Enlace Judío México e Israel – Mi amiga Monique me comentó que prefería mis artículos con humor y no los serios o tristes. Pero escribir un artículo humorístico semanal es una tarea que requiere de ingenio y creatividad, y para quienes carecemos de ambas cualidades la cosa no es fácil, por lo que debemos tener a la mano una lista de posibles temas que nos saquen del apuro a la hora de escribir.

El problema es que esos temas que podrían venir en nuestro auxilio, no siempre son los mejores, de hecho, la mayoría casi siempre son muy malos y sin un mínimo de las condiciones necesarias para producir ese estado de ánimo que se le atribuye al humor.

Sin embargo, y consciente de que las buenas ideas por lo general son escasas y en mi caso, lo confieso, inexistentes, suelo llevar un inventario de temas horribles, algo así como un banco de temas malos al que recurro cuando mi cerebro se declara en huelga, lo cual sucede muy seguido, sobre todo, desde que comenzó el coronavirus.

Así que ahí les va el cuento de Laura, que espero justifique este pobre artículo. ¿Lograré sacarles al menos una leve sonrisa con este tema? ¿Verdad que no? ¿Se dan cuenta? Por eso les dije que escribir un artículo humorístico de calidad es una acción destinada al fracaso. Aquí está la prueba.

“Laura se aleja de Cuba convertida en huracán tras dejar muertos y destrozos en la República Dominicana y Haití. Cuba padeció la visita de Laura, una tormenta que trajo fuertes lluvias y vendavales arrasadores que llegaron a superar los 130 kilómetros por hora. Víctimas fatales, inundaciones, cortes de luz, aludes, avalanchas y hasta incendios mantienen a esta parte del continente americano en una constante alerta…”, hasta ahí, la noticia de la BBC.

No sé si estén de acuerdo, pero yo pienso que cuando una persona le pregunta a otra que cómo ha estado, generalmente lo hace por puritita amabilidad, pues la verdad es que a la mayoría de nosotros en estos tiempos, solo nos interesa la familia y nosotros mismos, y no demasiado el estado de salud de nuestros semejantes, a menos que vayamos a recibir su herencia o su firma para un préstamo bancario.

“¿Cómo estás?”, “¿Cómo te va?”, “¿Qué cuentas?”, “¿Qué hay de nuevo?”, son ejemplos de ese primer encuentro y las respuestas por lo general son: chévere, más o menos, muy bien gracias, etc. A veces sin embargo se nos responde con un: “¡Ni te imaginas!”, “¡Me duele todo!”, “¡No puedo casi andar!”, “¡La rodilla me mata!”… etc., etc., etc., cosas así, que tenemos que aguantarnos ya que preguntamos cómo estás.

Pues eso fue precisamente lo que me pasó esta semana cuando le pregunté por Zoom a Dario Levy que cómo estaban las cosas en La Habana, donde había ido de vacaciones hace meses y de donde no pudo salir. No lo había visto desde hacía muchas semanas y como es natural, le pregunté que dónde se había metido tanto tiempo.

—Estuve en Cuba -me respondió medio seco.

—Uy, qué chévere. ¿Y cómo te fue? -le pregunté inocentemente.

Me asusté, pues vi en el zoom que Dario dejó su vaso sobre la mesa y me clavaba una mirada como diciendo “te odio”. Pero me respondió, forzándose en ser amable.

—Mira Shulamit, me alegro mucho de poder hablar contigo, pero estoy intentando olvidar cómo me fue –me dijo, pero me pareció que estaba de muy mal humor- pero ya que has sido tan indiscreta como siempre en preguntármelo, ahora te aguantas y vas a escuchar todo completito lo que tengo que contarte acerca de mi viaje.

El tono con que me habló me asustó, lo confieso, y fue entonces que traté de derivar la conversación hacia otros temas, preguntándole que si consideraba que Bibi algún día dejaría de ser primer ministro y que si pensaba que la vacuna contra el coronavirus realmente aparecería.

-¡Ah no, Shulamit! -me dijo Dario obligándome a callar-. Ahora me vas a escuchar. Antes que nada yo quería viajar solo a Eilat, pero Laura deseaba ir a Cuba, así es que, como siempre se hace lo que ella quiere, viajamos a Cuba.

—¿Quién es Laura? -le pregunté a Dario con curiosidad, pues no lo sabía.

—Mi esposa -me respondió con aire de enojo-. Quién crees tú que podría imponer su voluntad sobre la mía, teniendo en cuenta que soy un ciudadano libre, democrático, con derechos civiles y al corriente de mis obligaciones fiscales como impuestos municipales, luz, agua, seguro social, etc?

—Ah ok. –le dije-. Así que viajaron a Cuba.

—Por supuesto. Nos fuimos a esa maravillosa isla caribeña tratando de aprovechar lo máximo mis días de descanso y celebrar el cumpleaños de una prima en la Habana. Compré boletos para al club nocturno El Chévere, y otras actividades al aire libre. Pero a los tres días Laura me arrebató el sombrero y me rompió las gafas, lo cual no me permitió salir ni a la esquina del hotel vedado donde nos hospedamos.

—¿Tu esposa te rompió las gafas y te quitó el sombrero? -le pregunté sorprendida, pues no entendía nada a estas alturas de la conversación.

—No, Shulamit, no. ¿Cómo crees? Me lo quitó Laura, la tormenta. ¿Qué, no lees o no ves las noticias o el internet? ¿No sabes que la semana pasada se desataron tremendas lluvias de un huracán en Cuba y que el servicio meteorológico la bautizó con el nombre de una mujer?

—Pues no, algo he oído, pero como estoy siempre tan concentrada en las noticias locales, que si los misiles, que si los balones incendiarios, que si el coronavirus, que si mi nueva dieta para adelgazar y cosas así…

—Bueno, te cuento pues que la furia de Laura no tuvo límites. Fue algo espantoso.

—¿La furia de Laura, la tormenta?

—No, Shulamit. La furia de Laura mi mujer. Ella quería comprar algunas cosas en Miami y traerlas aquí para revenderlas en Tel Aviv. Naturalmente que Laura la tormenta hubiera impedido que Laura, mi esposa, pudiera traerse en el avión los 89 kilos que pretendía comprar en Miami, y por eso Laura se puso de un humor de todos los demonios. ¿Ahora me entiendes?

Dario inclinó la cabeza y me mostró la marca de un golpe en la nuca.

—También esto fue obra de Laura -me dijo Dario tétricamente.

—¿De cuál de las dos? -me atreví, pero con miedo, a preguntarle.

—¿Cómo que de cuál de las dos? ¿Qué crees Shulamit, que soy bígamo? Aunque a veces quisiera serlo. Pero no soy árabe. Aunque a veces también eso quisiera serlo.

—¿Te preguntaba si te referías a Laura tu esposa o a Laura el huracán o tormenta o lo que haya sido?

—Laura mi esposa, por supuesto. ¿Cuándo has visto que una tormenta sepa dar golpes de karate?

Aquí termina la triste historia de mi amigo. Lamentablemente mi amistad con Dario se ha enfriado mucho por haberle preguntado simplemente cómo le fue de vacaciones.

 


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