Enlace Judío México e Israel.- En el Antiguo Oriente existía -y aún existe en algunos lugares-, la costumbre de vengar la muerte de un pariente asesinado, la cual la llevaba a cabo el miembro más cerceno a la víctima pero, posteriormente, la venganza incumbió a la familia y luego a la tribu. Este era un uso tradicional y una manera primitiva de impartir justicia en una sociedad donde no había tribunales.

ELBA SZCLAR

La Ley de Moisés suavizó y reglamentó esta vieja costumbre estableciendo un juicio formal en que la congregación -probablemente un consejo de ancianos o de jueces locales- debía decidir en cada caso, si se trataba de un homicidio premeditado o de un hecho involuntario.

Para esto último, en tiempos de Josué, se determinaron seis plazas o ciudades de refugio que estaban ubicadas de manera que dieran acceso fácil al perseguido una vez que la falta de premeditación de su acto quedaba bien establecido. “Se beneficiaban de este asilo no solamente los hijos de Israel y los peregrinos, sino también el extraño “que morase entre ellos para que huya cualquiera que hiriere a otro por muerte por yerro’ (Deut. 4; 41-43) y que deseaba salvarse así del goel hadam (vengador de la sangre)”(Núm. 35; 10-34).

Obviamente, el derecho de asilo no se extendía a los asesinos.

Las ciudades de refugio no eran lugares de ocio ni de vicio, allí el hombre podía llevar una vida normal. No eran cárceles sino más bien lugares para la expiación (Kapará), que significaba una rehabilitación psicológica y que ayudaban al homicida imprudencial a pagar su culpa y a encontrar la tranquilidad interior y la paz consigo mismo.

Estaba permitido que la familia fuese a reunirse con el “homicida” quien no estaba confinado a una celda y podía ir libremente de un lugar a otro pare atender sus asuntos y generarse el sustento.

Acudir a uno de estos sitios no se consideraba que fuese una condena ni una sentencia de por vida. No era un lugar permanente del que no se podía salir, debido no tanto al castigo sino como a la propia protección. El acusado podía volver a su ciudad natal sólo hasta después de la muerte del Sumo Sacerdote. Si lo abandonaba antes de esa fecha y era muerto por el pariente de la víctima, entonces éste quedaba impune.

¿Por qué hasta la muerte del Cohen Hagadol? Había algunas razones para ello. Por ejemplo, Maimónides lo relaciona con motivos psicológicos y opina que la muerte de tan querido e Importante personaje, inclinaba a las personas al remordimiento y al arrepentimiento, y al vengador que todavía albergase en su corazón la idea de venganza, se abstenía de todo acto vengativo asegurándose así la total libertad del “infractor”.

Estas ciudades de refugio dejaron de funcionar después de le destrucción del Segundo Templo (70 e.c.). Y en la literatura rabínica de ese tiempo se encargaban del sustento de los homicidas asilados las madres de les Sumos Sacerdotes, esperando impedir así que rezaran por la muerte de sus hijos, la cual debía poner término a sus reclusiones” (2).
Así, la Biblia -sabiamente y adelantándose a su tiempo- dio un ejemplo a la humanidad sobre varios aspectos relacionadas con la impartición de justicia.

1. La ley judía establece la distinción entre asesinato y homicidio involuntario.

2. La legislación de Moisés respecto al asilo para los homicidas imprudenciales -a través de las ciudades de refugie- fue una gran innovación sobre la primitiva ley de venganza.

3. Contrariamente a lo que le Historia registra, que en Grecia y Roma de la antigüedad hubo templos que dieron asilo a los más terribles criminales, y en la época posterior -durante la Edad Media- el Cristianismo protegió por medio del santuario a delincuentes de toda especie, la Torá, en cambio, insiste señaladamente en que no se diera protección al homicida alevoso, al que ni siquiera el altar podía servir de protección (Éxodo 21:14)

4. Sabiendo que el más grave de los delitos es el asesinato, las disposiciones bíblicas hacen constantemente hincapié en lo sagrado de la vida humana, y peo este motivo, le ley protegía la sobrevivencia normal y productiva del homicida involuntario con la creación de las ciudades de refugie, y matarlo allí hubiera sido considerado un crimen.

Respecto a l gran valor de la vida el principio fundamental de los rabinos es que solamente Dios, que da la vida, es quien puede tomarla, y que el hombre tiene que mostrase extremadamente cuidadoso cuando se convierte en juez de la vida de otros individuos. Así, el objetivo principal de los jueces tenía que ser salvar la vida y no condenarla, por Io que se exigía que los jueces debían tener una conducta intachable, que los testigos fueran totalmente confiables y que antes de que se pronunciase una sentencie de muerte, debía haber una certidumbre fuera de toda sombra de dudas. Si el planteamiento dejaba lugar a dudas, no pedía dictarse sentencia alguna.

Por lo tanto, se dictamina un gran número de reglas talmúdicas que hicieran casi imposible la pena capital y que llegaron a ser tan severas que Rabi Yojanán y Rabí Tarfán declararan que el tribunal que en un plazo de siete años dictaba más de una sentencia de muerte era tachado de tribunal asesino. Esto demostraba una vez más que la pena capital dictada por un tribunal humano no gozaba de estima (3).

 

(1, 2, 3, Enciclopedia Judaica Castellana).

 

 

 

 

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