Enlace Judío México e Israel – El barco más famoso del mundo, el malogrado Titanic, se llevó consigo no solo a un nutrido grupo de aristócratas europeos sino a muchos judíos que buscaban una vida libre en América. 

 

Era el comienzo del siglo XX y el mundo tenía muchas noticias nuevas para sorprenderse. Los hermanos Wright habían logrado realizar el primer vuelo en un avión controlado, mientras que el automóvil Flivver de Henry Ford se fabricaba en cadena con la exigencia de una gran producción.

 Los judíos de Europa Occidental se encontraban envueltos en un nuevo mundo moderno, emancipados y con igualdad de derechos; las comunidades judías se integraban después de siglos de aislamiento.

 Muy distinta era la situación de los judíos de Europa Oriental, que aún se encontraban marginados y castigados sin gozar de ningún tipo de igualdad. Confinados en pequeñas aldeas, los judíos de Europa Oriental vivían sin expectativas para el futuro, siempre a expensas de los caprichos que pudiera tener el respectivo Zar en turno.

 Así que para los judíos de Europa Oriental la posibilidad de emigrar a América significaba una gran oportunidad para obtener la tan anhelada libertad, mientras que para los judíos que ya gozaban de los mismos derechos que el resto de la sociedad, es decir, los judíos de Europa Occidental, emigrar a América representaba sumergirse todavía más en ese nuevo mundo de libertad y de modernidad. Así pues, los barcos con destino al nuevo continente salían con determinada frecuencia, los boletos eran sumamente costosos pero era tan emocionante el destino final como el resto de la experiencia.

 En 1912 un nuevo barco llamó la atención de manera especial, lo nombraron “Titanic”, palabra que provenía de la mitología griega y que aludía a una raza de titanes reconocidos por su tamaño y por su fuerza.

La compañía naviera White Star registró a cientos de judíos para el viaje; apellidos como Greenberg, Pinsky, Meyer, Rosembaum, Levy, Guershon y Cohen aparecen en las listas de registros de aquel entonces, sin embargo, es imposible conocer la cantidad exacta de judíos que subieron en aquel famoso barco, pues para que los judíos salieran de Rusia debían de presentar pasaportes falsos y fueron estos documentos los que muchos judíos presentaron para abordar. Con estos falsos documentos, valiosa información se distorsiona, impidiéndonos conocer el número exacto de judíos que abordaron el barco más famoso de la historia.

En aquellos años la HIAS, Sociedad de Ayuda a la Inmigración Hebrea, registró a 27 sobrevivientes judíos del Titanic, pero más allá de un número exacto, están los objetos que hablan de la presencia de los judíos en el famoso barco, como algunos platos con la palabra “kosher” inscrita, que nos demuestran que en ese barco, también hubo judíos que perdieron la vida.

Como bien se sabe, la clase social determinó el destino de cada persona. Los pasajeros de primera clase tuvieron mayor oportunidad de abordar los pocos barcos salvavidas, mientras que los pasajeros de categorías inferiores corrían de un lugar a otro en la búsqueda desesperada de salvar sus vidas. La mayoría de los judíos registrados en el Titanic se encontraban en tercera clase, uno de ellos era Charles Kennel, supervisor de la comida Kosher a bordo, cocinero y rabino; hoy, tanto su destino como el del resto de los pasajeros es más que conocido.

Los pocos judíos registrados en primera clase eran hombres adinerados, y uno de ellos dejó un ejemplo de valor que merece ser recordado. Su nombre era Benjamín Guggenheim y era conocido por ser un magnate minero norteamericano. Testigos afirmaron que cuando el barco se hundía se le ofreció a Benjamín un lugar en los botes salvavidas, pero él sabía que la prioridad era para las mujeres y los niños, por lo que ante la oferta de salvarse Benjamín respondió: “Ninguna mujer morirá porque yo fui un cobarde.” Benjamín, como 1,500 pasajeros más, murió de hipotermia en las frías aguas del mar.

Pero la historia de Benjamín Guggenheim no es la única historia de honor dentro de los pasajeros judíos; también se encontraban Isidoro e Ida Straus. Ella se negó a tomar su lugar en uno de los botes salvavidas porque esto implicaba dejar a su esposo atrás, así que permaneció a su lado y horas después, demostrando un incuestionable amor verdadero, tanto Isidoro como Ida Straus fallecieron.

 Seguramente hay cientos de historias que murieron en silencio, voces que fueron violentamente enmudecidas por el agua. La historia del Titanic guardará para la eternidad muchos otros secretos, y tal vez sea eso lo que lo convierte en un barco cuyas historias sobrevivirán al inevitable paso del tiempo.

 

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