Enlace Judío México e Israel – El historiador israelí de 44 años Yuval Noah Harari es uno de los pensadores más destacados del siglo XXI y su opinión sobre la actual pandemia del coronavirus no deja de ser un faro ante la crisis.

Barack Obama, Bill Gates, Emmanuel Macron, Mark Zuckerberg o Angela Merkel están en la lista de quienes han expresado admiración por sus análisis.

Es autor de la exitosa trilogía De animales a dioses: Breve historia de la humanidad, Homo Deus: Breve historia del mañana y 21 lecciones para el siglo XXI.

Hace unos días conversó con la agencia de noticias EFE desde su residencia en el moshav Mesilat Zion sobre los efectos de la pandemia provocada por el coronavirus, los peligros de la injerencia de Estados y corporaciones en la esfera íntima a través de la tecnología, el futuro del empleo y las posibles consecuencias de la desigualdad aumentada por la crisis.

“Creo que es importante entender que estamos reescribiendo las reglas del juego. Del juego económico y político, todo está en juego”, destacó.

“Estamos presenciando muchos experimentos en millones de personas, como en EE.UU, que va a implementar la renta básica universal dando dinero a todos sus ciudadanos durante la crisis. Ya se pensó en eso antes pero nadie lo hizo a esta escala y no sabemos cuáles serán las consecuencias”, advirtió.

Subrayó que existen algunos elementos principales ante estos cambio que se están gestando a nivel global en torno a la crisis por el COVID-19, “no hay nada predeterminado en la manera de lidiar con esta crisis y que hay muchas opciones, no una sola y, segundo, que las decisiones que tomemos tendrán un impacto durante años y décadas y reconfigurarán el planeta”.

Indicó que este periodo de incertidumbre puede llevar a que las personas tomen algunas decisiones que a largo plazo perjudiquen la estabilidad del mundo en general, además de sus propias libertades.

“Mi principal preocupación es que, debido a consideraciones cortoplacistas, la gente tome decisiones equivocadas, como, por ejemplo, lidiar con la crisis implantando regímenes autoritarios o incluso totalitarios, en lugar de empoderar a los ciudadanos. O que países opten por el aislacionismo y persigan intereses nacionalistas, algo que tendría consecuencias terribles para el mundo al terminar la crisis. Lo que elijamos en el próximo mes o dos cambiará el mundo durante años o incluso décadas”.

El también profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén, planteó algunos posibles escenarios que veremos tras la crisis.

“Creo que hay algo importante y es ver si logramos lidiar con esto unidos como humanidad. Por ejemplo, estableciendo un sistema global de producción y distribución de equipamiento médico. Si logramos hacer esto, podría dejar un legado de solidaridad, confianza y cooperación que nos ayudaría a lidiar con muchas otras crisis en el futuro. Pero si termina predominando una competición egoísta y nacionalista entre países para conseguir todo lo posible para sí mismos sin importar los demás, dañando la eficiencia en la producción y resultando en una distribución no equitativa de los equipamientos, esto dejaría un legado tóxico, algo que podría afectar a las relaciones internacionales muchos años”.

El autor recalcó que una de las  lecciones más importantes que nos ha mostrado esta pandemia, es la prevención, la inversión en educación y sobre todo en la ciencia.

“Más allá del entendimiento de la necesidad de mayor solidaridad global, creo que esta crisis podría enseñarnos a enfrentar de manera más efectiva otros problemas globales, como el cambio climático​. Ahora nos damos cuenta de que fue un error enorme no prepararnos para esta eventualidad, y espero que aprendamos la lección en relación al cambio climático: que es mejor invertir dinero ahora para evitar el peor escenario, que esperar a que la crisis nos golpee y sea demasiado tarde”.

Agregó que otra lección positiva es la importancia de la educación científica y la confianza en la ciencia y en sus expertos.

“En los últimos años vimos un crecimiento de los populismos, con políticos socavando la confianza de la gente en la ciencia, pintando a los expertos como una élite desconectada de la gente a la que no debemos escuchar. Ahora entendemos la inmensa importancia de escuchar a estos expertos, que nos digan qué está pasando y qué debemos hacer”.

Señaló que el distanciamiento social, obligado en algunos países, ha traído oportunidades y grandes retos para el mercado laboral, que su aporte se reflejara muy pronto en la economía y de ello dependerá la duración de este efecto.

“El mercado laboral se va a reestructurar, porque estamos teniendo un experimento masivo de trabajar desde casa y el resultado de esto va a modificar la economía del futuro. Muchas cosas en que la gente pensó pero que nunca se intentaron, como por ejemplo la enseñanza universitaria por Internet, que se están experimentando ahora. Si las universidades se dan cuenta de que pueden enseñar por Internet, una vez que termine la crisis, aunque muchos cursos vuelvan a la normalidad, otros se seguirán impartiendo online, lo que significa que pueden contratar personas en otros países para dar clases, algo que podría cambiar el mercado laboral académico, por ejemplo, con universidades europeas contratando profesores de India, que les serían mucho más baratos y podrían enseñar de forma virtual. Es solo un ejemplo de lo que podría pasar en muchas más industrias”.

Agregó que el efecto negativo de el trabajo a distancia también se reflejará próximamente, pues el paso a una mayor automatización de las actividades industriales podría haberse dado ya durante esta crisis.

“Otro posible impacto es la aceleración de la automatización y la implementación de robots, inteligencia artificial y aprendizaje automático en trabajos que hasta ahora eran hechos por humanos. Hay mucha presión en muchas industrias para reemplazar a los humanos. Sí un trabajo puede ser hecho por un robot, aunque el robot no sea tan bueno como el humano, en este momento es mucho más conveniente porque no se pueden contagiar. El miedo al contagio, algo que podría significar un estímulo inmenso para que muchas compañías experimenten con un sistema de producción automatizado. El tema es que cuando la crisis se termine, difícilmente volveremos a donde estábamos antes. Hay muchas industrias que podrían atravesar un proceso de rápida automatización, sobre el que se viene hablando mucho en los últimos años y que, mientras que en condiciones normales podría haber tomado 10 o 20 años, por esta epidemia ahora tomará solo dos o tres meses”, advirtió.

Harari apuntó a que una vez superada la emergencia sanitaria provocada por el COVID-19, serán los países más pobres los que tendrán los peores efectos en sus economías y que espera los países ricos se solidaricen para ayudarlos a salir de esta situación.

“Actualmente la pandemia está centrada en los países más ricos del mundo, como en Europa, EE.UU, antes en China, Corea del Sur o Japón. Pero en el largo plazo, la peor de las crisis se sufrirá en los países pobres. Ahora no hablamos mucho sobre lo que pasa en América del Sur, en África o en el Sudeste Asiático, pero tanto la epidemia en sí como la crisis económica probablemente golpearán a los países pobres y en desarrollo mucho más que los países ricos”.

Agregó que, “el mayor número de muertos, probablemente, será en estos países, no en Europa o EE.UU. Lo mismo con la crisis económica, ahora la vemos en Europa, el este de Asia o América del Norte, pero en última instancia estas áreas podrán sobrevivir mediante salvamentos económicos como el que está implementando EE.UU e, incluso, podrían beneficiarse a largo plazo mediante procesos como la automatización. Pero si pensamos en los países pobres o en vías de desarrollo, que no tienen estas capacidades económicas y que probablemente también experimentarán estos procesos de automatización, muchos podrían colapsar totalmente económica y políticamente. Por eso creo que es necesario una red de contención global para ayudarlos a enfrentar las consecuencias económicas de la epidemia”.

Finalmente comentó el lamentable papel que han desempeñado organizaciones de ayuda y países que a lo largo de la historia se destacaron por su liderazgo en tiempos de crisis.

“En los últimos años el poder de estas organizaciones ha sido debilitado por el crecimiento de políticas aislacionistas y populistas, y muchos países que antes eran los principales pilares del multilateralismo y el orden internacional, especialmente EE.UU y Gran Bretaña, han renunciado a ese papel. Ahora nosotros estamos pagando el precio, en un momento de crisis, cuando necesitamos cooperación global más que nunca, las organizaciones internacionales son relativamente débiles. No sé qué va a pasar, pero espero que la gente se dé cuenta con la crisis del error que hemos cometido al debilitar la solidaridad y cooperación internacional, y que al final de esta crisis salgamos con organizaciones internacionales más fuertes y con una profundización de la solidaridad global que nos ayudará a lidiar no solo con esta crisis, sino con otras en el futuro”, concluyó.

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