Enlace Judío México e Israel – Este 22 de mayo se presentó el libro De la mano con mi hermano, que reúne las historias de decenas de organizaciones lideradas por miembros de la comunidad judía, dedicadas al altruismo, el activismo social y el desarrollo económico de las poblaciones más vulnerables de México. 

El auditorio del Centro Maguén David fue insuficiente para albergar a la concurrencia que, anoche, se dio cita para la presentación de un libro. Un hecho extraño en un país de no lectores, solo si se ignora que no se trató de cualquier libro y que entre los invitados al panel se encontraban dos de los empresarios y filántropos más reconocidos de México.

De la mano con mi hermano no es un libro cualquiera, sino uno en el que puede apreciarse el trabajo de algunas de las organizaciones de la sociedad civil que con más energía, imaginación y voluntad cumplen el mandato judaico de mejorar el mundo, de brindar oportunidades a aquellos a quienes se les han negado.

Orly Cohen y Loren Michan lucían conmovidas y nerviosas al mostrar su trabajo a la multitud, entre quienes se encontraban líderes comunitarios, miembros de las organizaciones compiladas en el libro, amigos y familiares, público diverso que había sido atraído no solo por el libro sino, y principalmente, porque una formidable pareja de Alfredos se había anunciado como parte del panel de presentadores. Se trató de dos empresarios provenientes de minorías migrantes que, cada uno en sus respectivas circunstancias, supieron construir empresas exitosas y, al mismo tiempo, retribuir al país que había acogido a sus familias con abundante trabajo social y filantrópico. Harp Helú, de origen libanés y Achar Tussie, prominente miembro de la comunidad judía.

El presidente del Comité Central, Moisés Romano, saludó a la audiencia, aplaudió la iniciativa de las autoras del libro y elogió el trabajo de los empresarios, sobre los cuales abundó en anécdotas que dieron cuenta de su generosidad, de la tenacidad con que, a lo largo de sus prolíficas vidas, ambos han contribuido a mejorar la vida de miles de mexicanos en situación de marginalidad o desventaja.

Los aludidos recibieron los elogios con serenidad y libres de cualquier falsa modestia, aunque ambos coincidieron en que el trabajo social que financian y supervisan es tanto un privilegio como un deber de quienes, dijeron, recibieron de este país las oportunidades que a otros les fueron negadas.

Pero antes de que ambos empresarios iniciaran su esperado diálogo, moderado por Ezra Shabot, las compiladoras de las 55 historias que alberga De la mano con mi hermano dirigieron emotivos discursos. La última en hablar fue Loren Michan, quien después de hacer un recuento de la gran diversidad de campos de activismo en el que participan las organizaciones que figuran en el libro, dijo:

“Todo mi respeto a la responsabilidad, el amor y la disciplina con que realiza cada uno su labor. Devuelven la fe en el corazón humano. Un halago a la sensibilidad y la conciencia de tantos miembros de la comunidad que se han fijado en cada uno de los detalles, en cada necesidad de los diferentes sectores de la sociedad. Sin escatimar esfuerzos, tiempo y voluntad, desde cada área han contribuido al bienestar y la justicia social.”

Refiriéndose al trabajo de los miembros de la comunidad judía, y al lago proceso de integración de esta a la sociedad mexicana, Michan agregó que “hemos desarrollado un sentido de pertenencia y nos hemos ganado el privilegio de tener una participación activa, orgullosa y entregada en esta tierra que tanto nos ha dado y que forma parte de nuestra identidad judeo-mexicana. Gracias a D-os, que marcó nuestro destino en México, donde hemos puesto semillas que hoy devienen una gran cosecha. Este libro es un homenaje al más alto grado de gratitud, el “gracias” a través de la acción. El “gracias” a través de darle la mano a nuestro hermano.

Luego vinieron las palabras de Romano, quien recordó las labores filantrópicas de Alfredo Harp Helú, desde la reparación de un órgano monumental en Oaxaca hasta el registro de la receta del mole ante la UNESCO, nimiedades si se considera que el filántropo ha donado más de 20 mil millones de pesos a diversas causas sociales. “Te quiero decir, Alfredo”, dijo Romano al dirigirse al otro invitado, Achar Tussie, “que no hay evento en el que me presente y diga que pertenezco a la comunidad (judía) donde no haya alguien que me diga: ‘ah, yo conozco a don Alfredo’. Todos te conocen y, la verdad, eres un ejemplo para mí, un modelo a seguir.”

Ezra Shabot, moderador del diálogo entre los empresarios, dijo que “estamos hablando de dos Alfredos que tienen una historia en común, que es básicamente tratarse de personajes que llegaron a este país y que se hicieron en este país como parte de lo que podríamos llamar la cultura de los migrantes.” Luego cuestionó a Harp Helú sobre si su labor altruista era parte de un sentimiento de gratitud hacia el país que había acogido a su familia.

El empresario, con voz modesta y serena, admitió que fue “becado absolutamente desde toda la primaria, porque entonces no había preescolar, y luego llego a la UNAM y  en la UNAM también pago $200 pesos al año, que son $20 centavos de ahora (…) Entonces yo siempre tenía la cosa de decir ‘pues tengo que ver por los demás’.”

Luego de recordar que sus abuelos, los Harp, llegaron a Oaxaca y se quedaron ahí porque pensaron “esto es como el Líbano”, el empresario dijo que, como mortal, sentía que tenía que hacer lo que fuera necesario aquí, directamente, antes de instituir fundaciones para que alguien más dirija. “Yo he dirigido fundaciones muy capitalizadas donde el que la formó, pues no hizo nada, y ahora nosotros le seguimos por él. Entonces, yo sí quiero hacer todo lo que pueda (…) A mis antepasados los recibieron muy bien y yo quiero dejar lo más posible, no (solo)  en lo económico: también mi tiempo. Si no dejo mi tiempo es que no estoy haciendo las cosas bien.”

En cada una de sus intervenciones, los dos empresarios recibieron carretadas de aplausos. Más que un diálogo, más que la presentación de un libro, lo que anoche se vivió fue un homenaje sentido y entusiasta de la comunidad judía a dos de los filántropos más comprometidos del país.

Alfredo Achar, al asumir su turno en el micrófono, dijo “yo tengo una situación muy similar a la de mi tocayo. Yo soy miembro de una familia de 11 hermanos y cuando mis padres llegaron a México vinieron en una situación económica no muy saludable, no muy buena (…) Mi padre, que era una persona muy estricta, muy puntual en todas sus cosas, nos educó en una forma muy, muy, muy correcta.”

Dijo que no tuvo la oportunidad de estudiar más que la primaria pero, en cambio, comenzó a trabajar y a asumir responsabilidades de adulto desde los 12 años, “de ocho a ocho de la noche”. Dijo que eso fue muy bueno para su formación porque eso le enseñó a ser empresario.

“Yo empecé desde mero abajo en los negocios y empecé a crecer en una forma muy importante, al grado que a los 16 años, además de ser empleado de mi padre, ya tenía yo una ferretería”, narró. Recordó que luego tuvo oportunidad de ser gerente de producción en una fábrica de ropa. “Posteriormente me integré a la fábrica de pinturas COMEX, que iniciaron mis hermanos en los años ’50, y que empezamos en una situación muy difícil porque no teníamos capital y empezamos desde mero abajo.”

Dijo que COMEX competía contra fábricas nacionales e internacionales y que “a base de mucho esfuerzo de mis hermanos y todos los que colaborábamos en COMEX, logramos crear una compañía que llegó a ser la número uno de México, con laboratorios, los más importantes de todo Latinoamérica, y entre las seis y diez compañías más importantes del mundo.”

Coincidió con Harp Helú al recalcar que, si él llegó a ser un empresario exitoso, “fue porque alguien me ayudó, y por lo mismo yo tengo que ayudar a la gente.” Dijo que, a partir de ese momento, ha podido ayudar a la gente de distintos sectores, a distintos niveles, y que eso le ha dado una gran satisfacción el la vida. Dijo también que una de las cosas que más lo estimulan para seguir impulsando proyectos sociales es ver el éxito que van teniendo aquellos en los que se involucra.

“Y así es que me he metido en muchas fundaciones, y gracias a D-os que me da la oportunidad de poder ayudar a la gente.”