Enlace Judío México e Israel –  Las últimas dos semanas hemos recibido noticias alentadoras que resaltan sin problema entre la cantidad de malas nuevas que nos saturan día con día. Ante nuestra ansiada búsqueda por ellas, nos emocionamos cuando las recibimos. Sin embargo, debemos ser cautelosos, no engolosinarnos con el primer rayito de esperanza sin entender bien a fondo las letras chiquitas que la acompañan.

La humanidad completa espera la ansiada cura, una vacuna que lo resuelva todo, el momento de regresar a la normalidad que a posteriori reconocemos era ideal. Pero en la ciencia no hay atajos. No quiero ser pesimista, por el contrario, en general soy bastante optimista. Incluso estoy segura que en un futuro mediano, la ciencia resolverá este enigma llamado COVID-19, las mentes más brillantes están tras ello. Mientras tanto, seamos realistas, leamos entre líneas las implicaciones y pormenores de cada uno de los recientes avances.

El remdesivir y la gran promesa

Desde hace más de una década, el Dr. Mark Denison de la Universidad de Vanderblit y Ralph Baric de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel investigaban, por pura curiosidad científica, cómo los coronavirus, responsables del 30 por ciento de las gripas comunes, se replicaban. Encontraron que durante el copiado del material genético viral una enzima revisora actuaba como control de calidad, y que, sin ella, el coronavirus tendría demasiados errores y no podía subsistir. También descubrieron que la sustancia entonces llamada GS-5734, elaborada por Gilead Sciences, bloqueaba la actividad de esta enzima revisora.

En ese momento, esta información parecía no tener ninguna utilidad, nadie requería tratar las gripas comunes por coronavirus que se resolvían por sí mismas. Más adelante, cuando en 2018 surgió un brote de Ébola en Congo, Gilead Sciences, empresa líder en biotecnología y elaboración de antivirales como el popular Tamiflu, uso esta molécula con la fallida intención de frenar el Ébola. Sin embargo, lo que sí logró en este intento fue demostrar que la sustancia GS-5734 era un medicamento seguro. Cuando el nuevo coronavirus comenzó a ser un potencial problema de salud pública, estas dos evidencias se volvieron esenciales y desempolvaron la ahora llamada remdesivir por su capacidad de inactivar de forma segura a los coronavirus. 

Así es como el 1 de mayo el mundo festejó con los primeros resultados de pruebas controladas en 1,063 humanos, mostrando que el remdesivir podía acortar el tiempo de hospitalización en cuatro días, de 15 a 11 días. Importante hallazgo. Sin duda es mejor salir antes del hospital, sin embargo a pesar de dar grandes esperanzas, quizás esta no sea la cura definitiva.

El FDA autorizó el uso de remdesivir para tratar pacientes con COVID-19, el primer medicamento aprobado para tratar esta nueva enfermedad, un gran paso. Incluso México ha comenzado a usarlo con buenos resultados, pero, es importante recalcar que, hasta el momento, aún no hay pruebas que demuestren que este medicamento es capaz de curar la enfermedad. Incluso un pequeño estudio en China no encontró beneficios.

Existen varios protocolos, incluidos el de Solidaridad de la OMS que buscan entender su eficacia, por lo que esperemos buenos resultados. Algunos creen que para tratar a los pacientes de COVID-19 se necesitará de un conjunto de medicamentos, un coctel de distintas sustancias que ataquen la enfermedad por diferentes frentes. Además, por su mecanismo de acción, se cree que sería mejor administrar el remdesivir al principio de la infección, cuando apenas se presentan los síntomas y el paciente esta en casa. Sin embargo, la presentación del remdesivir es intravenosa, forzosamente debe administrarse por un equipo profesional en centros de salud.

Tristemente el remdesivir no se puede dar por vía oral, se desintegraría en el hígado, por lo que Gilead Sciences esta buscando desarrollar la forma inhalada para tratar de darlo a los pacientes en etapas tempranas de COVID-19. Por otro lado, producirlo no es cosa sencilla: se requieren 70 materias primas distintas entre catalizadores y reactivos. Cuando todo comenzó, Gilead Sciences tenía algo listo por las pruebas que hizo sin éxito contra Ébola, así logró comenzar los primeros estudios hace unos meses.

Aunque sigue siendo especulativo el precio que tendrá este medicamento, Gilead Sciences ofreció dar sin costo las primeras 1.5 millones de dosis producidas, suficiente para tratar a 200,000 pacientes. Y para apoyar a los países menos desarrollados, recientemente Gilead Sciences otorgó la fórmula a empresas farmacéuticas para que elaboren el genérico. Todo es muy alentador, pero aún hay camino por andar, resultados por evaluar, dosis por ajustar, tratamientos por complementar y muchos viales por manufacturar.

La vacuna de Moderna y la gran esperanza

Es de dominio público que la solución a largo plazo de la pandemia de COVID-19 será un programa efectivo y global de vacunación. Es por ello que entre setenta y noventa posibles vacunas contra el nuevo coronavirus están en distintas etapas de desarrollo y experimentación. Según analistas de Morgan Stanley, seis de  ellas serán las finalistas: la de CanSino, Oxford/AstraZeneca, BioNTech, Moderna/NIH, Johnson&Johnson y Sanofi/GSK. 

Un día después del 271 aniversario del natalicio del padre de la vacunación, Edward Jenner, Moderna nos dio una gran noticia. El lunes 18 de mayo anunció que la vacuna experimental llamada mRNA-1273, que desarrolló junto con el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos generó en 8 de los 45 voluntarios anticuerpos neutralizantes capaces de probablemente protegerlos contra COVID-19. Claro que es excelente, pero aún muy prematuro como para colmarse de optimismo. 

Por un lado, Tal Zaks, el director médico de Moderna comentó que uno de los voluntarios desarrolló una zona roja donde le aplicaron la inyección y tres tuvieron síntomas parecidos a los de una gripe, evidencia de que aún falta entender las posibles reacciones adversas a la vacuna. Es importante asegurar que los potenciales efectos secundarios no sean más dañinos que la enfermedad que tratan de prevenir. Incluso, hay que evaluar si las vacunas no producen una enfermedad aún más grave, como sucedió con la vacuna del dengue cuando se comenzó a administrar en Filipinas en 2015. Estos sucesos no ayudan a que de por sí mucha gente es escéptica con el uso de vacunas. Dos encuestas recientes encontraron que sólo 3 de cada 4 americanos se vacunarían contra COVID-19 y sólo el 30 por ciento se aplicaría la vacuna tan pronto esté disponible.

Además, a pesar de que la tecnología para elaborar vacunas de ARN mensajero, como la de Moderna, ha existido desde hace 30 años, hasta el momento no se ha aprobado ninguna de este tipo para uso en humanos. Claro que los resultados de Moderna son excelentes, razón por la cual le han autorizado proseguir con los estudios de dosis y seguridad de fase 2 donde verán si los resultados son replicables en 600 personas voluntarias. Si todo va bien, la fase 3 para evaluar eficacia en mayores poblaciones podría comenzar en julio. Incluso Moderna ya pactó con la empresa Lonza Group para producir mil millones de dosis al año en caso de aprobar con éxito los siguientes pasos, los más arduos.

Aunque el mundo científico fue entusiasta pero muy cauteloso con la noticia, los mercados financieros celebraron en grande y ese día la acción de Moderna subió 20 por ciento. Un día después los inversionistas pusieron en perspectiva el precario resultado de tan solo 8 voluntarios y se retractaron. Además, no está de más resaltar que la industria de las vacunas no es la más redituable. Por un lado, se administran una o dos veces en la vida de una persona, pero también ha sucedido que se invierte dinero y tiempo para desarrollarlas, y acaban estando listas cuando la enfermedad deja de ser de importancia en salud pública, como sucedió para el Zika, SARS o Ébola. A pesar de ello, hasta ahora parece que con Moderna vamos bien. Con un esperanzador pero neutral “bien”.

La salida y el retraso de 2 semanas

Con varios gobiernos liberando los encierros para reactivar la economía, la gente esta sumamente emocionada, pero los epidemiólogos esperan ansiosos el paso de la quincena. Nos entusiasmamos al saber que un país regresa a las calles porque sabemos que eventualmente nos tocará salir también a nosotros. Nos da un respiro ver fotos de gentes en los cafés en Italia en las escuelas de China. Fotos que nos llenan de ilusión porque sabemos que si ellos lo lograron, nosotros también podemos. Sin embargo, el efecto de la apertura no es inmediato, el verdadero resultado se lee 14 días después, el tiempo aproximado de incubación del nuevo coronavirus, de cuando se contagia a que desarrolle los síntomas de COVID-19. 

Así sucedió por ejemplo en Líbano, que vio una subida de casos justo 2 semanas después de liberar los encierros, obligando a la población a guardarse por cuatro días hasta que el gobierno decida cómo proceder. Lo mismo en la provincia de Juzestán en Irán, donde se reimpusieron las cuarentenas. Similar en Chile, donde la gente tuvo que volver a casa por el aumento abrupto en contagios. Y en Corea del Sur, que cerró los bares luego de una reemergencia de casos. Parecido en Wuhan, China, donde luego de cinco semanas de haber abierto, las autoridades hallaron 6 nuevos grupos de personas infectadas y decidieron hacer pruebas a 11 millones de habitantes. Y Alemania, reconocida por el excelente manejo de la epidemia en Europa, esta alerta ante un posible aumento en una de sus regiones. En África, donde la pandemia parece transitar con menos casos, Senegal regreso a las cuarentenas luego de un aumento de 30 por ciento de positivos, similar para Nigeria y Ghana. En Egipto, luego de liberar las medidas al finalizar el Ramadán los casos se triplicaron. Y en Francia, 70 nuevos casos fueron resultado del regreso de los niños a las escuelas. En unos días podremos evaluar cómo fue la liberación de los encierros en distintos estados de Estados Unidos. La información nos llega con mínimo dos semanas de retraso.

Como es de esperarse, entre más gente salga y más negocios se abran, el riesgo de contagio aumenta. Sin embargo, si esto se hace cuando hay menos casos circulando, la probabilidad de entrar en contacto con el virus baja. Para salir de los encierros es importante que la sociedad y las autoridades lo hagan con responsabilidad. Los ciudadanos respetando el distanciamiento social, las medidas de higiene y el uso de tapabocas, evitando en la medida de lo posible ir por mucho tiempo a espacios cerrados o con aglomeraciones.

Por su parte, las instituciones publicas que autoricen la salida deben hacerlo cuando los casos confirmados vayan en descenso por 14 días consecutivos, para asegurar que los servicios de salud no estén saturados y a su vez la velocidad de propagación del virus sea menor. Además, deben seguir haciendo pruebas constantes para monitorear a la población y encontrar posibles brotes a su debido tiempo. Otra idea es muestrear las aguas residuales de una ciudad para detectar en los desagües los posibles aumentos en la carga viral de la población. Las segundas pequeñas olas son evitables pero dependen de la maestría de cada uno de los actores.

En resumen

Nos encantan las buenas noticias, especialmente cuando estamos inmersos en una pandemia plagada de angustia y frustración. Sin embargo no nos emocionemos de más, festejemos las pequeñas y medianas victorias como lo que son. Aplaudamos las iniciativas altruistas, a los médicos tan entregados, a los trabajadores esenciales que nos han mantenido en este limbo temporal. Tengamos expectativas realistas y conservemos la esperanza latente. El momento llegará. Sí soy optimista, creo en la ciencia, pero sé que aunque maravillosa, no es mágica. Esperemos muchas dosis de excelentes noticias que se sigan acumulando hasta contrarrestar al COVID-19. Ese será el día para ahora sí celebrar en grande.


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