Enlace Judío México e Israel.- Esta noche, cuando se pone el sol, nos reunimos una vez más como comunidad para dar la bienvenida a Yom Kipur. Más que en cualquier otro momento durante el año, somos capaces de comprender y sentir las cosas de una manera hermosa e inusual. Sean todos bienvenidos.

RABINO MARCELO RITTNER

Los vi llegar y sonreí feliz de volver a verlos. Los observé acomodarse lentamente en sus lugares, saludar a los amigos y vecinos, tomar en sus manos el Majzor. Y al ver entrar a otros, los observé pensando sobre el paso del tiempo en ellos y en nosotros mismos. El templo se llena, una emoción crece, una nostalgia se hace presente, aquí estamos. Gracias, Dios por la vida. El jazán ensambla nuestras voces en un canto que entremezcla alegría, temor, fragilidad, arrepentimiento, humildad, incertidumbre, perdón. Murmuramos Kol Nidrei, la solemne y conmovedora melodía que rezamos “le dor va dor”, de generación en generación. Y con ella y por ella, hoy hemos regresado a casa.

Hoy, este día de Kipur, es cuando debemos movernos hacia nuestro ser espiritual. Y al entrar en este día solemne, le pido a cada uno de ustedes, mi familia Bet El, que me perdone por cualquier ofensa que cometí como su rabino el año pasado, ya sea intencional o no. Que todos seamos sellados en el libro de la vida, Besefer ha Jaim. Amén ve amén.

Hace algún tiempo leí acerca de los patrones de migración del salmón. En algún momento de su proceso de crecimiento deben, entre otras cosas, cambiar del agua dulce de su río al agua salada del océano que los espera y allí pasan hasta cuatro años. Y es aquí donde comienza el verdadero drama, porque después en una de las grandes hazañas del reino animal, los salmones regresan a los ríos natales en los que fueron engendrados. Nadie está completamente seguro de cómo lo hacen. A pesar de que los obstáculos son gigantes, algunos pocos y orgullosos que desafían las probabilidades, retornan a su lugar de nacimiento. Y el ciclo de la vida, de generación en generación, dor l’dor, comienza de nuevo.

Cuanta similitud con nuestra vida, con esta noche de Yom Kipur. Hoy, los sonidos, los saludos, las palabras son señales de nuestro regreso a casa. Lamentablemente, no todos han regresado, y muchas de nuestras familias, y nuestra comunidad, se ven disminuidas por la ausencia de esos seres queridos. Entonces, también, recordamos que hay nuevas caras que abrazamos con cariño al igual que tú abrazas a Bet El como tu hogar judío. Kol Nidrei, la melodía y el recuerdo, memorias que pasamos por el corazón y nos conmueven.

Para muchos de nosotros aquí, este santuario está lleno de historias. Es un depósito de recuerdos que no conoce límites. Y sentimos que estamos más seguros, que tu voz cuenta, que la fuerza de la comunidad nos abraza. En nuestro viaje, siempre necesitamos escuchar sobre cómo lograr el crecimiento, cómo ser una mejor persona.

Esta noche es Yom Kipur, y nosotros hemos vuelto a casa y debemos convertirlo en una experiencia significativa y transformadora. Curiosamente, en Rosh Hashaná tratamos en las lecturas de la Torá y de la Haftará sobre hijos que dejan la casa. Recuerden la ansiedad de Abraham cuando su hijo Ismael es mandado al desierto, y luego su madre, Hagar, lo coloca a distancia ante la inseguridad del destino. Recuerden la plegaria de Hana hasta ver nacer a su hijo Shmuel, que al ser destetado se dedica al servicio de Dios. Recuerden cuando el segundo día leímos acerca del nacimiento de Itzjak, y el drama de la akedá, cuando se le ordena a Abraham sacrificarlo. Y finalmente la triste escena de Rajel llorando sus lágrimas por los hijos que se fueron. Noten que el tema común no es el matrimonio, ni siquiera el nacimiento de un hijo.

El crecimiento solo ocurre cuando una de las partes deja ir a la otra. Desde el Lej Lejá de Abraham para que saliera de su casa, a la huida de Yaacov de su casa, hasta Yosef, que fue enviado a Egipto, todos los héroes bíblicos, Rivka, Rajel, Lea, Ruth, Moshé, todos tuvieron que emigrar para convertirse en la persona que llegarían a ser. Incluso Adán y Eva logran la plenitud de su humanidad al abandonar el Gan Eden.

En ultima instancia se me ocurre que la razón por la que la Torá nos pide que imaginemos cómo se siente un padre o una madre cuando un hijo o hija se van de casa, es porque así es como se siente nuestro Avinu Malkeinu, nuestro padre, Dios, preocupado si nosotros, sus hijos, volveremos alguna vez a casa. Es una idea de no poca importancia darse cuenta de que el niño es cada uno de nosotros. Y nuestro padre es Dios. Ki anu baneja, rezamos, porque somos tus hijos. Ve ata Eloheinu, Tu eres nuestro Dios, nuestro Padre.

Y esta comprensión, este reconocimiento de que el verdadero padre en cuestión no soy yo, tú o ninguno de nosotros, sino Dios, es lo que hace que la pieza final del drama de Iamim Noraím encaje.
Y Dios nos dice: no importa a dónde te lleve la vida, y no importan los peligros que debas enfrentar en el camino, que siempre seas bendecido, bendecida para regresar a casa. El mundo afuera es peligroso, pero debes crecer.

Yom Kipur, es la oportunidad de movernos hacia nuestro ser espiritual. De descubrir que no tenemos una neshamá, sino que somos una neshamá. Y la neshamá eres tu mismo, porque eres un ser espiritual. Creemos que solo somos aquello que logramos ver, pero hoy se nos ofrece la oportunidad de trascender y abrazar nuestro verdadero sentido del yo. La pregunta que Dios nos hace en Yiom Kipur no es “¿Eres perfecto?”, sino, “¿Puedes crecer?”. ¿Estás cerca de ti? ¿Estás esta noche en casa?

Este relato, pone mi idea en perspectiva: Había una vez un rey que tenía una hija: una hija que tuvo que salir de casa, bueno, porque eso es lo que todos los hijos hicieron, y eso es lo que ella tenía que hacer. Pasaron los años, la hija caminó por este mundo y, con el tiempo, desarrolló su propia voz y sus propios intereses. Y el rey, por su parte, también continuó creciendo; él también era humano y necesitaba crecer. Finalmente, un día, el rey envió a sus ministros a buscar a su hija y pedirle que regresara. Cuando la localizaron, ella les respondió que no podía regresar al reino: ya no era la niña que había dejado su hogar años antes. Había cambiado demasiado. No era solo la princesa de su padre, era una mujer. Los ministros le trajeron la triste noticia al rey. El rey les dijo que le transmitieran a su hija el siguiente mensaje: “Regresa tan lejos como puedas, y yo iré el resto del camino para encontrarte”.

¿Es el cuento sobre un padre y un hijo reales? ¿Es una parábola sobre Dios y la humanidad? ¿O es una metáfora del retorno al niño interior? Sí a los tres. El llamado de la noche, el simbolismo es sobre nuestro regreso a casa. Vivimos en un mundo exterior lleno de obstáculos y peligros, nuestra esencia, nos hace regresar a casa, al calor de la familia, a la melodía que nos arranca alguna lágrima, a la noche que todas las generaciones nos reunimos, a sentirnos protegidos y abrazados. Y en este día de juicio y perdón, día de esperanza, recordamos y afirmamos que, a pesar de nuestro complejo mundo, es posible inclinar nuestras mentes y corazones a una mayor apreciación, conexión, un mayor significado y simjá.

El río del retorno siempre está ahí para quien lo busca. Que nuestros hijos, que todos los hijos de Dios encuentren su camino a casa siempre. Es lo que Dios, y cada padre, y cada madre deseamos. Dios reconoce nuestro semblante, reconoce nuestra voz, y conoce nuestros pensamientos e intenciones. Y está listo para perdonar. Este día nos recuerda que cada uno, todos tenemos trabajo que hacer, “por dentro y por fuera” de nuestro ser espiritual.

¿Qué podemos descubrir durante el ayuno de 24 horas de Yom Kipur? ¿Podemos ver con nuevos ojos? ¿Puedes aceptar el perdón de Dios y darlo a otros de quienes te has alejado? ¿Podemos sentir con un corazón roto? ¿Podemos escuchar con más atención y más compasión?

Esta noche y hasta mañana al ponerse el sol, las puertas del cielo están abiertas, y los anhelos y deseos más profundos de nuestro corazón pueden encontrar respuestas.

Nos reunimos esta noche porque nos necesitamos unos a otros, y en comunidad podemos sanar nuestras almas. Queremos construir relaciones más significativas, crear una vida espiritual más vibrante, generar mayor salud y vitalidad. Somos un alma, una conciencia, un ser espiritual y este día es nuestra oportunidad de trascender el momento.

Kol Nidrei y mañana Yom Kipur. ¿Qué eliges recordar? ¿Qué eliges cambiar? ¿Qué harás al respecto?
Bienvenidos a casa. Es buenos verlos, es bueno encontrarnos. Podemos abrir nuestros ojos a la presencia de Dios a nuestro alrededor, inclinar nuestro oído interno a la voz de Dios dentro de nosotros. Podemos traer bendiciones en la vida de otras personas. Y ciertamente a nuestra propia vida.

Este Yom Kipur, te deseo que encuentres que la experiencia transformadora de este día puede elevarte a ser más grande el próximo año que el año pasado, a reconocer tu propia neshamá, a estar un poco más cerca de la persona que Dios necesita que seamos.

Y a lo largo del día, Hakadosh Baruj Hu nos susurra en nuestro oído: “Regresa tan lejos como puedas, y yo iré el resto del camino para encontrarte”.

G’mar Jatima Tová.