Enlace Judío México e Israel.- Muchas veces los recuerdos se visten con la ropa que llevabas puesta aquella tarde, aquel viernes, o tienen la sonrisa y la mirada de los amigos que conociste, y las cosas que se dijeron o no se dijeron. ¿Te acuerdas cuando conociste a Kojavi Shemesh? ¿Dónde fue? ¿En 1979, en Beit Haomanim, La Casa del Artista de Jerusalén, en aquel edificio histórico donde estaba también Betzalel la escuela de arte? Creo que sí. Estoy segura que sí. Uno se va conformando una especie de geografía fotográfica de los lugares más queridos, como un electrocardiograma que va registrando todos los rincones de nuestros afectos, construyendo un mapa personal de los lugares y los amigos queridos.

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Y entonces te acuerdas que en aquella época teníamos todos muchos menos años, que íbamos ahí o a Taamón, en la calle King George de Jerusalén, una de las cafeterías más antiguas de la ciudad, lugar de encuentro de activistas políticos radicales y artistas. Íbamos ahí los viernes, antes de que entrara el Shabbat, para ver a quién te encontrabas, a Julio Adín jugando ajedrez, al diputado Charlie Bitton y a Kojavi Shemesh, entre otros, o tal vez ibas por si hallabas al posible “amor de tu vida”. Salías a las calles de Jerusalén e ibas a sentarte ahí, para intercambiar ideas, con ganas de cambiar el mundo y de protestar contra las mil cosas que nos torturaban, la injusticia social sobre todo.

En mi memoria personal aparecen los psicodélicos años setenta: radicalismo cultural y político, revueltas estudiantiles, contracultura, moda hippie y liberación sexual. Fue en esos años que conocí a Kojavi Shemesh, ahí, en Taamón.

Y mientras intentábamos en la Universidad Hebrea entender a Spinoza, Hegel, Marx y Sartre, a través de las clases de algún profesor conocido por todos, fue en las cafeterías de la ciudad donde en realidad urdíamos maquiavélicos planes para trasformar a la sociedad israelí y al mundo.

Kojavi había pertenecido a los Panteras Negras Israelíes, un movimiento de protesta que se fundó en Jerusalén en 1971, junto con Charlie Bitton, Rubén Abargil, Saadia Marciano, Meni Cohen y Eli Abikzer entre otros. Fue un Grupo de Reivindicación de Derechos e Igualdad, inspirado en el de los Panteras Negras estadounidenses, que luchó por la emancipación y contra las discriminaciones sufridas por los judíos mizrahim, los orientales de Israel, provenientes del Norte de África, el Cáucaso y el Oriente Medio, y contra la hegemonía de los askenazíes.

Su lucha fue difícil. La violencia se extendía en las calles, y para quebrar la resistencia del movimiento, la policía actuaba con todas sus fuerzas bajo las instrucciones de la Primer Ministro de entonces, Golda Meir. Cabe destacar que desde el principio de su lucha, los Panteras Negras se embarcaron además, en un diálogo con los líderes palestinos locales como con los de Europa.

En aquella época no era fácil ser sefaradí en Israel. No bastaba con ser judío para no ser discriminado, pues aun siéndolo, era mejor ser ashkenazi, blanco, y no “negro”, sefaradí, en una sociedad que se encontraba dividida social y étnicamente. Pocos jóvenes israelíes de hoy en día conocen o aceptan como ciertas las discriminaciones que se vivieron en el seno mismo de la población judía israelí de aquella época, y a muchos simplemente ni les interesa.

Kojavi Shemesh, hombre inteligente y sensible, conocía muy bien las divisiones que atravesaba la sociedad judía israelí y entendía que eran sociales y étnicas, y que estaban interrelacionadas: la población más rica israelí era de origen europeo, y los más pobres provenían de África. Kojavi recordaba en nuestras conversaciones que al comienzo de los años setentas, Golda Meir decía que un “verdadero judío” hablaba forzosamente el yiddish. Lo mencionaba riéndose, pero con un dejo de enojo y amargura. “Bastaba con ser un poco moreno para ser tratado con menosprecio de Schwartze (negro)”, decía.

Las revueltas de los Panteras Negras en esos años y el despertar general de la población judía oriental, pusieron con los años fin a tales discursos.

La mayoría de los amigos de Kojavi, Panteras Negras todos ellos, como Saadia Marciano, por ejemplo, habían nacido en Marruecos y emigrado a Israel con su familia desde niños y se habían criado en el barrio de Musrara, en Jerusalén, donde también vivían los padres de Kojavi, aunque su familia provenía de Irak.

Desde el principio de la lucha, Kojavi comprendió que el problema era mucho más profundo de lo que parecía, muy complicado y tal vez sin solución. “La confusión es tremenda –decía-, porque el sistema político israelí está sostenido por motivos capitalistas externos, que hace que tanto los grupos de palestinos como el de los judíos orientales, estén oprimidos y colapsen bajo el peso de la opresión y la ocupación”.

Los judíos orientales fueron sometidos desde que llegaron a Israel a un sofisticado proceso de opresión, con el uso de lemas tales como “somos todos hermanos” y “somos todos judíos”. Y es que Israel en la época de los Panteras Negras, era un país gobernado por una élite ashkenazí, y la hegemonía de los askenazíes también se medía en términos económicos. El establishment fue básicamente ashkenazí.

Kojavi, estudioso de la realidad israelí, sostenía analíticamente que el hecho de que fuera una élite originaria de Europa la que liderara el país, no había sido algo casual o forzado, sino un desarrollo lógico de los acontecimientos, pues fueron judíos europeos los que lucharon, organizaron y fundaron el país en un comienzo. En su mayoría, los judíos sefardíes llegaron a principios de los años cincuenta, cuando casi un millón fueron expulsados de los países árabes.

Los askenazíes no sólo fueron protagonistas en el nacimiento del nuevo Estado –y, como víctimas muy mayoritarias, en el Holocausto– también estaban mejor formados y preparados para los retos que había de superar Israel como nación joven, sin recursos y rodeada de enemigos dispuestos a aniquilarla. Los sefardíes, que habían vivido en los países árabes, no sufrieron el Holocausto, y además no tenían formación universitaria.

De hecho, el gabinete de Ben Gurión debatió sobre si dejar entrar a todos esos judíos que llegaban casi con lo que llevaban puesto. Recién salido de una guerra, la de la Independencia (1948-1949), en un régimen económico autárquico y socialista, el país podría haber colapsado con una llegada tan masiva de refugiados. Pero las decisiones de Ben Gurión con la distancia temporal adecuada, se demostraron acertadas. Israel acogió a 586.000 refugiados, internados primero en campamentos de tránsito, y más adelante se les destinó a ciudades en desarrollo de la periferia, como Ashdod, Ashkelón, Rehovot o Beer Sheva mientras que las finanzas y la política del país quedaron en gran medida en manos de los ashkenazíes. Debido a sus carencias formativas, los sefardíes desempeñaron, en términos generales, trabajos poco cualificados.

Y sin embargo, hubo discriminación, y en 1997 Ehud Barak como primer ministro, se disculpó públicamente por el trato de la élite socialista ashkenazí a los sefardíes.

Pero fueron estos jóvenes Panteras Negras, Charli, Saadia, Kojavi, y los demás, quienes lograron introducir en el debate nacional la discriminación sufrida por los sefardíes y fueron ellos quienes plantaron la semilla para que Béguin tomara sus protestas como bandera y lograra, después de 29 años, desalojar al partido laborista del poder. Así, en 1977, el Gobierno y la política dejaron de estar bajo los designios del histórico Laborismo (Mapai), partido laico, ashkenazí y de izquierdas.

Unos pocos años después, en 1984, el líder espiritual de los sefardíes Ovadia Yosef, fundó el partido ultra ortodoxo Shas. El rabino consiguió dar voz a los millones de sefardíes que aún vivían bajo la sombra del liderazgo ashkenazí en todos los ámbitos.

Esta conquista de espacios, que comenzaron los Panteras Negras, generó una serie de resultados. Uno de los más significativos se produjo en 2006, cuando Amir Peretz, sefardí nacido en Marruecos, fue candidato a primer ministro por el Partido Laborista.

Kojavi mantenía que los mizrajíes no votan por los orígenes, sino por los valores y los principios, por el respeto a las tradiciones. A sus ojos, los laboristas no habían sabido ofrecer nada de eso en los últimos años.

Kojavi luchó por la igualdad, pero creía en el socialismo para conseguirla. La ironía es que las cosas cambiaron en Israel, pero uno de esos cambios tuvo que ver con la estructura sociopolítica del país. Los sefaradíes son hoy tradicionalistas y de derechas, y no laicos y de izquierdas como él hubiese querido. Una revolución ideológica que empezó con los Panteras Negras, pero que finalmente resultó en que la mayoría vota a la derecha o a partidos religiosos. Tal y como dijera el escritor y periodista Avi Shilón: “Después de 100 años de sionismo en Oriente Medio, todos somos mizrajíes, incluso los judíos askenazíes arrogantes”. Y cada día somos más de derecha.

Kojavi ya no está. Falleció ayer.

Los líderes políticos de Jerusalén seguramente querrán inmortalizar su nombre en una calle cercana a Musrara, el barrio donde creció, tal y como hicieron con su amigo Saadia Marciano.

Pero yo recordaré siempre a Kojavi Shemesh sentado en alguna cafetería de Jerusalén, donde como entonces, se acercarán amigos y conocidos, a conversar, en un diálogo donde convergían sueños y realidades, en un espacio de convivencia, de opiniones abiertas y polémicas, donde él animaría (como nos animó a nosotros los que lo conocimos), a una confluencia de intereses, desde la poesía y el teatro, el cine y la filosofía, la música, la pintura, es decir, algunas de las cosas por las que todavía dan ganas de seguir viviendo… Adiós.

 

 

 

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