Enlace Judío México / Rab. Emanuel Feldman – Para muchos, el Nueve de Av (Tisha B’Av) no es su día favorito, sin embargo, para mí sí lo es, no porque sea un día placentero, sino por el significado tan profundo que representa.

Me gusta Tisha B’Av por lo que dice de los judíos: que somos un pueblo con memoria y sabemos que su pasado lo dirige hacia un futuro.

Hay muchos más italianos que judíos en el mundo, sin embargo, ni uno se lamenta por Roma. Hay muchos más griegos que judíos, pero la Acrópolis y el Partenón no son más que atracciones turísticas, ¿acaso alguien se lamenta por su destrucción?

Babilonia, Persia, Asiria, la gloria Antigua de Egipto, ¿quién se acuerda, quién derrama una lágrima, a quién le importa?

Me gusta Tisha B’Av, porque solo un pueblo que puede llorar algún día aprenderá a reír.

Y me gusta Tisha B’Av porque lo necesito.

En el seno de la riqueza y la comodidad, necesito quitarme los zapatos de cuero y oscurecer el cuarto. Necesito ayunar y disciplinarme. Necesito leer las Lamentaciones y llorar por el martirio de mi pueblo, por su historia sangrienta. Necesito voltear la vista al exterior.

Necesito Tisha B’Av porque me recuerda qué es ser un judío; me recuerda que Esaú odia a Jacobo, que el faraón oprime a Israel y que Hamán busca destruirnos; que los imperios del mundo aborrecen al judío porque pertenece a “una nación que camina sola.”

Me gusta Tisha B’Av porque me enseña a ser profundo; me recuerda que los sucesos históricos no son simplemente historia para el judaísmo, no son simplemente eventos. La “historia” y los “eventos” suceden en un determinado punto en el tiempo y en el judaísmo una vez que un suceso ocurre continúa siendo parte de nosotros. Es un descubrimiento continuo, una realidad nueva, un conocimiento que permanece en el tiempo, representa una nueva conciencia.

Cuando por fin adquieres un conocimiento nuevo, éste se vuelve parte de quien eres para siempre. En días específicos celebramos que ciertos conocimientos se volvieran parte de nuestra historia por primera vez. En Sucot celebramos la felicidad como un elemento básico de la vida, en Rosh Hashana la omnipotencia divina y en Pesaj la cercanía de D-os a nuestro mundo; todos son conocimientos que en esas fechas fueron reveladas por primera vez en el universo. En Tisha B’Av los elementos de tragedia y desastre fueron presentados a nosotros por primera vez.

Un hombre una vez me dijo: “¿Por qué te preocupas por un suceso que ocurrió hace 2,000 años? ¿Por qué lamentarse, por qué suspirar? Tenemos el Israel moderno, deberíamos celebrar.”

¿Hay algún país más preocupado por la seguridad cotidiana de sus ciudadanos que Israel, o alguno que tenga más experiencias de decepción al ver aliados apartarse y endurecerse súbitamente a la menor provocación?

Ningún otro país tiene que luchar continuamente por la soberanía de sus capitales antiguas. Ningún otro país está restringido en su derecho a visitar y procurar los antiguos sitios sagrados en su propia tierra.

Una de las razones principales por las que el templo fue destruido y empezó nuestro exilio fue gracias al odio gratuito entre judíos; el cual aún existe. Tisha B’Av es un buen día para valorar la unidad y la tolerancia.

Me gusta Tisha B’Av porque contiene un mensaje de profunda esperanza y fe. En este día nuestros Sabios nos dicen que nació el mesías. Que entendimiento tan profundo, que irónico y que justo, en el día de la destrucción, la redención empezó. El final fue un nuevo comienzo. “Danos dicha conforme a los días de nuestro sufrimiento” dice el salmista.

En el Shabat previo a Tisha B’Av leemos el primer capítulo de Isaías, el capítulo del reclamo. En el Shabat siguiente leemos el capítulo 40 “Consuela, consuela a Mi pueblo”

En medida que nuestras lágrimas sean reales también el consuelo será real.

Fuente: torah.org