Enlace Judío México e Israel – En una fiesta de hermandad, tolerancia y colaboración, la Universidad Anáhuac reconoció a la Embajada de Israel en México y al Comité Central de la Comunidad Judía de México, con la Medalla Anáhuac en Humanidades 2019. 

 

 

“Bereshit bará Elohim et / hashamáyim ve’et ha’arets. /Veha’arets hayetáh tohú vavohú,/ vejóshej al-peney hamáyim.

Vayomer Elohim: yehi-or, vayehí-or.

“En el principio, Dios creó el cielo y la tierra, / y la tierra estaba en desorden y vacía, / y las tinieblas cubrían la superficie del abismo.

Y el espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.

Entonces dijo Dios: sea la luz, y hubo luz.”

Así comenzó su discurso el doctor Cipriano Sánchez García, rector de la Universidad Anáhuac, en un hebreo fluido y bien articulado, tras saludar a la concurrencia que abarrotaba el auditorio de la rectoría, a los miembros del presidio, a los homenajeados que ese día, poco más tarde, recibirían de manos del padre Sánchez García, la Medalla Anáhuac en Humanidades 2019.

En la primera fila de asientos, el embajador de Israel en México, Jonathan Peled y el presidente del Comité Central de la Comunidad Judía de México, Moisés Romano, saludaron de vuelta, sonrientes, esas primeras palabras del rector, y luego escucharon el emotivo discurso que comenzaba como un sermón religioso pero que sería mucho más que eso.

“Estos primeros versos de nuestra común tradición religiosa no pueden ser más que el mejor marco para lo que hoy nos reúne”, dijo Sánchez García para luego esclarecer: “Toda realidad tiene su principio, un principio que no somos nosotros quienes lo establecemos, sino que es Dios quien lo determina. Él es el que crea la realidad en la que todos nosotros vivimos. Sin embargo, como en la Biblia, como en el Génesis, esta realidad se nos presenta ante nuestros ojos sin orden y vacía. Con tinieblas que todo cubren. Parecería que este es un retrato del mundo que nos rodea. Un mundo en el que el desorden parece imperar. Un mundo en el que el vacío parecer ser el destino de los seres humanos. Como también dice el Salmo 49, ‘la muerte es su pastor’.”

En un ambiente de fiesta y expectación, las palabras del religioso y académico de origen español irrumpieron como un relámpago, y aún se dio licencia aquel para dictar una última sentencia cargada de aparente oscuridad:

“Vivimos en una cultura que parece haber perdido el sentido de las cosas que hace, el valor de la vida de las personas, la proximidad del bien y el abismo sin fondo que constituye el mal.”

Pausado y vigoroso, el padre Sánchez García abrió entonces con sus palabras una ventana para que la luz llenara el recinto:

“Pero no todo es caos. Porque como dice el texto sagrado, ‘El espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas’. Dios no nos deja solos. Su espíritu nos acompaña para que podamos estar firmes cuando todo lo que nos rodea es incierto como el mal. Como las aguas. Y en medio de todo este desconcierto es Dios quien nos da la clave para poder caminar hacia el futuro, para poder romper las cadenas de oscuridad que a veces parecen dominar el mundo.”

Los presentes guardaban un riguroso y emocional silencio, cautivos por las potentes palabras del académico, cuyo discurso se fue orientando hacia el motivo de la convocatoria.

“La palabra de Dios es el gran regalo con el que el mundo puede romper la oscuridad. Y eso es como un gran signo para nosotros este día.

Es la palabra lo que nos hace humanos. Por eso celebramos hoy uno de los más grandes dones que hemos recibido y que nos permite transformar la creación desordenada y vacía en una realidad luminosa”, dijo.

“Hoy, en esta Universidad Anáhuac de México, celebramos el diálogo. El diálogo como la herramienta humana para crear sociedades de paz. Para crear comunidades de personas. Para superar las desconfianzas y para unirnos en la consecución del bien. Por eso hoy queremos distinguir con la Medalla de la Universidad Anáhuac en Humanidades, a dos instituciones que han hecho posible este diálogo entre la comunidad judía y México.

Entre la comunidad judía y nuestra universidad. Me refiero a la Embajada de Israel en México y al Comité Central de la Comunidad Judía de México.”

El rector de la Universidad Anáhuac habló entonces de la disposición, voluntad y trabajo de ambas instituciones a favor de los proyectos compartidos, del diálogo, del respeto, de la tolerancia y del intercambio respetuoso de ideas.

Citó como ejemplo el apoyo de la Embajada y de la Comunidad Judía de México para que la Universidad Anáhuac lograra establecer programas de intercambio académico con las más prestigiosas universidades de Israel.

Dijo del Comité Central que ha sido “un aliado, un consejero, un orientador, un motivador, un amigo y un hermano.”

También recordó a los expresidentes y funcionarios actuales de la institución, con un especial saludo a Moisés Romano, quien minutos más tarde recibiría la citada medalla.

Hacia el cierre de su largo y emotivo discurso, el rector habló de la relación entre el judaísmo y el cristianismo, y lamentó “sincera y amargamente” la persecución de la que ha sido objeto el pueblo judío a lo largo de la historia, especialmente la perpetrada por cristianos. “El diálogo y la amistad con los hijos de Israel son parte de la vida de los discípulos de Jesús”, dijo.

“Esta es su casa. La casa de nuestros hermanos de la Comunidad Judía de México”, agregó y recordó que la Anáhuac es un gran ejemplo de la respetuosa convivencia entre judíos y cristianos. “La comunidad judía ha sido y es una parte esencial de la comunidad Anáhuac, y la presente ceremonia quiere dar testimonio público de esto.”

“Sea esta entrega de medalla un signo de voluntad dispuesta y de la mano fraterna que tendemos tanto al estado de Israel como a la Comunidad Judía en México. Es nuestro sincero deseo que este gesto simbólico ratifique el rico pasado que nos une y que nos proyecte a un futuro de nuevos proyectos y realización”, dijo para cerrar con el lema de la universidad en latín, hebreo y español: “Vence al mal con el bien.”

 

 

La ovación recibida por el rector fue estruendosa. Le siguió un video que mostraba los motivos por los que la institución honraba al Comité Central de la Comunidad Judía de México, acto tras el cual Moisés Romano, presidente de dicha institución, fue convocado para recibir la medalla en representación del comité, así como el diploma que oficializaba el ritual.

La ceremonia continuó con una réplica de los últimos minutos: un video que daba cuenta de los méritos por los que la Embajada de Israel en México se hacía acreedora a la Medalla Anáhuac en Humanidades, luego, la entrega de la medalla y el diploma al todavía embajador de Israel en México, Jonathan Peled, acto que, al igual que en el caso de Romano, desató una cascada de aplausos que parecía no tener fin.

Fue el presidente del Comité Central quien tomó la palabra primero. Dedicó un espacio generoso de su discurso para saludar a su “querido amigo, el padre Cipriano Sánchez García”, y para agradecer la presencia de su familia, sus amigos, y de los distintos funcionarios actuales y pasados del Comité y otras instituciones.

Romano se veía emocionado al recordar las historias compartidas con el rector de la Anáhuac y otros directivos de dicha institución con las que el Comité Central ha colaborado por años.

“Por supuesto, recibimos este reconocimiento con agradecimiento, con honor, con orgullo”, dijo, especialmente tratándose de un reconocimiento en el área de Humanidades “porque si en algo coincidimos (…) es en el tema de humanidades. Es algo que tenemos en nuestro ADN.”

Se comprometió a colocar el reconocimiento en un sitio visible y preponderante en las oficinas del Comité Central, para que “cada persona que visite el Comité Central” pueda ver la hermandad y la relación que existe entre esta institución y la Universidad Anáhuac, así como entre las religiones judía y cristiana.

También se comprometió a que, en pocos días, toda la comunidad judía de México estará enterada del reconocimiento ofrecido por la Anáhuac al Comité Central, e hizo reír a la audiencia al reconocer que “somos tan comunicativos que le aseguro que en dos o tres días todos lo van a saber. Y el objeto de que lo sepan no es solo para agradecerlo y  reconocerlo, es también para que todos los padres de aquellos muchachos que estudian en esta universidad, que han estudiado y estudiarán, sepan que tomaron una buena decisión.”

A título personal, Romano agradeció la cercanía del padre Cipriano y elogió su calidad humana. Reconoció las múltiples coincidencias entre ambos y se dijo honrado de recibir la medalla de sus manos. También reconoció el trabajo del embajador Peled y recordó que los tres, el padre Cipriano, Peled y Romano, asumieron sus actuales cargos casi al mismo tiempo, hace cuatro años. “Afortunadamente para la universidad, el padre se queda, pero nosotros nos vamos”, dijo en otro gesto que arrancó las carcajadas de un público que no podía estar más emocionado.

“Quiero decirles, a todas las autoridades de la Universidad Anáhuac, estamos muy conmovidos (…) tenemos una relación muy larga y espero en Dios que siga por muchos, muchos años”, concluyó.

Tras su discurso, Moisés Romano dejó un mensaje en el Libro de Honor de la facultad, lo que dio pie a que el embajador Jonathan Peled tomara su turno frente al micrófono.

 

Como corresponde protocolariamente, Peled comenzó su discurso saludando al rector y a los miembros del presídium, además de otras personalidades que se encontraban atentas a sus palabras.

“Amigos todos, Shalom. Con profundo agradecimiento y humildad, acepto hoy la Medalla Anáhuac en Humanidades 2019, en nombre de la Embajada de Israel y en el mío propio”, dijo y agregó: “me siento muy honrado en recibir este reconocimiento por parte de esta gran casa de estudios que me atrajo desde el principio y con la cual comparto una larga serie de convivencias.”

Se dijo honrado de que dos grandes israelíes se encuentren representados en la universidad, refiriéndose a Shimón Peres e Yitzhak Rabin. El primero le da nombre a la Cátedra por la Paz que ofrece la Anáhuac. El segundo, a un centro cultural también albergado por la institución.

Peled hizo un recorrido breve por las múltiples actividades y proyectos de la Anáhuac en los que estuvo involucrado desde su llegada a México, hace cuatro años. Habló de los vínculos académicos de la Anáhuac con importantes universidades israelíes y dijo que tuvo el privilegio de dar seminarios sobre temas diversos en las jornadas judaicas que organiza la institución.

El embajador de Israel recordó su participación apasionada en el proyecto de Magdala, en el que participan arqueólogos mexicanos e israelíes, y bromeo al decir que sus colegas “ya se burlan de mí por promoverlo y mencionarlo en cada oportunidad.”

Luego, fiel a su estilo, el diplomático narró una breve anécdota respecto al día en que decidió ir con sus hijos a conocer la zona arqueológica. “De todos los días del año, tuve yo que escoger un sábado 25 de diciembre. Para quienes no lo saben, es Navidad. Imagínenme golpeando las puertas cerradas del perímetro, y la cara del guardia árabe musulmán, siendo este interrumpido en su descanso por este loco, yo, refiriéndose el embajador de Israel en México y queriendo entrar en el espacio.”

Resaltó la importancia de Magdala como un punto de encuentro entre las religiones. Luego habló del Centro Cultural Yitzhak Rabin y de la Escuela de Artes que será inaugurada próximamente. “Lo último que me faltaba a mí era estudiar aquí”, bromeó nuevamente.

“Todos estos acontecimientos manifiestan el gran vínculo de la Universidad Anáhuac, la Embajada de Israel y el estado de Israel”, dijo Peled y reconoció el trabajo y la contribución de la universidad para la convivencia y fraternidad interreligiosa, “y por inculcar valores de tolerancia, libertad de culto y de paz como parte de su currículo académico.”

El fin del discurso del embajador Peled fue el último elemento en una mañana conmovedora, tremendamente emotiva, que tuvo a la audiencia y a los protagonistas entre el llanto y la risa todo el tiempo. Desviándose del texto e incapaz de controlar su voz, que se quebró como evidencia de un auténtico gesto humano, personal, Jonathan Peled dijo: nuevamente, nada más agradecer a todos los amigos de la universidad, de la comunidad, del cuerpo diplomático de la Embajada, por haber hecho unos cuatro años increíbles e inolvidables.”

El emotivo gesto con el que Peled se despidió de sus grandes aliados en su aventura diplomática por México fue correspondido con un estruendoso aplauso de pie, brindado por cada miembro del panel y por cada persona en el público.

Luego Peled dejó también un mensaje en el Libro de Honor. Con su lectura, finalizó este encuentro que hizo evidente la hermandad entre la Universidad Anáhuac, la Comunidad Judía de México, la Embajada y el estado de Israel: “A esta gran casa de estudios, humanidades y religión, mis agradecimientos por este honor al estado de Israel y la Embajada de Israel. Gracias por la gran trayectoria de amistad y colaboración con el estado de Israel. Felicidades por su gran contribución a México y a la Comunidad Judía. Con gran aprecio: Jonathan Peled, embajador de Israel.”

 

 

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