Enlace Judío México e Israel – La industria del cine en general y la norteamericana en particular, siempre ha tenido que estudiar la geopolítica para poder “fabricar” un estereotipo de personaje “malo”. Desde los indios americanos, los alemanes de la Segunda Guerra Mundial, los espías de la Guerra Fría, y hasta los árabes, los rusos, los  chinos y el enemigo interno, etc.

¿Pero sabemos realmente quiénes son los chinos, los árabes o las tribus que viven en el Amazonas?  ¿O lo que es realmente la esquizofrenia, la malaria, etc? Todo nuestro conocimiento, o casi todo, ha sido adquirido a través del cine y la televisión. Hollywood nos ha enseñado y nos ha inculcado la realidad, aunque la mayoría de las veces ésta no es real. El cine ha creado mitos que para nosotros, simples espectadores, se han convertido en “la” realidad.

Slavoj Žižek, importante filósofo, sociólogo, psicoanalista y crítico cultural, ha dicho que “para entender el mundo de hoy, necesitamos cine”. Ya que es solo en el cine que obtenemos esa dimensión crucial, que no estamos listos para enfrentar en nuestra realidad. Si estás buscando lo que en realidad es más real que la realidad misma, búscalo en la ficción cinematográfica.

Ha sido a través  del cine que aprendimos que los héroes siempre eran blancos, como James Bond o Rambo, por solo citar algunos. En el Oeste los vaqueros blancos eran los buenos, mientras que los malos siempre eran los indios, los mexicanos, gente floja y traicionera. Mi primer rey fue Tarzán, mientras que los indígenas solo servían como cargadores. Del cine aprendí que los italianos eran mafiosos, aunque guapos, y que las rubias siempre eran estúpidas. Y los animales no escapaban a esos mitos creados por Hollywood. El  gorila era un asesino, el gato era malo y los ratones buenos.

Los “malos” en las películas, reflejo muchas veces de la realidad, cambian, según la época. Durante la Guerra Fría por ejemplo, los malos eran los agentes rusos. Hoy, las categorías de aquella contingencia histórica no servirían de mucho para establecer con precisión qué tipo de “malo” es el más apropiado para nuestra realidad. Las respuestas del pasado ya no sirven. Y las del presente son lo suficientemente confusas y ambiguas como para impedirnos ver la situación con una mínima claridad.

Hoy, Hollywood ya no tiene un “malo” que esté a la altura de nuestra época, y por lo tanto, sin un mapa que lo lleve a una redefinición de quién es el enemigo. Y es que Hollywood, tratando  de definir su propio estatus geopolítico, se encuentra con dificultades, que han brotado de su propia realidad, lo cual nos lleva a recordar, debido a los acontecimientos de los últimos días a raíz del homicidio de George Floyd, que la  policía norteamericana casi siempre en el cine ha recibido mala publicidad. Cuántas veces no hemos leído y sabido acerca de policías asesinos que provocan motines, o de otros que roban y venden cocaína, etc. O que matan, como Derek Chauvin, el policía que mató a Floyd.

Y sin embargo, como los cineastas de Hollywood apoyan en el fondo a la Policía, casi la mitad de sus películas tiene siempre un agente blanco como héroe, y hacen todo lo posible para reivindicarlos, para devolverles su dignidad y para librarlos de situaciones incómodas. Igualito que en la realidad.

Pero la verdad es que se trata de un problema complicado. Por ejemplo, la Policía de los Ángeles siempre ha argumentado (en la vida real) para defenderse de quienes los critican, que no hay suficientes policías en la calle y que por eso tienen que recurrir a medidas de violencia extrema. Y así, vemos que en las películas  la situación es aún más dramática, pues el trabajo de “salvar” a la sociedad norteamericana descansa en los “pobrecitos” solitarios hombros de uno o dos policías solamente.

Hollywood supuestamente siempre ha tratado de mostrar cuáles son las verdaderas causas detrás de las acciones policiacas excesivas. En la mayoría de las películas, los malos (generalmente de color negro), son los que juegan sucio con el policía blanco: se meten con su familia o con su mujer o hacen cosas desagradables y humillantes a su persona y a la sociedad. Y entonces, como el policía está enojado, pues el resto de la película nos muestra su valiente “cruzada” para recuperar a cualquier costo a su familia, su buen nombre y su orgullo de macho. Lo que me recuerda  al policía “virtuoso” interpretado por Ice T en New Jack City, el policía ese de Nueva York, quien quiere vengarse de la muerte de su madre,  que una vez que tiene encañonado en la boca al que la mató, le dice: “Tengo tantas ganas de matarte… es algo personal”.

Irónicamente, los criminales de hace poco, como Pablo Escobar o el Chapo Guzmán por ejemplo, se han convertido en los personajes “interesantes” para Hollywood. Son muy listos y quieren a su familia, es decir, son buenos. Su apariencia física, su actitud y sus sueldos se parecen más y más a los de los héroes blancos, como si su posición”legal” fuera solamente un mero accidente. La asesina psicópata de Bajos instintos,  película  de 1991, dirigida por Paul Verhoeven y protagonizada por Sharon Stone y Michael Douglas, tiene títulos universitarios, una cara perfecta y hasta escribe best sellers de misterio.

¿Quiénes podrían ser los “malos” hoy en día?  ¿Los contrabandistas de armas? No, ya no es moderno, es passé ¿Los poderosos dueños de los carteles de drogas y empresarios del narcoterrorismo con eje en América Latina? El recurso parece haberse agotado muy rápido con las mil y una variantes a las que la tele y sobre todo Netflix recurrieron para contar la vida de Pablo Escobar. ¿El terrorismo fundamentalista instalado en Medio Oriente? También agotado el tema, y además que para el estadounidense medio, que quiere ver pelear a sus compatriotas contra los malos, ese tema resulta tan cercano y doloroso después de  9/11, que muy pocos títulos con ese planteo funcionaron en la taquilla antes del coronavirus y el encierro.

Muchas veces los segundones y segundonas de los malos, curiosamente demasiado frecuentemente homosexuales, no tienen el genio de su líder, ni su hermosa apariencia, y como  la mayoría de las veces ni nos acordamos de ellos, su maldad carece de cualidades “redentoras”. Curiosamente, con tantos actores homosexuales en Hollywood ninguno de ellos, que yo sepa, ha interpretado a un homosexual, así como ninguno de los actores cubanos ha interpretado a un cubano.

Los burócratas malvados casi siempre son los psicólogos, particularmente los de la propia Policía. Son malos porque buscan desacreditar las acciones de los policías, metiéndose en sus vidas personales y hablando mal de su equilibrio mental (para colmo suelen ser educados, usan palabras complicadas y frecuentemente son mujeres vestidas de traje y colores sobrios, al igual que algunas policías, como Carrie Mathison (Claire Danes) de Homeland.

Estos psicólogos no solo son enemigos de la Policía y de la sociedad en general, sino, lo que es peor, son nuestros enemigos, los espectadores del mundo. Si se salieran con la suya, no habría emocionantes persecuciones por calles repletas de gente, no habría tiroteos con metralletas en los centros comerciales, ni el masoquismo macho que hace que los policías hagan todo lo posible para salir golpeados, ni policías dispuestos a enfrentarse ellos solitos a cien “malos”. En pocas palabras, no habría ni siquiera series o películas.

Hasta hace unos años, el mal para Hollywood solía tener piel negra, y esos eran los papeles que podían esperar los actores negros. Hoy, otros han reemplazado a los negros. Y no es por razones políticas, o sociales, sino que responde a los contratos de Hollywood, que siempre guardan para los blancos los papeles de malos pero… mejor pagados.

Lo que ha salvado a los actores negros es la obsesión generalizada por poner a un policía negro como pareja del héroe blanco. Una constante de estas películas es que el policía blanco tiene la oportunidad de liberarse, de coquetear con la psicosis, de disfrutar su amor a la violencia, mientras que el policía negro se tiene que preocupar por su familia, su trabajo, o por pequeñeces como la moral, y no puede enloquecer porque no puede dar un mal ejemplo a la juventud negra.

Una y otra vez podemos ver a los policías negros y blancos abrazándose en la pantalla. Jamás se dice que puedan existir diferencias y conflictos entre sus culturas. Para Hollywood (una ciudadela blanca en una ciudad y un país que lo son cada vez menos), los conflictos raciales están resueltos desde antes de la película. Pero más allá de los filmes, en la vida real (es decir, a unas cuantas cuadras de Hollywood), las diferencias persisten. El racismo persiste.

No es mi intención, de ninguna manera, sacar a la luz feas realidades para quitarles el placer de la diversión cinematográfica o televisiva, que hoy es básicamente Netflix. Simplemente quería señalar que todos nosotros, aunque somos supuestamente personas de razón, nos volvemos un poco “violentos” en cuanto las luces se apagan, en el cine o en casa, y empieza la acción. Somos como los rusos durante su época soviética, que apoyaban a Rambo, o como muchos latinos que admiraban a Chuck Norris  ¿Se acuerdan de él? Cuando junto a Bruce Lee, hicieron El furor del dragón, donde al final se enfrenta en un combate épico a Tang Lung (Bruce Lee) en el Coliseo de Roma, siendo derrotado, o cuando  diezmaba a la población de algún país, y también como la audiencia de hombres (aquí yo no me anoto), que se sienten felices cuando el policía de Bajos instintos logra domesticar a la rubia salvaje, aunque él mismo mató a la mujer que la amaba y acaba de balacear a la mujer que lo amaba de verdad. ¡Qué rollo!

Los chinos podrían ser los malos de las películas hoy en día.  Si, esos son los nuevos malos seguramente. Curiosamente, y viendo las cosas desde el otro lado, China no se deja tan fácilmente y siempre deja en claro que tiene la intención de imponer sus propias condiciones, por lo cual  apuesta a sus propias producciones cinematográficas, para fortalecer la ascendente taquilla local. La película china más vista de 2017 fue Wolf warrior 2, cuyo protagonista es una especie local de Rambo, que lucha  para rescatar a varios compatriotas suyos atrapados en África. El malo de esta aventura es, obviamente, un norteamericano.

¿Así que qué le queda a Hollywood hoy frente a este panorama? Pues por lo pronto, salir a buscar “malos “por otro lado. Vivimos en una época confusa y desconcertante, en la que el propio presidente de los Estados Unidos de pronto se nos aparece para unos como un héroe y para otros como el más malo de la película. ¿Cine o realidad?

 


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío.