Enlace Judío México e Israel.- Mientras el Hezbolá chiita libanés decide ir a una guerra contra “maniquíes israelíes” y hace el ridículo militar junto a la República Islámica de Irán, su mentor, varios son los grupos libaneses que luchan por definir su identidad, lo que en muchos casos lleva a divisiones sectarias y sangrientas. En consecuencia, se aprecia que los “nacionalismos” y grupos sectarios confesionales continúan fallando en materia de establecer una sola identidad nacional.

GEORGE CHAYA

Por supuesto que esos nacionalismos cambian con el tiempo, ha sucedido que algunas lealtades pueden ser abandonadas y siempre se evidencian algunos cambios, pero sus principios, en última instancia, “nunca cambian”.

Contrariamente a la afirmación de que la lealtad a un grupo contradice la idea de una nación, la realidad es claramente un poco más complicada. Cada grupo es “nacional” en el sentido de que se jacta de su nación según la interpreta. Pero cada grupo define su “nacionalismo” de acuerdo con sus sentimientos y su propia historia.

Estas expresiones son nacionalismos que no convergen para formar una idea nacional superior en defensa y apoyo de instituciones que fortalezcan la República, sino que chocan entre ellas a cada paso.

Líbano cuenta con al menos cuatro nacionalismos. Tres se basan en un cierto pasado y uno dice que allana el camino para el futuro.

El primero y más antiguo es el maronitismo, sus raíces pueden encontrarse desde 1920. Este nacionalismo fue la fuente de todos los principios y también determinó lo que puede considerarse nacional y lo que no. Esta es la razón por la cual muchos líderes maronitas dicen “los libaneses quieren esto” y “no quieren aquello”. Sin embargo, sin ser excluyentes sobre las demás comunidades, cuando usan el término “libanés”, se refieren a los cristianos.

En contraste con este profundo defecto, el maronitismo tiene una virtud: su renuencia a imponer sus puntos de vista sobre los demás. La “hegemonía maronita” en el Líbano ha desarrollado una ideología que muchos libaneses desean que se institucionalice. Pero en cambio, se ha reducido a los libros de historia. Esta ideología basa su creencia en abrirse a Occidente y comunicarse con su entorno. También cree en el Líbano como un “refugio seguro para las minorías” y pide mantenerlo alejado de los conflictos regionales. Tal nacionalismo, sin embargo, oculta una severa sensación de aislamiento.
Por otro lado, el nacionalismo sunita, aunque tardó en emerger, se basa en apoyar y estar “con” un lado y “en contra” de otro hasta el final. Está preparado para “fusionarse” con quien sea que apoye, como el nasserismo o la resistencia palestina y también para entablar un enfrentamiento directo con sus oponentes.

Rafik Hariri introdujo significados adicionales al nacionalismo sunita conocido sin confrontar sus antiguas definiciones. Hariri sacó a la luz sus aspectos económicos y financieros y se inspiró en el nacionalismo maronita y su anhelo por calmar las tensiones regionales.

Por varias razones, los nacionalismos maronitas y sunitas, odiaron y rechazaron las guerras y los conflictos, y solo buscaban la paz. Los conflictos regionales, sin embargo, arrasaron con el nacionalismo maronita y lo transformaron en una retórica folclórica que crece aún más día a día. Los conflictos regionales también destruyeron el nacionalismo sunita, matando a su fundador y dejándolo en una crisis existencial: las experiencias pasadas de Hariri y Palestina ya no son aplicables hoy.

En medio de todos estos desarrollos, el nacionalismo chiíta fue fundado por Moussa al-Sadr en la década de 1960. Se basó en la retórica de izquierda y buscó con responsabilidad la justicia social sobre la base de la “postergación social y económica de la que esa comunidad era víctima”.

Más tarde, al heredar el viejo nacionalismo sunita, el chiísmo se hizo cargo del llamado del populismo y lo transformó en una lucha islámica bajo la influencia persa. Por lo tanto, según el nacionalismo chiíta, para ser un ciudadano libanés, uno debe defender causas mayores y, con ellas, mayores poderes, aun a través de las armas de ser necesario, con prescindencia de ganar o perder un conflicto siempre que permita ir al futuro emergiendo debajo de los escombros si fuera necesario.

Dada su atracción por causas, poderes y religión, el nacionalismo chiíta se transformó en un escenario de conflicto con todos los demás nacionalismos. A partir de la influencia de la religión, el nacionalismo chiíta se ve impedido de entender que maronitas y sunitas ya dejaron de lado esas viejas posiciones.

En cuanto al nacionalismo druso, su fundador, Kamal Jumblatt, dio a este nacionalismo que precedió al nacionalismo maronita el énfasis en el papel de las minorías, y se anticipó al nacionalismo chiíta al hablar de progreso y justicia social. El nacionalismo druso, construyó su fortaleza en las regiones montañosas, entre las minorías del Líbano. Se fortaleció y encontró su base de apoyo a través de su retórica social y expandió el poder de un grupo minoritario pero fuerte.

Sin embargo, su falta de una grande base popular dada el menor número de la comunidad drusa frente a las demás, significaba que este nacionalismo estaba condenado al fracaso. Hoy los chiitas saben que es fácil apoderarse de su tierra porque no tiene un número suficiente de combatientes, los drusos lo saben y ya han padecido en su zona las incursiones armadas y violentas de sectores chiítas como Hezbolá

Los cristianos cimentaron la idea de las montañas y las minorías y los chiítas usurparon aspectos sociales y reclamaron históricamente todo lo que engloba la palabra “revolución”, independientemente de su contexto y objetivos.

Existen otros nacionalismos en el Líbano: los nacionalismos armenios y kurdos que muestran una profunda animosidad hacia Turquía, tanto igual como la base del nacionalismo libanés. Otra minoría musulmana, los alawitas libaneses, creen que la “amistad” con el régimen sirio de Bachar de Assad es la base de su nacionalismo.

También existe un nacionalismo como “movimiento nacional”, cuyo nacionalismo ha dejado de mencionar al Líbano, y en su lugar, se siente más cómodo cuando se define como en constante lucha contra Israel y simbolizando la oposición al imperialismo.

Todos los nacionalismos mencionados han fracasado en establecer un Estado Nación unificado y fuerte para la “unidad del Líbano”. Todos han defeccionado en el sentido de ciudadanía y república sencillamente porque han dado relevancia a su secta y comunidad. Todos han colaborado en socavar las instituciones democráticas libanesas y son responsables por las desgracias del Líbano como país.

Entre tanta necedad, fanatismo y egoísmo, lo único que une a estos perimidos nacionalismo sectarios y religiosos es que, todos ellos, hipócritamente se ponen de pie y cantan cuando se interpreta el himno nacional del Líbano. Pero se ponen en contra del país el resto del tiempo.

 

 

 

 

Fuente: infobae.com