Enlace Judío México e Israel – En los últimos meses, hemos visto una ola de protestas mundiales con una consigna: Black Lives Matter, las vidas de la gente negra importan. Este movimiento surgió en 2014 a raíz de la absolución del policía George Zimmerman después asesinar al afroamericano Trayvon Martin. Las protestas que han surgido desde ese momento han abierto la conversación en cuanto a la brutalidad policíaca y el racismo sistémico tanto en EE.UU. como en el resto del mundo. En ese contexto, me parece importante escribir sobre los problemas que las comunidades negras que viven en Israel enfrentan cotidianamente sólo por tener un color de piel más oscuro.

Primeramente, abordaré el tema de la comunidad Beta Israel, o bien sea, los judíos provenientes de Etiopía y Eritrea. Su presencia en Israel se remonta a 1934, cuando muchos de ellos hicieron Aliá junto a miembros de la comunidad yemenita. Sin embargo, las migraciones más significativas en número fueron en 1979-85 y en 1991, cuando llegaron aproximadamente 20,000 judíos etíopes a la tierra de Israel.

No obstante, su llegada no fue del todo dulce: en los campos de tránsito, a varias mujeres les inyectaron el contraceptivo de larga actuación Depo-Provera, lo que doctores especulan que puede haber provocado la disminución del 50% en la tasa de natalidad en la comunidad Beta Israel. Tristemente, esa no es la única instancia en la que el Ministerio de Salud ha discriminado en contra de los afroisraelíes.

Pnina Tamano-Shata, quien fue la primera mujer etíope en acceder a un curul de la Knéset y ahora funge como Ministra de Absorción de Inmigrantes, recuerda que hasta hace menos de una década le negaron la posibilidad de donar sangre por ser africana y “correr el peligro de que tenga VIH”, incluso cuando ya estaba comprobado que no. Dicho incidente provocó que el Ministerio de Salud cambiara sus lineamientos con respecto a la donación de sangre, permitiendo que las personas negras puedan donar. No obstante, situaciones como aquellas, argumenta Tamano-Shata, son síntomas de un racismo sistémico e institucional que plaga a la sociedad israelí.

En junio, después del asesinato de George Floyd en Minneapolis, muchos etíopes israelís encontraron un paralelismo con la brutalidad policíaca en Estados Unidos y la que ellos sufren en su día a día. El viceministro de seguridad pública, Gadi Yevarkan, afirmó que el homicidio de Floyd “destaca cuán relevante es la lucha contra el racismo y cuánto trabajo nos queda por delante en el entrenamiento de policías, la creación de procedimientos correctivos y auditorías internas efectivas, incluso en Israel” pues “un ciudadano israelí blanco se siente seguro cuando ve un coche de policía, mientras que un israelí negro se siente inseguro”. De hecho, los arrestos, ataques y asesinatos a manos de la policía que sufre la comunidad etíope de Israel, son desproporcionales a los del resto de la población.

Desde el 2015, gran parte de la sociedad israelí ha tomado las calles para pronunciarse en contra de la brutalidad policíaca contra los etíopes. En ese año, se filmó un incidente en el que dos policías tiraron al piso y patearon al soldado Damas Pakada, quien iba caminando tranquilamente por la calle, incitando protestas que duraron diez días.

En 2019, dos asesinatos provocaron manifestaciones aún más grandes y más violentas: el del joven discapacitado de 24 años Yehuda Biadga y el de Solomon Teka, de 18 años. Más de 50,000 israelíes se manifestaron y se enfrentaron con la policía, dejando a 110 heridos. Las protestas reabrieron la conversación sobre el racismo sistémico y la brutalidad policíaca, temas que son importantes de tocar, ya que ponen en riesgo vidas humanas.

Es importante recalcar que además de comunidades judías etíopes en Israel, existe un alto número de inmigrantes sudaneses o eritreanos, muchos de los que migran ilegalmente en busca de una mejor vida. Aparte de sufrir el racismo cotidiano que un negro en Israel enfrenta diariamente, ellos son sujetos a deportaciones masivas en dónde se les separa de su familia y se les condena a la muerte, pues sus posibilidades de supervivencia en sus países de origen son bajas.

Los africanos no judíos también tienen que enfrentar un discurso de odio por parte de las autoridades: Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel afirmó que “la llegada de africanos a Israel fue peor que muchos ataques terroristas”. Asimismo, el rabino de la comunidad sefaradí de Israel, Yitzhak Yosef, les llamó “monos”, uno de los insultos más ofensivos hacia los negros. En contraste, muchos ciudadanos alrededor del país, esconden a refugiados africanos en sus casas cuando hay redadas en el vecindario, evocando en la memoria de algunos sobrevivientes del Holocausto a las acciones de los “Justos entre las Naciones”.

Esa última oración es una nota esperanzadora ante una situación oscura, pues aunque el odio prevalece en el sistema, gran parte de la sociedad israelí se ha despertado y pide un cambio. Exige que a las personas de piel más oscura se les trate como humanos con todos sus derechos y la dignidad que se merecen. El pueblo judío ha sido oprimido por milenios, por lo que tenemos que luchar contra la discriminación en todos lados, incluyendo en nuestro Estado. Todavía falta mucho camino por recorrer pero el estar conscientes del racismo y tratar de ayudar, constituyen una tarea fundamental para un mejor futuro.


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