Enlace Judío México e Israel.- Un asesinato político renueva los temores, pero la extrema derecha sigue siendo débil, desorganizada y aislada.

JOSEF JOFFE

Este es un ataque contra todos nosotros, contra nuestro estado liberal,” dijo el ministro del interior alemán Horst Seehofer mientras su nación retrocedía horrorizada. El mes pasado un extremista de extrema derecha asesinó a Walter Lübcke, un legislador estatal. Lübcke había hablado por los refugiados y aconsejó a los nativistas rabiosos abandonar Alemania—la imagen espejo del presidente Trump instando a la representante Ilhan Omar y otras congresistas a “regresar.”

Lübcke era una figura menor, pero su muerte tocó un nervio. En las décadas de 1970 y 1980, matones izquierdistas como la Pandilla Baader-Meinhof habían asesinado a CEOs, policías y funcionarios. Ahora, es el turno de la extrema derecha. Para empezar, el asesinato de un funcionario electo fue el primero en la historia de posguerra de la nación. Muchos vieron en él el fantasma de Weimar asomando nuevamente.

Pero el recrudecimiento hoy de la extrema derecha no resiste comparación con lo real, desde 1918 al ungimiento de Hitler en 1933. Durante esos años, el registro muestra 500 asesinatos políticos, incluido el asesinato del Ministro del Exterior, Walther Rathenau, un judío, en 1922.

La República de Weimar, primera democracia de Alemania, fue arrasada por los nazis y comunistas. Durante la última elección libre en 1932, en el apogeo de la Gran Depresión, los dos se apropiaron de una mayoría de las bancas del Reichstag. Cerca de un quinto de la fuerza laboral estaba desempleada.

Hoy, Alemania está con empleo total. En la última elección, el partido de derecha populista Alternativa para Alemania se anotó menos del 13% de los votos (una mitad de lo que recibe el Reunión Nacional de Francia), lo que deja el 87% para el centro y la izquierda.

Sin dudas, la violencia de derecha ha estado aumentando, especialmente después de que un millón de migrantes meso orientales inundaron Alemania en el 2015. ¿Cuán fuertes son los herederos de Hitler? Las autoridades estiman que, entre 24,000 extremistas de la extrema derecha, hay 12,700 que pueden recurrir a la violencia.

Pero dejemos a un lado las estadísticas. Políticamente, la extrema derecha carece de una base nacional, organización y liderazgo. En Weimar los nazis tenían el dinero e influencia, llegando sus tentáculos a todos los estratos sociales y dentro del ejército, policía y poder judicial. El chauvinismo y el antisemitismo excitaron a un populacho que asociaba democracia con derrota y humillación.

Hoy, la democracia liberal ha echado raíces profundas y los aborrecedores están aislados. El presunto asesino de Lübcke se asemeja a sus parientes en EE.UU, lobos solitarios o miembros de pequeñas organizaciones terroristas. Stephan Ernst era un vagabundo experimentando con los grupos neonazis Hermandad Aria y Combate 18 de Alemania.

Según la Liga Anti-Difamación, los fanáticos asesinaron al menos a 50 estadounidenses el año pasado. Piensen en el terror desde Pittsburgh a Parkland, Fla. “Cada uno de los perpetradores tenía vínculos con al menos un movimiento extremista de derecha”. Principalmente supremacistas blancos, los asesinos eran impulsados por el odio a los judíos, gays, negros o inmigrantes. Como en Alemania, no hubo una organización, ningún titiritero, ningún ejército de simpatizantes en las sombras. Afortunadamente, esta amenaza es decididamente débil a diferencia del terror yihadista al otro lado del Atlántico, porque carece de una red global que genere una ideología coherente y fondos.

Lo mejor que sus hermanos de la derecha alemana hicieron es establecer Revolución Chemnitz, una célula de ocho que conspiró para derribar la república. Ellos ahora están en el tribunal. Entre los años 2000 y 2006, Clandestinidad Nacionalsocialista asesinó a nueve inmigrantes.

Increíblemente, llevó hasta el año 2013 para llevar a juicio a los cinco de Clandestinidad Nacionalsocialista. La condena y dictado de sentencia llevaron otros cinco años.

¿Por qué el ritmo tan lento? Una respuesta deprimente es la incompetencia. Las autoridades permiten una y otra vez que los sospechosos se deslicen por la red o los identificaron sólo después del hecho. Una más alentadora es la adhesión meticulosa al debido proceso creado dentro del Estado liberal.

Dada la historia alemana desde la Gestapo a la Stasi, el aparato de ejecución de la ley rehúye la vigilancia de mano dura por temor a pisotear los derechos civiles. La protección de la privacidad y datos reina suprema. En términos de poder, las agencias policiales federales son casi niños abandonados comparados con el FBI de EE.UU. El espionaje local es maniatado por la ley y por los 16 Länder—Estados—cuidando celosamente su terreno.

El terrorismo por cuenta propia es tanto una bendición como una perdición. Débil, aislado y desarticulado, el nazismo 2.0 no puede demoler el orden liberal; esa es la parte buena. Pero precisamente por esta razón, los conspiradores son tan difíciles de descubrir antes que ataquen.

¿Cómo arrestas a un aspirante a Führer que es meramente un rostro en la multitud? ¿O parte de una pequeña célula? Tales independientes no se pavonean por ahí en camisas marrones o hacen olas reclutando un movimiento. Ellos dragan la red oscura en silencio. Los asesinos dejan rastro, escupiendo odio y acaparando armas, pero estos se suman a un patrón sólo cuando se lee hacia atrás, después que el acto está hecho.

Los chinos no tienen tales problemas, no con su vigilancia de pared a pared, “puntuación social” y represión instantánea. El Occidente—Alemania y Estados Unidos—no puede pagar este precio. Sacrificar la libertad y el imperio de la ley es precisamente lo que quieren los terroristas, de derecha o izquierda.

 

*Josef Joffe se desempeña en el consejo editorial del semanario alemán Die Zeit. También es miembro en la Institución Hoover de Stanford.

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México