(JTA) – Una noche, hace años, cuando un hombre judío conducía hacia la casa de sus padres en Caracas, Venezuela, dos autos bloquearon la calle y lo secuestraron a punta de pistola.

BEN SALES

Lo llevaron a su automóvil y el hombre comenzó a responder preguntas: quién era, dónde vivía, cuánto dinero podía darles para su liberación. Después de tres horas de interrogarlo, los secuestradores se dirigieron a su casa, recibieron 10.000 dólares de su esposa por la puerta principal y lo dejaron ir. Aunque llevaba una kipá, no recuerda que los secuestradores fueran antisemitas.

Tales “secuestros rápidos”, donde las víctimas son retenidas durante unas pocas horas, solían ser un riesgo ocasional para los residentes ricos de Caracas, la capital. Pero ya no, comenta un miembro de la comunidad judía.

“El secuestro en Venezuela ya no es negocio porque no hay efectivo en la calle”, dice el joven, que desea permanecer en el anonimato en medio de los disturbios actuales en Venezuela. “Era una forma de ganar dinero rápido”.

El secuestro es una de las muchas facetas de la sociedad venezolana que se ha derrumbado en los últimos años, ya que un país anteriormente rico ha descendido a la indigencia, el autoritarismo y el caos. Esta semana, el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, pidió a los militares que respalden su movimiento para reemplazar al actual presidente del país, Nicolás Maduro. Hasta el momento, y a pesar de los disturbios generalizados, el movimiento parece ser un fracaso.

Estados Unidos, Israel y varios otros países han reconocido a Guaidó como el presidente legítimo de Venezuela.

La mayor parte de los judíos de Venezuela han abandonado el país. De 25.000 judíos en la década de 1990, la comunidad se ha reducido a unos 6.000 y sigue disminuyendo, el resto ha huido a EE.UU., Israel y otros lugares. La mayoría de los que se quedaron viven en Caracas y dependen unos de otros para sobrevivir en una situación cada vez más grave.

Debido a la creciente delincuencia, la gente ya no come fuera, por lo que miembros de la comunidad organizan cenas en sus hogares. La inflación sigue en aumento y todo se maneja en dólares estadounidenses.

Los judíos en buena situación económica viajan con un conductor y, a veces, con un automóvil a prueba de balas, y con frecuencia tienen seguridad en el hogar. Durante el apagón en marzo, la comunidad judía se organizó para garantizar que todos sus miembros en Caracas estuvieran a salvo.

La gente se queda porque Venezuela ha sido el hogar de sus familias durante generaciones. Gran parte de la comunidad llegó al país después del Holocausto y muchos judíos de origen marroquí inmigraron tras la Guerra de los Seis Días de 1967. Los judíos venezolanos son cálidos, unidos y solidarios. Debido a que quedan muy pocas personas, gran parte de los miembros de la comunidad se conocen por su nombre.

Sin embargo, judíos y no judíos han dejado el país debido a la inestabilidad económica principalmente.

“No hay posibilidad de ser un profesional en Venezuela”, comenta Sammy Eppel, de 71 años, periodista y empresario judío que emigró a Miami hace tres años y medio. “Ya no tienes un camino hacia la prosperidad. Creo que los judíos en Venezuela están en la misma situación que el resto de la población”.

Pero la persecución política a veces juega un papel. Los artículos de Eppel en El Universal, un importante periódico venezolano, a menudo criticaban a los gobiernos socialistas de Venezuela. También era dueño de un centro de llamadas de clientes de Microsoft y Motorola, y hace más de una década, el gobierno cerró sus líneas telefónicas. Después de eso, dijo que grupos de personas se presentaban en su edificio de apartamentos haciéndose pasar por recaudadores de impuestos, le pedían a su conserje que lo llamara y luego desaparecían.

Cuando los hombres amenazaron al conserje con un arma, decidió que era hora de abandonar el país.

“A los ojos del régimen yo era un enemigo”, dijo, recordando que los hombres se acercaron a su conserje y “le apuntaron con un arma en la cabeza. Le dijeron, ‘no nos mientas. Sabemos que él está allí'”.

El gobierno también ha sido duramente anti-Israel. Maduro y su predecesor Hugo Chávez favorecieron a adversarios israelíes como Irán. Israel y Venezuela no tienen relaciones diplomáticas. Y en 2004 y 2009, las fuerzas gubernamentales allanaron, respectivamente, una escuela judía y un centro comunitario judío.

“Cuando Chávez rompió relaciones con Israel, envió un mensaje a muchos judíos de que no eran bienvenidos allí”, dice Dina Siegel Vann, directora del Instituto Belfer para Asuntos Latinos y Latinoamericanos del Comité Judío Americano. “Creo que muchos de ellos se quedaron porque pensaron que las cosas mejorarían”.

Las cosas no han mejorado. Pero algo que no hay es antisemitismo, dijo. Los tiempos de crisis, en otros lugares, han demostrado ser un terreno fértil para la propagación del odio a los judíos. Pero Siegel Vann explica que el antisemitismo en Venezuela proviene del gobierno, no del pueblo. Ahora que el gobierno está en caos, el antisemitismo ha desvanecido.

“Los venezolanos no son antisemitas”, dijo. “En Europa, hay un bagaje histórico. En Venezuela, no lo tienes. Fue promovido desde arriba”.

La comunidad judía se enfrenta a la crisis, dijo el miembro anónimo de la comunidad, pero sus representantes oficiales han tenido cuidado de no tomar partido. Mantienen contacto con Maduro, quien todavía tiene el poder, y critica sus posturas anti-Israel.

Pero él también quiere emigrar a Israel. ¿Cuándo se irá?

“Cuando Maduro me eche”, bromea.

De la traducción (c)Enlace Judío México
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