Enlace Judío México e Israel – En el centro de la campaña electoral, que ahora se acerca a su fin, se encuentran las ideas sobre las instituciones estatales: la administración pública, el ejército, el sistema de justicia y la aplicación de la ley. Los partidos de derecha están unidos en su desconfianza de las organizaciones y tradiciones existentes, y en sus intentos de reemplazarlas.

ALUF BENN

Este es el mensaje que transmiten Benjamín Netanyahu, Naftali Bennett, Ayelet Shaked, Bezalel Smotrich y Moshé Feiglin. Netanyahu afirma que la policía y la fiscalía son una resistencia clandestina operada por “la izquierda y los medios “. Bennett presenta al ejército como flácido. Shaked es rechazada por la independencia de los jueces. Smotrich quiere que el Estado anexe Cisjordania, y Feiglin propone desarmar todo y volverlo a armar.

El hecho de que los partidos de derecha subieron al poder hace 42 años y que Netanyahu haya sido primer ministro durante una década consecutiva no les impide argumentar que el poder real sigue en manos de sus oponentes políticos, que controlan la Corte Suprema de Justicia, la academia y los medios de comunicación.

El actual gobierno de derecha ha liderado muchos cambios: ha institucionalizado la discriminación contra los ciudadanos árabes, ha intimidado a las instituciones culturales y ha nombrado jueces conservadores para Corte Suprema. Estas tácticas, aceptadas por los israelíes con bastante suavidad, abrieron el apetito hacia una fase mucho más agresiva de la revolución, que incluye rescatar a Netanyahu de un juicio por corrupción, convertir al sistema de justicia en un brazo de la coalición gobernante y a los guardianes en el servicio público en un escuadrón de animadores del gobierno.

Los rivales de Netanyahu, liderados por Benny Gantz, representan lo que la derecha quiere destruir; a la cabeza de su partido Kajol Laván se encuentran tres ex jefes militares, el modelo de la antigua corriente principal, Yair Lapid, y la conductora de noticias, Miki Haimovich. Estas personas no quieren cambiar nada; ni en el ejército, ni en el sistema de justicia, ni en las instituciones públicas, ni en las estructuras sociales.

Los partidarios de esta visión quieren salvar lo que queda del antiguo Israel relacionado con el llamado “Sr. Televisión”, el conductor Haim Yavin, la leyenda de la música Arik Einstein y la compositora Naomi Shemer. O al menos quieren frenar el ritmo de la transformación, dispuestos a pagar el precio de la coalición planeada de Gantz con partidos ultraortodoxos y Zehut de Feiglin.

Anexión vs. status quo

“La cuestión diplomática”, un término saneado del conflicto palestino-israelí, ha ocupado poco espacio en la campaña electoral, a diferencia de la situación anterior a las elecciones de 2015. Pero a pesar de que los israelíes coinciden en que “no hay un socio” en el lado palestino, que no hay nadie con quien hablar y, por lo tanto, nada de qué hablar, y a pesar de los esfuerzos de Gantz y sus socios de distanciarse de cualquier cosa identificada con la”izquierda”, se pueden identificar dos enfoques opuestos sobre cómo manejar el conflicto.

La derecha busca anexar el Área C: la mayor parte de Cisjordania, donde se encuentran la mayoría de los asentamientos, bases militares y reservas naturales. Esta demanda es apoyada por partidos a la derecha del Likud de Netanyahu (Hayamin Hejadash, la Unión de Partidos de Derecha y Zehut) y muchos miembros del Likud.

Hasta hace poco, Netanyahu seguía cauteloso con respecto a la anexión formal, prefiriendo pequeños pasos que fortalezcan la conexión de los asentamientos con Israel. Prefería mantener espacios abiertos en Cisjordania para un futuro acuerdo con los palestinos. Pero ante la presión de las elecciones y la creciente dependencia de sus socios de derecha, mientras se acerca la acusación por corrupción, Netanyahu cambió de rumbo y comenzó a insinuar su apoyo a una anexión respaldada por Estados Unidos.

Netanyahu justificó su política de contención en la Franja de Gaza con el deseo de profundizar la separación entre Gaza y Cisjordania, en un intento por impedir el establecimiento de un Estado palestino que rodearía a Israel en dos frentes. Netanyahu propone romper las esperanzas palestinas de un Estado con contigüidad territorial en Cisjordania y fortalecer a Hamás como gobernante de Gaza.

Gantz propone continuar con el status quo en Cisjordania, desarrollar los bloques de asentamientos y evitar la anexión, la política de Netanyahu de la última década, que Gantz implementó como jefe del Estado Mayor de las FDI. En Gaza, Gantz y Kajol Laván sugieren una política más agresiva contra Hamás, sus líderes y sus fuerzas. Es decir, este enfoque conserva la opción de un compromiso territorial en Cisjordania y busca debilitar a Hamás en Gaza con poder militar.

Esto es exactamente lo contrario de Netanyahu, aunque estas políticas difícilmente pueden ser calificadas de “izquierdistas”, e incluso si las propuestas de Gantz están muy lejos de las demandas palestinas más básicas.

La magia de Zehut

La plataforma del partido Zehut de Feiglin divide a Israel en dos Estados, Jerusalén y Tel Aviv, y ofrece soluciones para sus respectivos residentes. Para los religiosos de Jerusalén, Feiglin propone mantener a los árabes fuera de la vista alentando la emigración palestina y expulsando al Waqf del Monte del Templo, que entregaría al Gran Rabinato. También construiría una sinagoga cerca de las mezquitas, un primer paso antes de reemplazarlas con el Tercer Templo (que no se menciona en la plataforma).

Moshé Feiglin en el Mercado Mahané Yehuda en Jerusalén, el 4 de abril de 2019. Foto: Ammar Awad / Reuters

A los residentes de Tel Aviv, ofrece matrimonio sin la supervisión Estado, legalización de la marihuana y un Estado menos burocrático donde el dinero compra salud y educación.

Es fácil pintar a los partidarios de Feiglin como gente que no sabe nada de economía, se entusiasma con el disparate de una unión jurídica e ignora los terribles peligros de un enfoque libertario. Pero Zehut es el único partido que realmente se ocupa de temas económicos y sociales: el sistema de salud que está colapsando, el sistema educativo en retroceso, la policía que persigue a ciudadanos decentes, los impuestos exagerados y los políticos corruptos.

Los detractores de Zehut respaldan de manera convincente sus argumentos, pero luchan por obtener apoyo para sus soluciones – que las personas responsables de las políticas fallidas aprendan de sus errores y arreglen sistemas quebrados, que un día Netanyahu, el viceministro de Salud, Yaakov Litzman y el ministro de Transporte, Israel Katz despierten, confiesen y digan que ahora seguirán los consejos de los expertos.

Kahol Laván ofrece una alternativa al aumentar el presupuesto al sistema de salud, con la esperanza de que los fondos terminen con largos tiempos de espera y demoras. Es algo difícil de lograr, ya que similares planes presupuestarios para el sistema educativo y las carreteras no solucionaron los problemas, que sólo empeoraron. Kajol Laván no está dispuesto a socavar el status quo.

Feiglin pide una reforma completa de los sistemas deteriorados; nuevos patrones para reemplazar la política social de Israel nacida en los días de Mapai, el predecesor del Parido Laborista. Podemos discutir sus propuestas, sobre si son prácticas o simplemente fantasías incompatibles con la realidad.

Pero también podemos entender a las personas que están convencidas de que algo está mal y seguir a un líder que promete abolir el orden existente, reducir los impuestos e entrometerse mucho menos en las vidas de los israelíes, sin pensar en aquellos cuyos seres queridos morirían o resultarían heridos en la guerra para judaizar el Monte del Templo.

Fuente: Haaretz / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico

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