Enlace Judío México e Israel – Y al despertar el 10 de marzo, ¿qué cambiará?, preguntaban los escépticos. ¿Cesarán de un día a otro los feminicidios, los acosos, las violaciones, las faltas de respeto? Evidentemente, todos sabíamos que esto no sucedería, porque será un proceso que debemos seguir impulsando como sociedad, un proceso que tomará su tiempo para producir el cambio deseado y necesario.

BETINA HAIAT PARA ENLACE JUDÍO

Sin embargo, es evidente que aún así, todo es diferente al día siguiente, ya nada es igual que antes… Y nada es igual porque los niños y las niñas, estos seres inocentes que todo lo ven y todo lo perciben, habrán visto en sus casas cómo sus mamás dejaron de atender, de recoger, de cocinar, de cuidar y de limpiar, para pasar el día en familia, jugar, platicar, descansar y ser lo que tal vez nunca las habían visto ser antes: mujeres, solamente mujeres.

No madres, no esposas, no amas de casa, no trabajadoras del hogar; tampoco las habrán visto en su papel de empleadas, maestras, profesionistas, o políticas. Por un día, las mujeres fueron sólo eso… mujeres. Y esto contribuye a que las niñas (y desde luego, también los niños) concibieran que hay otras formas de ser mujer y que ser para sí mismas se puede y es importante.

En las casas donde el hombre está ausente y donde la mujer es la jefa del hogar (y son muchas), los niños y las niñas vieron con sus propios ojos todo el trabajo que dejó de hacer la mamá y la abuela y la tía… Y sí, lo vieron.

No lo escucharon ni les dijeron. Lo vivieron y lo presenciaron. En los hogares donde sí está el hombre, los pequeños vieron a sus papás, tíos y abuelos, levantarse de su sillón o de la mesa para atender, recoger y participar, o notaron cómo sus papás los llevaban a la escuela, o cómo entraban a los salones para suplir a sus maestras que ese día no se presentaron.

También hubo casas donde el hombre no participó ni atendió, y donde éste solamente se burló, o siguió agrediendo, sometiendo y controlando. Pero esto también lo vieron los niños y las niñas, y muchos de esos chiquillos aprendieron que esto no es lo que ellos quisieran ser de grandes.

Las madres de estos niños y niñas también vieron que existen otros caminos y otras alternativas, que otras mujeres están dispuestas a hacer algo distinto, y que quizá ellas también pueden un día poner un fin a su sumisión. ¿Cuántos niños y niñas no habrán visto encenderse los ojos de sus madres desesperadas, o lágrimas mojando sus mejillas, lágrimas ya no de tristeza sino de esperanza y renacimiento?

A lo largo del país, durante al menos 24 horas, millones de niños y niñas también escucharon cómo en cada comida y en cada sobremesa, en cada reunión familiar, el tema fue la marcha y el paro de las mujeres, y las razones que dieron sustento a estas iniciativas… y lo entendieron, cada quien a su manera, según sus edades.

Este aprendizaje se dio porque lo vivieron en sus casas, en sus escuelas y en la calle, y porque lo vieron en la televisión y lo escucharon en la radio y los más grandecitos notaron cómo se volvió tendencia en las redes sociales. En todos lados la mujer paró.

También vieron cómo regresaba su papá de su jornada laboral o de su negocio, y relataba lo difícil que había sido funcionar ese día sin las mujeres. Muchos cerraron sus tiendas o sus oficinas ya que no les fue posible ejercer sus funciones sin el apoyo de la mano de obra y el talento femenino.

Y por supuesto, este mensaje también fue asimilado por los más pequeños, quienes fueron testigos de cómo el país padeció el paro, cómo la economía se resentía y cómo la vida, en efecto, se paraliza si faltan las mujeres.

Así, estos seres que serán el futuro de México vivieron el paro del 9 de marzo de 2020, un momento que será histórico en la memoria colectiva de nuestro país; y también el día anterior, en que miles y miles de mujeres de más de 30 ciudades marcharon por el Día Internacional de la Mujer para exigir condiciones que garanticen su seguridad e igualdad, así como justicia para las víctimas de feminicidios, violencia y acoso.

Muchos niños marcharon con sus madres. Los que se quedaron en casa, quizás con algún familiar, entendieron que si mamá se había ido, había sido por algo importante y lo respetaron, lo entendieron.

Seguramente muchos se enorgullecieron de sus madres. No solo por salir a una protesta en las calles, sino también por, al día siguiente, protestar en silencio, dejando de hacer lo que han hecho por siglos y que ha sido invisibilizado, minimizado y ninguneado.

Y por eso, el 10 de marzo del año 2020 es un día diferente de todos los demás. Porque la infancia de nuestro país vivió un momento histórico que no olvidará. Un momento en el que las mujeres hicieron historia, una nueva historia donde el “basta” es “¡basta de verdad!”, donde “NO” es “¡definitivamente NO!”.

Una historia donde las mujeres declararon, gritaron, escribieron, cantaron, bailaron y protestaron que las cosas no pueden seguir cómo están, que todos necesitamos un cambio, y que en la historia de nuestro país hay un antes y un después del “lunes 9, día en que nadie se mueve”.

Por esto −y solamente por esto− el día siguiente al #UnDíaSinNosotras fue diferente a todos los demás. Y sólo por todo esto, valió la pena.

 


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.