Enlace Judío México e Israel.- El Rab de Brisk, Velvel Soloveitchik (1887-1959), estaba oficiando la ceremonia de una boda.  Había recitado las bendiciones del matrimonio [para los erusín], y el novio estaba por colocar el anillo en el dedo índice derecho de su novia. Debido a su nerviosismo, al novio se le cayó de las manos el anillo.

SALOMÓN MICHÁN M.

El padre del novio rápidamente lo levantó y se lo devolvió a su avergonzado hijo. El novio volvió a intentarlo, pero estaba tan nervioso que falló en calcular el ángulo correcto para insertar el anillo, este chocó contra el borde del dedo de la novia y volvió a caer. Una vez más, el padre del novio tomó el anillo y se lo volvió a dar a su hijo.

En ese momento la novia ya había comenzado a ponerse nerviosa. Finalmente el novio logró colocar el anillo en el dedo de la novia, pero la mano de ésta temblaba tanto que el anillo resbaló de su dedo y volvió a caer al suelo. Algunos espectadores manifestaron expresiones de asombro, y un pariente que estaba cerca levantó el anillo y lo devolvió al novio.

Entonces el Rab de Brisk, de una manera sumamente paternal, le dijo al novio que se calmara y que volviera a intentar colocar el anillo en el dedo de la novia. Finalmente logró hacerlo y todo el mundo suspiró con alivio.

Después de la jupá algunos alumnos se acercaron al Rab de Brisk y le preguntaron: “¿Acaso el hecho de que el anillo cayera tres veces no puede llegar a ser una señal divina respecto a que esta pareja no debía casarse?”

“De ninguna manera”- les respondió el Rab. “Cada cosa tiene su momento adecuado y el momento para que este casamiento se concretara no había llegado. El anillo tuvo que caer tres veces hasta que fue el momento exacto”.

Muchas veces presionamos a Dios para que nos mande lo que queremos, pero sólo Él sabe cuál es el mejor momento.

(Rab Pesaj Krohn, Along the Maggid’s Journey, páginas 267-268).

 

 

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