Enlace Judío México e Israel – El rezo con los rollos de la Torá estaba terminando en la sinagoga de Jabad en Poway, una ciudad a unas 25 millas al norte de San Diego, cuando el rabino Yisroel Goldstein escuchó un fuerte ruido. Salió al vestíbulo de la sinagoga, donde se encontró cara a cara con un adolescente que le apuntaba con un rifle de asalto.

ARI PLACHTA

La sinagoga estaba más llena de lo normal, con unos 40 congregantes y cerca de 10 de niños. Era la mañana de Shabat y el último día de Pésaj, poco antes de la oración de Yizkor en la que se recuerda a los familiares fallecidos.

Cuando el rabino levantó los brazos, el atacante disparó a los dedos de Goldstein en ambas manos. Testigos dicen que Lori Kaye, un miembro fundador de la comunidad de 61 años, protegió al rabino. Ella fue asesinada.

Kaye dejó a una hija, y a su esposo, un médico que se desmayó el sábado después de darse cuenta de que la víctima del disparo a quien atendía era su esposa. Ella estaba en sinagoga ese día para decir Kadish por su madre recientemente fallecida.

“Lori era simplemente la tzadika (mujer justa) más increíble. Ella hizo tantos actos de bondad”, dijo Debra Trestman a Haaretz.

Al igual que muchos de los congregantes, Trestman fue el domingo a la casa del rabino asistente para los servicios matutinos, para rezar, visitar a sus amigos e hablar sobre lo que sucedió el día anterior.

“Mi hija acababa de abrazar a Lori cuando se alejó, y luego se interpuso entre el rabino y el atacante”, dijo Trestman, y agregó que ella y su esposo se quedaron en el piso con el marido de Kaye hasta que llegó el personal de emergencia.

“Lori era una persona increíble, era amiga de todos. Ella y su esposo frecuentaban la sinagoga todos los sábados, a menos que viajaran, que por lo general era a Israel. La comunidad era todo para ella”, dijo Ilona Medwied, de 82 años y ha conocido a Kaye por muchos años.

La sinagoga ortodoxa, fundada en 1986, según su sitio web, está afiliada al movimiento Jasídico Jabad. Su edificio está ubicado en las callejuelas de Poway, una ciudad tranquila y pueblerina donde el alcalde se jacta de usar un sombrero de vaquero.

Los miembros dicen que la congregación es diversa tanto en edad como en observancia, con muchas familias de jóvenes inmigrantes israelíes que se mezclan con una generación de miembros fundadores de mayor edad. Algunos viven muy cerca y caminan hacia el shul en Shabat, mientras que otros llegan en sus automóviles desde otros vecindarios.

Shiel Gayler, de 89 años, quien se ofrece como shamash para facilitar la lectura de la Torá en la sinagoga, estaba muy cerca de los disparos.

“Estaba en el podio con otra persona al del Arón Hakodesh (donde se guarda la Torá) cuando caimos al piso. El rabino estaba detrás de nosotros en una mesa”, dijo. “Cuando los disparos se detuvieron, lo vi corriendo con su talit, empapado en sangre. Quería asegurarse de que todos estuvieran a salvo”.

Miembros de la congregación reunidos en una esquina con carteles en apoyo de las víctimas del tiroteo contra la sinagoga de Jabad en Poway, California, 28 de abril de 2019. Foto: Denis Poroy, AP

“Simplemente no puedo creerlo, me enojo tanto cuando escucho sobre estas cosas, ya sea una mezquita, una iglesia o una sinagoga. ¿Por qué, por qué suceden estas cosas? No tiene sentido”.

El ataque se produjo exactamente seis meses después de que 11 personas fueron asesinadas a tiros en la Sinagoga del Árbol de la Vida en Squirrel Hill, Pensilvania. El mes pasado, un tiroteo en masa en las mezquitas de Nueva Zelanda dejó 50 muertos y la semana pasada, los bombardeos en iglesias de Sri Lanka mataron a 253 personas.

La sinagoga no tenía un guardia en el momento del ataque y para algunos, no es sólo es una muestra del alarmante aumento de la violencia antisemita en Estados Unidos, sino también un indicio de que se requieren medidas de seguridad en todos los lugares de culto.

“La violencia ha llegado a casa, estos tiroteos y terribles ataques”, dijo Ilona Medwied, quien inmigró a Estados Unidos en 1949 con su madre luego de sobrevivir al Holocausto, escondidas en varias casas de familias cristianas en Polonia.

“Para nosotros, los sobrevivientes del Holocausto, esto no puede volver a suceder. Estamos tan asustados por nuestros hijos y nuestros nietos, ¿a qué vienen a este mundo?”

Otras personas que se dirigían a la sinagoga para la oración de Yizkor, pero aún no habían llegado cuando ocurrió el ataque dijeron que ese era uno de los “muchos milagros de ese día”.

“Tenemos miedo. Tengo miedo … mis hijos no durmieron la noche anterior”, dijo, vinculando el odio contra la comunidad judía visiblemente ortodoxa a un ambiente tóxico con respecto a Israel en los campus de la universidad local a la que asistieron el atacante y su hijo.

Susan Lipton, escritora y miembro de la comunidad local que escuchó los disparos mientras desayunaba con su familia el sábado, habló sobre la vigilia interreligiosa organizada por una iglesia local con la asistencia de musulmanes, cristianos y judíos.

“Cientos de adultos, jóvenes y niños de todo el condado de San Diego, se reunieron espontáneamente el sábado por la noche. El servicio fue muy conmovedor … y los congregantes se presentaron ante extraños, diciendo: “La paz esté con ustedes”, mientras miraban cálidamente a los ojos de un amigo desconocido”.

“Anoche me sentí más segura en una iglesia”, dijo, y agregó, “esto demuestra que los judíos no estamos solos ante el odio y a los nacionalistas blancos. En mi opinión, ahora debemos centrarnos en las relaciones interreligiosas”.

Fuente: Haaretz / Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico