Enlace Judío México e Israel.- En poco tiempo el antisemitismo ha dado un salto. Ahora se manifiesta a plena luz del día y lo hace por boca de políticos con nombres y apellidos.

ROSA MASSAGUÉ

Siempre ha estado ahí, pero siendo algo socialmente reprobable, el antisemitismo se refugiaba en la nocturnidad y la alevosía. Su campo de acción era la profanación de tumbas judías, los ataques a sinagogas y otros actos vandálicos. O, si se atrevía a dar la cara, lo hacía escudándose en el anonimato de una masa exaltada, como un grupo de chalecos amarillos que, encontrando en una calle de París a Alain Finkielkraut, se ensañó con el filósofo de origen judío con insultos como “Cerdo sionista de mierda”, “Que te jodan” o “Francia es nuestra”.

En poco tiempo el antisemitismo ha dado un salto. Ahora se manifiesta a plena luz del día, da la cara y lo hace por boca de políticos con nombres y apellidos, algunos son representantes electos en parlamentos y ayuntamientos y vomitan su bilis desde espacios de democracia, o son militantes de formaciones no necesariamente ultras, fascistas o racistas. En el Reino Unido la cuestión ha entrado en la campaña electoral por vía de la carta del rabino jefe Ephraim Mirvis en la que manifestaba la preocupación de la comunidad judía ante la posibilidad de que Jeremy Corbyn y el laborismo ganen los comicios. El “veneno” del antisemitismo, decía, ha arraigado en aquel partido.

Se dirá que las palabras del jefe religioso son una injerencia en la política, pero los judíos británicos tienen sus buenas razones. El partido no revela el número de investigaciones que lleva a cabo entre sus filas, pero algunas fuentes aseguran que en la actualidad son 130. Con anterioridad ya ha habido expulsiones o retiradas de candidatos. La última, en plena campaña electoral, ha sido la de la aspirante en una circunscripción de Escocia.

Objeto de acusación constante

Ha habido diputados de origen judío que han abandonado el partido y otros que no lo son se han ido en solidaridad. Y reputados escritores como John Le Carré, Fay Weldon y William Boyd han expresado públicamente sus aprensiones sobre la deriva antisemita del partido bajo la dirección de Corbyn. El líder asegura que en el laborismo no hay lugar para el antisemitismo, pero en medio de la tormenta política, durante una entrevista en la BBC, se negó repetidamente a pedir disculpas a la comunidad judía por el tratamiento de la cuestión en su partido.

El antisemitismo tiene muchas facetas y se conjugan todas. De una parte, el maniqueísmo de una cerrada defensa de Palestina como la que ha hecho Corbyn durante sus largos años desde su escaño en Westminster convierte no solo a Israel, sino a todo lo judío, en objeto de acusación constante. De otra, la pervivencia de las imágenes denigratorias de todo lo hebreo. Son imágenes antiguas y corrosivas, la de que los judíos quieren controlar el mundo o ya lo hacen moviendo los hilos como titiriteros, o la del judío rico y avaro. Este imaginario ha encontrado salida en el comentario inmediato y supuestamente agudo de las redes sociales y la sensación de invulnerabilidad que ofrecen.

Superviviente del Holocausto amenazada

El antisemitismo a cara descubierta también tiene en Italia terreno fértil y a una víctima que ya lo fue cuando era niña y lo vuelve a ser a sus 98 años. La senadora Liliana Segre, superviviente del Holocausto, ha sido objeto de ataques, insultos y amenazas de tal dureza en internet que le ha sido asignada una escolta. Sobre su persona se ha volcado la fobia racista y antisemita que va más allá de la marginalidad política y lo ha hecho en una demostración de banalidad (gracias, Hannah Arendt, por darnos esta palabra con todo su significado).

El exministro de Interior Matteo Salvini dijo que él también recibía amenazas en internet, mientras el alcalde (de la Liga) de Biella, ciudad piamontesa merecedora de la Medalla de Oro de la Resistencia por su lucha antifascista, se negó a conceder a la senadora la ciudadanía de honor para ofrecérsela a un presentador de televisión que tuvo la decencia de no aceptarla. Al final el alcalde reconoció su error diciendo: “He sido un cretino”. Efectivamente.

Además de amenazas y cretinadas recibidas, tres partidos han manifestado su desprecio por Segre y todo lo que esta mujer representa al abstenerse en la votación para la creación de la comisión a propuesta suya sobre la intolerancia, el racismo, el antisemitismo y la instigación al odio y a la violencia. Fue aprobada, pero con 98 abstenciones, las de la Liga, Forza Italia y Hermanos de Italia. Ha tenido que ser Angela Merkel, la cancillera del país que hizo del antisemitismo su política nacional con estremecedores resultados, quien marcara los límites de la libertad de expresión que acaba, dijo, “donde se divulga el odio y se hiere la dignidad de otras personas”.

 

 

Fuente:elperiodico.com