Enlace Judío México e Israel.- Queridos amigos, durante meses se anunció con grandes muestras de esperanza y optimismo el 25 y 26 de Junio, fechas en que EE.UU. daría a conocer las bases iniciales del “Arreglo del Siglo” también conocido por “Paz para la Prosperidad” en Manama, capital de Bahréin.

EDUARDO HADJES PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Pasamos el 26 de junio y ¿qué vemos? Desde antes de conocer de qué se trataba, las autoridades palestinas, tanto de la ANP como de Hamás, ya habían anunciado su más categórico rechazo. Lógico, si el plan era bueno, podría significar dos cosas: el real camino a la paz con Israel y el progreso del pueblo palestino, lo que podría sacarlos de la paupérrima situación económica en que se encuentran en la actualidad y eso, las autoridades palestinas no lo pueden permitir.

¿Cómo se podría aceptar la paz con Israel si su primordial objetivo es destruirlo, aniquilarlo en su totalidad? Nunca hablan de “ocupar”, ya que su intención es “destruir hasta sus cimientos” a sus ciudades y todos sus habitantes. Sus cohetes ¿serán capaces de dejar con vida a los 1.8 millones de musulmanes, matando sólo a judíos y cristianos? ¿Algún organismo internacional o gobierno habrá condenado el pretender un genocidio de casi 9 millones de habitantes de Israel?

En lo económico, una cosa son los discursos en inglés, para engañar al mundo y otra muy distinta, la conveniencia de Abbas y Haniyeh, en que ambos tienen muy claro que, por ningún motivo, pueden permitir que su propio pueblo mejore su calidad de vida, ya que, tan pronto eso llegara a suceder, sus respectivos poderes se derrumbarían estrepitosamente.

Ellos profitan de la desdicha, hambruna y dolor de su pueblo. Sustentan su poder y su permanente ataque a Israel, esgrimiendo la falacia que su pobreza es exclusivamente por culpa del “enemigo sionista”. Si ello lograra solucionarse, aunque fuera parcialmente, su base de sustentación se desintegraría.

Básicamente, lo que ofreció económicamente el programa “Paz para la Prosperidad” fue la cuantiosa cifra de US$ 50.000 millones. De ellos, US$ 28.000 millones irían para los palestinos y el resto, para fortalecer las economías de Jordania, Egipto y El Líbano. La parte palestina, serviría para reactivar las economías de Cisjordania y la Franja de Gaza, gracias a 147 proyectos que se traducirían en 1 millón de nuevos empleos para los hambrientos y desesperados palestinos de ambos enclaves.

Algo imposible de autorizar. ¿Se imaginan el golpe favorable que tal medida significaría para la población palestina? ¿A quién se culparía del hambre del pueblo, si esta desapareciera, al menos en gran proporción? Por lo demás, para un pueblo cuyos dirigentes los han llevado a vivir de la limosna internacional, en forma normal y permanente, ya que entre los años 1994 y 2017, se calcula que los donativos “oficiales” tanto directamente de organismos internacionales como de distintos países, incluido preponderantemente EE.UU, una cifra ascendente a más de US$ 40 mil millones, sin contar los aportes clandestinos, ahora principalmente de Irán, para comprar y fabricar cohetes, morteros, fusiles y, preferentemente, construir túneles que los conduzcan a Israel, para efectuar atentados terroristas, por qué se habrían de interesar en US$ 28 mil millones.

Adicional a todo esto, por tratarse de un plan internacional, en que los aportes vendrían tanto de EE.UU como de otros Estados del Golfo, sería muy probable que estuviera sometida dicha ayuda a controles externos, lo que sería un desincentivo, ya que la dirigencia palestina no podría efectuar los principales objetivos de todas las platas que ingresan a sus enclaves, a saber y en orden de importancia: sus propias cuentas en el extranjero, el financiamiento de armas de destrucción, destinadas a hacer desaparecer a Israel y a pagar los aportes a terroristas y sus familiares, luego de cada atentado en que sangre judía haya sido derramada. Si sobra algo, va para las necesidades diarias del pueblo. Recordemos que nunca se pudo determinar el destino de los más de US$1 mil millones rescatados de la viuda de Yasser Arafat luego de su muerte.

El propio Abbas ha declarado, luego que Israel retuviera la entrega de fondos a la ANP, lo que ellos otorgan en la promoción y financiamiento de actos terroristas, que las platas de “los mártires” son sagradas, al punto de darles preferencia por sobre el financiamiento de la salud del pueblo palestino y, en ese caso en particular, un niño enfermo de cáncer.

Arafat logró que la totalidad de los países árabes prohibieran categóricamente, que los hijos de palestinos, reducidos a sus fatídicos “campos de refugiados” el poder salir de ellos y hacerse acreedores a la nacionalidad de dichos países. Igualmente, en Gaza y Cisjordania, los campamentos de estos eternos refugiados, están impedidos de liberar su futuro, abandonando dichos campamentos. Este fenómeno, aceptado por la ONU y los gobiernos del mundo, ha significado que de los casi 700 mil árabes-palestinos que arrancaron de sus hogares, en la guerra de 1948, hoy ya sean casi 5 millones. ¿Podrá alguien calcular qué sería del mundo si en otros acontecimientos bélicos, se usara el mismo criterio con los desplazados, aquí llamados “refugiados”?

En la reunión de Manama, primó la parte económica, desconociendo su implicancia política. Si la ANP y Hamás no reconocen la existencia y el derecho a vivir de los israelíes ¿Qué posibilidad hay de que se pueda llegar a un acuerdo de paz, que redunde en beneficio de israelíes y palestinos?

David ben Jaim

 

 

 

 

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