Enlace Judío México e Israel – El abuelo

Por Linda Lasky

Mi abuelo Julián no necesitaba subirse a su coche Dodge Dart mil novecientos sesenta y seis, para llegar al trabajo, ya que el trabajo se localizaba a unas cuadras.  Sin embargo, mi abuelo prefería manejar. Cada mañana, puntual y después de asegurarse de que Anka mi abuela despertaba sana y salva, cariñosamente se despedía de ella, subía al coche, calentaba el motor ocho minutos, no menos, no más, y se lanzaba en su lancha de cuatro ruedas, por la calle de Mazarik, hasta llegar a la gasolinera de la glorieta de Newton y Arquímedes, donde trabajaba. Patrimonio que junto con un cuñado y a la larga un sobrino, con mucho esfuerzo y trabajo, fueron dueños por años.

Resolvía pendientes, situaciones laborales, platicaba en polaco con algún conocido, saludaba a casi todos los clientes que cargaban gasolina y cuando llegaban a saludarlo mi  papá o mis tíos se le iluminaba la cara.

– ¿De dónde vienes y a dónde vas?  Siempre les decía.

Cuando el  abuelo estaba muy aburrido, sacaba un pequeño peine negro, que le cabía perfecto en el bolsillo trasero del pantalón y se peinaba, para inmediatamente después acercarse a la punta  de la gasolinera donde convergían Newton y Mazarik  a ver pasar el tiempo y porque no, mujeres guapas.

La abuela

Anka en polaco, baba Anita, como le gustaba que la llamaran los nietos, era una mujer bajita, profundamente inteligente, que por sobre todas las cosas, después de Yulek el abuelo y los hijos, amaba jugar barajas. Jugaba canasta todos los miércoles y todos los domingos religiosamente Gin Rummy, por más de cincuenta años.

Ganó y perdió en todos y cada uno de los lugares donde vivió,  En la casa de Eugenio Sue, en el departamento de Mazarik, o en el de Lamartine casi esquina con Fundición como se llamaba la calle antaño. Pero para Anka, sus compañeras de juego, no eran amigas, tan solo eran manos.

Fue una mujer con mucha templanza, con una vida  aparentemente tranquila y resuelta, gracias entre muchas otras cosas a la ayuda de Pomposa, que trabajo para la familia generaciones, años.

Cuando yo era pequeña, la familia regresó de los EE.UU a vivir a México. Yo no quería probar bocado y mi mamá se afligía muchísimo por eso, Pomposa, de quien nunca supe su apellido, salió a la zona del mercado de Polanco, compró tortillas, regresó a la casa de la abuela, tomó una tortilla le echó sal y arregló el embrollo.

Mi abuela Anka, al despertar lo primero que hacía era llamar por teléfono a  Sarita su hermana menor.

–  Es ¨Mi alter ego¨ me decía.

Y a pesar de que la tía Sarita vivía en la calle de Galileo, apenas  a unas cuadras de la casa de Anita, la abuela prefería ir en coche y le pedía diario al abuelo que la llevara. No sabía manejar, de joven lo intentó, pero al chocar el Buick negro con el primer árbol que se le atravesó jamás volvió a hacerlo. Sin embargo, ¨conducía¨ desde su lugar de pasajero perfectamente al abuelo.

  • Métete por Anatole France.
  • Vas muy rápido.
  • Da vuelta a la derecha por Tennyson, donde vive Lomeck tu hermano. ¡Frena Yulek!
  • Mejor a la izquierda por Alejandro Dumas.  Estaciónate frente a casa de Runia tu cuñada.
  • Olvídalo. Se contradecía la abuela con un fuerte acento polaco. Mejor en frente de Aarón mi hermano.

El abuelo siempre se sintió orgulloso de que la ¨pandilla¨ como el  llamaba a toda la parentela, vivía pegada.

– Los unos al lado de los otros.

Eran tres familias, y entre ellos se casaron.

Quizá por ahí debería de haber empezado.


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