Enlace Judío México e Israel.- Al entender su problema de tiroteos masivos, Estados Unidos puede aprender algunas cosas de la historia meso-oriental reciente.

REUEL MARC GERECHT

Los jóvenes varones asesinos de Estados Unidos, quienes se vanaglorian en la matanza indiscriminada, son una erupción occidental de un fenómeno más grande. Lo que es llamado a menudo “terrorismo apátrida,” o extremismo letal por parte de individuos y grupos, podría ser descripto de forma tan adecuada como un varón chiflado. Esta convulsión ha sido más aguda en el Medio Oriente musulmán, donde el autoritarismo moderno ha arrasado el pasado, liberando a los hombres jóvenes de las restricciones sociales una vez poderosas y exponiéndolos a una rebelión religiosa radical. Estados Unidos—el motor implacable de innovación y cambio—ahora enfrenta también un estallido de jóvenes hombres desconectados asesinando de forma exuberante.

Hacen falta relativamente pocos hombres volviéndose locos, si usan el tipo correcto de violencia, para trastornar comunidades. Los hombres tienen una capacidad extraordinaria, y renovable para la violencia. Puede ser dirigida o sin rumbo, redentora o nihilista, solitaria o fraternal. “Los locos” revelan lo que los guerreros a menudo sólo admiten reticentemente: Matar es estimulante. Con los hombres jóvenes, en quienes las pasiones son inmediatas, puede ser adictivo.

La civilización islámica ha estado plagada por hombres jóvenes extremadamente violentos desde la década de 1970, y comparar estos asesinos con los nuestros ofrece visiones que ayudan a ilustrar lo que está enfrentando Estados Unidos. Las sociedades musulmanas—particularmente en tierras árabes—han tenido una crisis duradera de legitimidad y patriarcado desde la Segunda Guerra Mundial. No es una coincidencia que el yihadismo haya sido particularmente bárbaro contra prójimos musulmanes en sociedades como Irak, Siria, Argelia y Egipto. Allí los gobernantes laicos acabaron con las jerarquías locales que preservaban las costumbres de los hombres más ancianos y más cosmopolitas que gobernaron el Imperio Otomano.

Los militantes musulmanes asesinos, como los más peligrosos hombres jóvenes de Estados Unidos, sienten el destino si no la ira justa detrás de ellos. Ellos recortan los recuerdos colectivos que mostraban amabilidad y consideración con mujeres y niños, incluso si eran infieles. Decapitar o violar a extranjeros porque eran no creyentes—una vez impensable para hombres criados en las tradiciones otomanas—se volvió halal, o permisible. Hace no mucho tiempo el Medio Oriente era más acogedor de los homosexuales que el Occidente cristiano—el sentido musulmán profundo de privacidad, y el eclecticismo e hipocresía tolerante que llega naturalmente a las antiguas culturas imperiales anuló las serias sanciones de la ley santa contra las relaciones contra el mismo sexo.

La juventud en el Medio Oriente musulmán vive cada vez más sin hombres o instituciones a las que respeten. Los hombres jóvenes son siempre más modernos en que tienen un sentido agudizado de quienes son como individuos agraviados; su fe está profundamente politizada. Su cultura circundante ha estado en rápida transición, volviéndose simultáneamente más occidentalizada—una cultura global americanizada está en todas partes, creando casi diariamente nuevas tentaciones y ofensas—y más religiosa. Los ortodoxos se aferran fuertemente y los militantes escupen un odio seductor y letal contra esas fuerzas, extranjeras y locales, que ellos ven como controlando sus vidas.

Omar Mateen, quien mató a 49 en el club nocturno Pulse, nació en Estados Unidos. Menos su identidad islámica radicalizada, él seguramente no era tan diferente de los “nacionalistas blancos” que abaten a tiros a negros, hispánicos y muchos caucásicos. Las descripciones de los yihadistas deben repetirse en voz alta para cualquiera que esté observando a los peores asesinos no musulmanes de Estados Unidos. Mateen estaba fuera de control, con un padre negligente y sin un círculo de hombres que pudieran guiarlo de la autodestrucción. El encontró la militancia online, en la “ummah global,”esa comunidad imaginaria de creyentes bajo sitio, y quizás más personalmente en un viaje a Arabia Saudita.

La cuestión más temible en Estados Unidos no son las armas, aunque quizás tendríamos menos muertos si no existiera la Segunda Enmienda. Las armas siempre han sido abundantes en EE.UU. Los hombres jóvenes matando extraños en grandes números por deporte. El problema desbordante es que la socialización de los varones jóvenes está fallando. Esto ha sido así entre los afroestadounidenses desde la década de 1960, cuando la violencia de negros contra negros comenzó a remontarse a niveles de guerras pequeñas. Pero los hombres jóvenes negros, quizás porque son una minoría arraigada profundamente, no han visto este instinto asesino escalar a matanza indiscriminada en masa. Los hombres jóvenes abatiendo a tiros a otra gente joven en escuelas o centros de compras parecen ser distintivos de la cultura euro-estadounidense dominante.

Estados Unidos se ha vuelto perplejo por el empoderamiento femenino y la asquerosidad de los hombres glotones; debe estar más preocupado por los hombres jóvenes que matan tan fácilmente a mujeres y niños a pesar del imperativo masculino tradicional de protegerlos. Históricamente, lo único que detiene a tales hombres jóvenes son los hombres más viejos y más fuertes, que obligan a la emulación a través del ejemplo, amor y coerción.

Es difícil imaginar situaciones en las cuales el Medio Oriente se vuelve a armar, en gran parte porque sus políticas dictatoriales son tan brutales, y porque las familias patriarcales multigeneracionales, una vez un emblema de la sociedad musulmana han sido muy fracturadas. Demasiados hombres jóvenes son susceptibles a los llamados a la violencia extrema.

Estados Unidos está obviamente en mejor forma vastamente. Los problemas estadounidenses con la modernidad probablemente serán siempre menos intensos ya que Estados Unidos es el progenitor principal del “progreso,” y nuestra política democrática permite que sean liberadas pasiones profundas en el combate electoral. Pero estamos absorbiendo el cambio menos exitosamente que lo que solíamos hacer.

El genio dinámico del Occidente, su individualismo implacable—el cual alimenta tanto la ambición que altera el mundo y la ansiedad atomizadora—deja inevitablemente mucho daño colateral.

Nunca debimos pensar que el colapso social no puede suceder aquí. Hace no mucho tiempo, los occidentales podían viajar al Medio Oriente de manera más segura que a muchas áreas de Estados Unidos. Cuando las cosas dan camino, cuando las fuerzas oscuras surgen en los hombres, el infierno nunca está lejos.

 

 

*Marc Gerecht, ex oficial de caso de la CIA, es miembro principal en la Fundación para la Defensa de las Democracias.

 

Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México