PETER KATZ

Según evidencia arqueológica, se encontraron menciones de “judíos” en antiguos documentos, bien preservados, según los cuales estos llegaron a lo que hoy es el centro de la Rusia Europea, Belarus, en el siglo XVI. Allí probablemente tuvieron contacto, además de la población local eslava, con refugiados jazares que huían de las huestes mongoles, que  pretendían invadir toda Europa y que en realidad llegaron hasta los territorios que actualmente son Hungría y Rumania.

Recordemos que los jazares fueron un pueblo oriental que se convirtió al judaísmo en el siglo X. Como eran circuncidados, no hubo problema para que se mezclaran con las poblaciones judías en Ucrania y en Belarus.

Los pueblos que vivían en esta parte de Rusia ya estaban convertidos al cristianismo, conocían la escritura cirílica y practicaban la religión ortodoxa. Las dos ciudades importantes de esta región, rica en agricultura, eran Minsk y Kiev. Ucrania, que era el nombre de la región, se extendía hasta el Mar Negro, siendo su puerto, ya en aquel entonces, Odessa.

Para el siglo XVIII estas dos regiones eran densamente pobladas por judíos, que en algún momento habían emigrado desde Ashkenaz, Alemania y Alsacia, y que vivían principalmente en aldeas. Se dedicaban al comercio y no podían estar activos en la agricultura, sino únicamente en el comercio de productos agrícolas. Tenían prohibido asentarse en las ciudades. Inclusive para visitarlas, necesitaban un permiso especial.

Para conseguir un permiso de residencia tenían que demostrar, que venían como inversionistas, para crear alguna industria o abrir algún negocio y tener medios de subsistencia acreditables. Sin embargo y a pesar de esta restricción, existía una numerosa comunidad judía en la Capital del Imperio, San Petersburgo. Gente letrada, algunos de los cuales tenían estudios universitarios y que lograron ser influyentes en el gobierno, sobre todo durante el reinado del Zar Alejandro II.

En 1796 la Emperatriz Yekaterina decretó en forma de una Ukaze denominado “Chertá Yevreyeska Ozleti” que daba permiso a los judíos a poblar una vasta región que iba prácticamente desde el mar Báltico (Riga) hasta el mar Negro (Odessa). Este territorio es conocido en la historia como “Pale of Settlement”. En este territorio es donde se desarrolló la vida y la cultura judía hasta la llegada de los invasores alemanes en 1941. Hay que mencionar que en el siglo XIX empezó una gran emigración hacia el Continente Americano, debido a los constantes Pogroms, persecuciones a matar contra aldeas judías, en los que la policía local no hacía nada para impedir asesinatos y violaciones, que a su vez producían huida forzada o voluntaria de sus habitantes.

En la segunda mitad del siglo XIX emigraron del Imperio Ruso más de un millón de judíos hacia tierras más acogedoras. La mayor emigración fue hacia los Estados Unidos de Norteamérica, “Di Goldene Medine”. En menor número se dio una corriente migratoria a Argentina, donde se establecieron colonias agrícolas en territorios vírgenes. Otros emigrantes que salieron de Rusia, se establecieron en países de la Europa Occidental como Inglaterra y Francia.

A raíz de la revolución rusa de 1917, los judíos rusos tuvieron acceso a instalarse en ciudades fuera de la Chertá. Una libertad que no tenían antes. Muchos se fueron a Moscú y a San Petersburgo, preferentemente. Pero otros se instalaron en ciudades como Smolensk, Kharkov, Odessa, Orel, Yaroslav y Novgorod, por mencionar las más conocidas.

En las ciudades ya funcionaban Escuelas de Enseñanza Superior, en las que podían ingresar alumnos judíos y de cualquier otro origen étnico. La educación en la  Unión Soviética era accesible para todos.

Muchos jóvenes judíos salieron matriculados de las Universidades, encontrando trabajo en la nueva economía socialista. Varios de ellos fueron galardonados con el Premio Nobel, desde 1920 hasta la actualidad.

Es digno de hacer notar que en San Petersburgo, capital del Imperio, nacieron organizaciones judías de servicio humanitario, que después fueron de alcance mundial, reconocidas oficialmente por varios gobiernos, que inclusive se servían de ellas, en países en los que vivían importantes comunidades judías.

Estas organizaciones de servicio fueron fundadas en la capital del Imperio. El ORT “Obchestvo Razunie Truda” (Organización para la Capacitación Artesanal y Agrícola) en 1880 por Nikolai Bakst, Profesor de Fisiología en la Universidad de San Petersburgo y en la Escuela de Estudios Superiores de Medicina para Mujeres, en la misma ciudad; y por Samuel Poliakov, Contratista de Ferrocarriles. Desde luego hubo muchos otros filántropos judíos que aportaron importantes sumas. Fue durante el reinado del Zar Alejandro II, quien era un hombre de ideas avanzadas y de pensamiento liberal.

Uno de sus consejeros para asuntos judíos era el Barón Horace de Gunzburg, quien también aportó, además de su influencia, amplios recursos monetarios al ORT. Fue el principal sostén financiero hasta la Revolución.

En San Petersburgo había una gran actividad industrial en la que participaban los judíos. Banqueros, ingenieros y técnicos, participaron en la planeación y después en la construcción del Ferrocarril Transiberiano, que iba desde San Petersburgo, en el Occidente, hasta Vladivostok, en el Oriente. Todavía antes de la Revolución se construyó un ramal que llegaba hasta Jarbin en China. De las universidades rusas salían ingenieros y doctores en medicina, que gracias a la Emancipación, pudieron estudiar y luego participar en el crecimiento de una economía puramente capitalista y muy exitosa.

Ya más tarde los señores David Lvovitch, Leon Bramson y Aaron Syngalowsky dirigieron la organización que ya existía en todos los países europeos como Unión Mundial con sede en Berlín y oficinas en Argentina y en los Estados de Unidos de América.

En Argentina, la ORT y la OSE iniciaron actividades en 1929 con amplia atención médica a los inmigrantes que llegaban de Europa, para trabajar en las colonias agrícolas, situadas en las provincias de Entre Ríos, Buenos Aires y Córdoba.

En México las actividades de la OSE se iniciaron en 1941, cuando llegaron al país inmigrantes de Europa cuya actividad fue interrumpida por la Segunda Guerra Mundial. La OSE ha crecido en nuestro país, con el apoyo de la Comunidad, y hoy atiende un amplio sector inter-comunitario, con servicios de salud de primer orden.

En San Petersburgo, esta institución de salud contaba con el apoyo financiero del Barón de Gunzburg y del dinamismo organizacional de León Katzenelson, y con el apoyo de los pudientes de la comunidad judía en la Capital de Imperio.

La OSE “Ojranie Sdroviya Yevreiska” (Unión Mundial para la Protección de la Salud de los Judíos) fue fundada en San Petersburgo en 1912. Lograron establecer clínicas, hospitales y consultorios médicos en el Imperio Ruso. Tuvo una distinguida función en pro de los refugiados del teatro de la guerra (1917). También manejaba campamentos de verano para los jóvenes que estaban de vacaciones.

Es interesante notar que a petición del gobierno revolucionario soviético, la OSE continuó sus actividades, a petición de las autoridades soviéticas. La actividad de la OSE se había extendido a Polonia, Lituania, Letonia y Rumania. Se formó una asociación independiente con el nombre de T.O.Z. “Towarystwo Ochrony Zdrowia” que alcanzó a tener en 1939 (antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial) a más de 15 mil médicos, enfermeras y psicólogos en 34 poli-clínicas en estos territorios.

A fines del siglo XIX, las comunidades judías en Rusia se centraban, como ya dijimos, sobretodo en la “Chertá”. Había sin embargo importantes comunidades en San Petersburgo, en Moscú, en Varsovia, en Kovno, Vilna y Riga. A las ciudades había llegado la Emancipación y la posibilidad para los jóvenes judíos de estudiar en las Universidades locales o en el extranjero.