capacidades de armas nucleares de Israel, cultivando relaciones clandestinas con países árabes, y espiando a Estados Unidos.

La vida de Eitan corre paralela a la historia de Israel. Nació en 1926 en la Palestina británica. En su juventud se unió al Palmaj, la fuerza de combate clandestina del Ishuv (comunidad judía) durante el gobierno británico. En 1946, a la edad de 20 años, fue parte de un equipo de asalto que mató a dos miembros de los templarios, una comunidad protestante alemana en Palestina que había simpatizado con el régimen nazi. La operación fue exitosa, me contó 50 años después, realzó su confianza en sí mismo y le enseñó que “si eres determinado y creativo, todo es posible, incluso los planes aparentemente más locos.” Esta creencia alimentó sus emprendimientos posteriores en el Mossad.

Después de desempeñarse en la Guerra de Independencia de Israel de 1948 a 1949, en la cual fue herido en su pierna y oído, se unió a los servicios de inteligencia israelíes. Fue reclutado en 1951 por otra figura mitológica, Isser Harel, quien se desempeñó como jefe tanto del Mossad como del Shin Bet, el servicio de seguridad local.

En una de nuestras largas conversaciones a lo largo de los años, le pregunté a Eitan cómo y por qué Harel lo había reclutado. Él me miró con una sonrisa misteriosa. “Tuvimos una conversación muy breve,” dijo él.

“Isser señaló un balcón del tercer piso en un edificio enfrente del café donde estábamos sentados y dijo, ‘Quiero verte allí.’ ‘Ningún problema,’ respondí y dejé la mesa. Inspeccioné el edificio y decidí trepar el tubo del desagüe. Yo entonces era flaco y fuerte y en un momento llegué al balcón y saludé a Isser. Cuando llegué abajo él me dijo que había sido aceptado.”
Contando su historia, Eitan estaba visiblemente exaltado. “¿Quieres que demuestre cómo trepé? Aun puedo hacerlo,” ofreció. Él tenía entonces 85 años.

Eitan se desempeñó en el Mossad hasta 1972. Durante ese período participó personalmente, en su capacidad de jefe de operaciones, en algunas de las empresas más audaces de la agencia. En las décadas de 1950 y 1960, él y sus colegas en la unidad se enfocaron en el contraespionaje, siguiendo y cazando a diplomáticos y espías del bloque soviético, e irrumpiendo en sus embajadas e instalando micrófonos.

En 1965, como jefe del Mossad en Europa, estuvo involucrado en la turbia operación de secuestrar a Mehdi Ben Barka, un disidente marroquí. En ese tiempo rodeado de enemigos liderados por Egipto, Israel estaba buscando formar vínculos secretos con regímenes árabes pro-occidentales moderados. Marruecos era uno de ellos. Su monarca, el Rey Hassan II, y sus jefes de seguridad ofrecieron un trato a Israel. “Ayúdennos a localizar a Ben Barka, y el rey mejoraría las relaciones y les permitiría espiar a sus enemigos egipcios y árabes desde nuestro suelo.” Israel aceptó con alegría.

Tres años después, los servicios de Eitan fueron solicitados en otra misión complicada.

La inteligencia israelí registró una empresa fantasma en Europa. La firma compró 200 toneladas de uranio a una empresa belga que estaba ansiosa por librarse de él. El uranio fue cargado en una nave que habían adquirido Eitan y su colega haciéndose pasar como empresarios extranjeros. La carga fue transferida en el mar a otro buque y luego descargada en un puerto israelí y enviada para abastecer al reactor de Dimona a fin de producir bombas nucleares.

Ese mismo año, él visitó la planta de la Corporación Estadounidense de Materiales y Equipo Nuclear en Apollo, Pennsylvania, la cual trataba con desperdicio de uranio reciclado para el Departamento de Energía de Estados Unidos. La planta pertenecía a Zalman Shapiro, un estadounidense judío que era un sionista ardiente y contribuía con dinero para la organización de caridad de la inteligencia israelí. Eitan nunca admitió lo que hizo en la planta, pero se sospechó largamente que facilitó el robo de uranio para el arsenal nuclear de Israel.

En 1972, decepcionado por no ser nombrado jefe del Mossad, se retiró del servicio público sólo para regresar nueve años después para liderar otra unidad secreta a cargo de espionaje tecnológico y científico. Pero dirigir Lakam, el acrónimo hebreo de la Oficina de Enlace Científico, en su forma desinhibida típica finalmente llevó a su caída.

En 1985, Jonathan Pollard, un judío estadounidense que trabajaba como analista para el centro de contrainteligencia de la Armada de EE.UU, fue atrapado por agentes del FBI espiando para Israel. Pollard dijo que fue reclutado por Eitan, a quien admiraba.

Asumiendo la responsabilidad total por el fiasco de inteligencia, Eitan renunció, pero lo hizo con su típico enfoque desafiante. Cuando el entonces Primer Ministro Shimon Peres dijo que el asunto de Pollard había sido una operación canalla, Eitan contradijo al jefe y declaró que había actuado bajo instrucciones del gobierno.

Él era buscado en Estados Unidos para interrogatorio y afirma que después de ese momento nunca más pisó suelo estadounidense.

Hace un año, le pregunté si tenía algún remordimiento por reclutar y manejar a Pollard. Con su voz suave, él respondió rotundamente: “No, ¿por qué debería? Trabajé en un negocio de alto riesgo. Ganas algo, pierdes algo.”

El Mossad y la comunidad general de inteligencia israelí han experimentado una gran transformación. La forma en que fue reclutado Eitan y la forma en que operó han terminado hace tiempo. Los nuevos candidatos ya no son más recomendados por la red de los viejos muchachos, y no se les solicita que prueben sus habilidades trepando tubos de desagüe. En cambio, su carácter es evaluado y estudiado por psicólogos y otros profesionales. La tecnología y guerra informática han hecho a un lado los viejos rasgos de la inteligencia humana. No obstante, a los reclutas nuevos del Mossad todavía se les enseña el legado de Rafi Eitan y sus lecciones creativas y astutas sobre cómo ser un espía exitoso.

 

*Yossi Melman es un periodista israelí que se especializa en asuntos de seguridad e inteligencia, es co-autor de Espías Contra El Armagedón: Dentro De Las Guerras Secretas De Israel.
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Fuente: Foreign Affairs
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México