Enlace Judío México e Israel.- La presencia judía durante el Imperio ruso de los Zares albergó en el siglo XIX a cerca de 5 millones de judíos, la mayoría pequeños comerciantes y artesanos. En sus vastos territorios, los judíos fueron sujetos de discriminación y pogromos (actos de violencia). En ese periodo la población judía de Rusia era la mayor del mundo, no obstante, en el Imperio la comunidad floreció y desarrolló muchas de las tradiciones teológicas y culturales más distintivas del judaísmo moderno. En este contexto, la ley prohibía a los judíos estudiar en las principales universidades del país y acceder a altos cargos de la administración, por lo que residían en regiones periféricas del Imperio como Lituania, Polonia, Ucrania o Bielorrusia.

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

En vísperas de la Revolución de febrero de 1917 que derrocó al régimen de los zares, el Partido Bolchevique que tenía 10 mil miembros, de los cuales 364 eran judíos. Una vez acabada la guerra civil rusa en 1922, el partido tenía 44,148 miembros, más de 3 mil de este grupo tenía cargos de responsabilidad en la organización; de los 15 comisarios nombrados por Lenin en 1919, 6 eran judíos: Trosky, Uritsky, Steinberg, Teodorovich, Diamnstein y Sokolnicov.

En la URSS el gobierno decidió crear una región autónoma donde vivieran los judíos, Birubidzhan (8 mil km al este de Moscú, la capital), esta región se convirtió en la primera patria de los judíos, donde hubo asentamientos 20 años antes de que Israel fue creado en 1948. Por el anticlericalismo de los bolcheviques se fundó una sección judía para desplegar su lucha contra los rabinos y el judaísmo, al igual que con otras religiones, se cerraron sinagogas y detuvieron y fusilaron a rabinos; fue perseguido el idioma sagrado de los judíos, el hebreo, cuya enseñanza fue prohibida hasta 1988. El judaísmo como religión no fue bienvenido, incluso se les prohibió fabricar pan ácimo (matzá) para celebrar la Pascua Judía que conmemora su éxodo de Egipto, la matzá se vendía clandestinamente.

El antisemitismo a nivel popular, impulsado por la Iglesia Ortodoxa Rusa, se dejó sentir durante todos los años del poder soviético. El dictador Joseph Stalin, en un ambiente antisemita, organizó varios pogromos y aprobó la quema de libros en yidish (el idioma que hablaban los judíos del Centro y Este de Europa). En la era de la Unión Soviética también los judíos tenían vedado el ingreso a las más prestigiosas universidades del país, lo cual derivó a que asistieran a instituciones académicas de menor prestigio como el Instituto del Petróleo y Gas, que fue la base para que después de la caída de la Unión Soviética, al final de los ochentas, 6 de cada 7 oligarcas rusos más adinerados en el sector petrolero fueran de ascendencia judía. Posteriormente, los oligarcas judíos incursionaron en la política y formaron parte de la actual oposición; varios de ellos, por presiones del gobierno se vieron precisados a refugiarse en Israel.

Por otra parte, en el periodo soviético la gente veía a los judíos en la élite del poder, y pensaban “que era injusto que se quedaran con los mejores trabajos”; ante el antisemitismo de los comunistas, muchos judíos trataron de ocultar su identidad.

Durante la Segunda Guerra Mundial los judíos rusos, al igual que en otros países europeos invadidos por los nazis, se dispuso de inmediato su exterminio, al drama del Holocausto se sumaron los pogromos y asesinatos organizados por los colaboracionistas en territorios ocupados por las tropas alemanas, lo cual conllevó a la casi desaparición de la identidad de personas judías entre los prisioneros de guerra.

Después de la Segunda Guerra Mundial, continuaron las acciones antisemitas. Entre 1948 y 1949 Stalin ordenó la detención y fusilamiento de casi todos los miembros del Comité Antifascista, quienes fueron acusados de espionaje a favor de EUA.

Es de destacar que todavía a mediados de los ochentas, la educación y la práctica del judaísmo, “eran brutalmente reprimidos”. Todo rastro de la vida judía que existía en Moscú tenía lugar de manera clandestina. La Sinagoga Coral, la única que se permitía operar en Moscú, “estaba llena de espías del gobierno”.

En 1959 en la Unión Soviética la comunidad judía tenía 2.8 millones de judíos, entre 1989, cuando se liberalizó la emigración en Rusia, y hasta 2002, el 40.0% de los judíos rusos abandonó el país, alrededor de 1.2 millones, su número ascendió 1.6 millones en el 2009), muchos de ellos se asentaron en Israel. Ciertamente, la salida masiva de judíos rusos a Israel se inició en la década de los noventas cuando el gobierno liberal de Mijail Gorvachov abrió las fronteras de la URSS. Los judíos rusos decidieron emigrar a Israel porque EUA cambió su política de recibir a los judíos rusos como refugiados y no permitió su llegada ilimitada a su territorio, en cambio, Israel estuvo dispuesto a recibirlos de manera incondicional. La mayoría de los emigrantes judíos eran menores de 40 años.

El profesor Jonathan Sarna de la Universidad de Brandies de Inglaterra, señala que en contraste con lo que sucedía en el periodo de la URSS, en la actualidad la vida judía en Rusia tiene lugar en público en todo Moscú. En el presente existen por lo menos 4 escuelas judías en Moscú que enseñan una variedad de temas religiosos y seculares, se imparten clases de hebreo, incluso la Universidad Estatal de Moscú tiene un Departamento de Estudios Judaicos; hoy día Moscú alberga alrededor de 20 sinagogas.

En el 2002 cuando se realizó el último censo sobre la comunidad judía en Rusia, habitaban en el país 435 mil judíos; en el presente viven alrededor de 180 mil.

Las familias pequeñas y las altas tasas de asimilación y matrimonios mixtos han llevado a que menos judíos se identifiquen como tales. Alrededor del 80.0% de los judíos no ortodoxos se casan con personas no judías. Hoy día, la comunidad judía en Rusia es abrumadoramente urbana; un poco más de la mitad viven en Moscú y su zona de influencia, 20.0% en San Petesburgo y el resto en otras ciudades grandes.

En el 2012 se abrió en Moscú el Museo y Centro de Tolerancia en una superficie total de 15 mil metros cuadrados. El Museo cuenta con una presentación multimedia de nivel mundial sobre la historia de la judería rusa y se convirtió en uno de los museos más prestigiados de Europa. El complejo del Museo comprende una sinagoga, un centro comunitario, escuelas, una editorial, una biblioteca y oficina de Doctorado. El Presidente de Rusia, Vladimir Putin, apoyó la creación del Centro de Tolerancia, incluso donó un mes de su salario para tal propósito.

El Gran Rabino de Rusia, Berel Lazar, afiliado al grupo ortodoxo Jabad, explica que la experiencia que moldeó favorablemente la opinión de Putin sobre los judíos y el judaísmo, es que cuando era niño creció en el seno de una familia muy pobre, tuvo la fortuna que al lado de su casa viviera una familia judía Jasidica que siempre lo invitaba a su hogar y era extremadamente amable con él, en una época que serlo era peligroso.

El padre de la familia se llamaba Anatoly Rakhlin; en su libro, Putin recuerda haber llorado en el funeral de Anatoly. Asimismo, su maestra judía de secundaria, Mina Yudskaya dejó una huella duradera en Putin. Años después, al enterarse que su maestra vivía en Tel-Aviv y tenía poco dinero, Putin le compró un departamento.

A medida que Putin creció en el ámbito político, sus cálidos sentimientos personales hacia la comunidad judía lo motivaron a ayudarla. Cuando Putin fue vicepresidente de Leningrado, hoy son Petesburgo, dio permiso para que se abriera la primera escuela judía de esa ciudad. En San Petesburgo también renació la vida judía: sinagogas, un Centro Comunitario judío, escuelas, un Centro Religioso Hilel para adultos. San Petesburgo fue una ciudad que en 1917 prohibió la residencia de judíos y las cenas públicas del shabat (sábado).

En este entorno del judaísmo ruso, cada primavera, jóvenes rabinos y estudiantes de la yeshiva (escuela religiosa) viajan a diferentes pueblos y ciudades que carecen de rabinos para llevar a cabo el Seder, una comida ritual de la pascua judía (pésaj).

Varias escuelas judías en Moscú y en San Petesburgo enfrentan desafíos por la difícil situación financiera de los padres de sus alumnos, diferentes escuelas judías son sustentadas por filántropos rusos y extranjeros. Por otra parte, a pesar de los gestos de Putin a favor de los judíos, la Rusia actual presenta niveles preocupantes de antisemitismo, una encuesta de la Liga de Antidifamación del 2018 reveló que casi una cuarta parte de los rusos tienen opiniones antisemitas.

Los incidentes antisemitas han cobrado vigor en Rusia, parte de estos son instigados por campañas de funcionarios gubernamentales de alta jerarquía. Así por ejemplo en enero del 2017, Peter Tolstoy, vocero del Parlamento Ruso, acusó a los judíos “de continuar la obra de sus ancestros, quienes derrumbaron nuestras iglesias y persiguieron a los cristianos”; en la Rusia actual se observa salida de judíos rusos a Israel; 6,716 en el 2015 y 7,000en el 2016. En este ámbito, el gobierno Putin ha implementado una fuerte represión contra sus adversarios políticos que han pedido reformas, que ha afectado a los líderes de la oposición liberal en su mayoría judíos o con raíces judías.