Enlace Judío México e Israel- Quiero compartir mi experiencia cuando estuve a punto de perder a mi hijo después de que se le hizo el brit milá; lo hago para que nadie más, nunca más, tenga que pasar por algo así…

JENNIFER TROICE

Mi tercer embarazo fue normal como los dos anteriores, mi bebé nació a las 37.3 semanas pesando 3.280 kilos y midiendo 51cm: un parto normal. A los 8 días se le hizo el bris y se siguieron las indicaciones recetadas; la enfermera del mohel pasó la noche con nosotros y todo parecía proceder sin ninguna complicación.

Leonardo era un bebé muy fácil: tranquilo, casi no lloraba y dormía bien. Hasta esa noche… La verdad no me preocupó que estuviera inquieto y llorón esa noche, pues me pareció natural dado el procedimiento, pero pasó una muy mala noche y la mañana siguiente siguió estando muy inquieto. Después de una mañana muy pesada, con el bebé llorando constantemente y sin poder dormir, por fin logré que se quedara dormido para ir por mi hijo mayor al camión.

Pero, cuando lo vi de reojo en mi cama, me asusté e incluso tuve que acercarme para ver si estaba respirando porque se veía muy raro. Decidí llevármelo en el reboso y, cuando regresamos a la casa y lo saqué del reboso, estaba morado. Hasta mi hijo de 5 años preguntó qué tenía Leo.

Para mi fortuna era lunes y los lunes mi esposo, que es médico, viene a comer a la casa. En cuanto vio a Leonardo se alarmó y le habló a la neonatóloga para describirle los síntomas y de inmediato decidimos llevarlo al hospital.

No hay palabras que puedan describir lo que pasamos esa noche y las siguientes nueve con nuestro bebé en terapia intensiva, luchando por su vida. En el hospital nos dijeron que esto había sido resultado del empleo, aparentemente excesivo, de un medicamento contraindicado en bebés recién nacidos. Descubrimos que la anestesia local que le habían aplicado en la ceremonia y en las curaciones lo había intoxicado causándole metahemoglobinemia. Estaba saturando en 64%, con los labios y extremidades moradas y todo el cuerpo color ceniza.

Afortunadamente, a través de médicos que nos apoyaron desde Estados Unidos, dimos con el tratamiento y supimos cómo aplicarle el antídoto y sólo entonces comenzó a mejorar. Para entonces, nuestro hijo tuvo que pasar por varios estudios y piquetes antes de poder descartar alguna secuela por esta falta de oxigenación durante tantas horas.

Hoy, Leonardo tiene 8 meses y es un bebé perfectamente normal y con muy buena salud, pero no puedo quitarme de la mente lo cerca que estuvimos de perderlo y no poder contar su historia. Por eso, mi motivación al escribir esto no es la de buscar culpables sino el de alertar a los papás que en el futuro pasen por el procedimiento ritual del brit milá de los riesgos que existen cuando se mal emplean los medicamentos. Traté de hacerlo de manera privada pero no encontré eco y, luego de tanto tiempo, lo hago de esta manera.

Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos y no nos gusta verlos sufrir, pero lo que yo aprendí en esto es que el uso de medicamentos anestésicos (como Xilocaína, Lidocaína y EMLA) en el Brit Milá entraña un riesgo que, como muestra nuestro caso, puede ser demasiado alto.

Como podrán imaginar, para mí esta fue una experiencia espantosa y un aprendizaje forzado y por eso lo cuento aquí. Gracias por leerme y ojalá que ningún otro bebé pase por algo así en nuestra gran familia israelita.

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