Enlace Judío México e Israel – Solo faltan como 1, 2, 3, 10 días para que nuevamente sea Año Nuevo, bueno, Rosh Hashaná, que es lo mismo pero no es igual, como dice la canción, literalmente cabeza de año 5780, en hebreo.

Desde que empezó septiembre hace unos días, no he podido dejar de pensar que nunca antes esa fecha fue como lo será esta vez… ¡Qué horror! Ya a mediados de agosto comencé a angustiarme viéndome en el espejo y observando detenidamente el curso de las líneas que estaban antes, pero no tan marcadas. Aunque ya hacía años que me había acostumbrado a ellas, aceptándolas, pues como decían mis buenas amigas (¿cómo serán las malas?): “esas líneas son de expresión, interesantes, y reflejan tu carácter”. Ouch. Pero yo me pregunto, entre amarga e irónica: ¿expresión de qué?

Se supone que el coronavirus nos ha cambiado a todas, (así dicen), nos ha hecho filosóficamente, metafísicamente, menos superficiales, más profundas y auténticas. Pues será a otras, ya que a mí siguen preocupándome las mismas cosas que antes, por ejemplo, como que la edad ha comenzado a notarse y que llevo meses encerrada (ya he perdido la cuenta del tiempo), y que la vida está pasando, o yo en ella.

A pesar de no ser una adolescente, (aunque siempre me sentía como tal), antes (otra vez el antes), salía a bailar salsa, me desvelaba, aunque al día siguiente me sentía fatal, con bolsas en los ojos como si pesaran kilos, me dolían todas las articulaciones y no podía bajarme de la cama. Ya ni siquiera las mascarillas de Estee Lauder (carísimas), o los viejos trucos de las abuelas, como las papas, la miel, una cucharita helada del refri debajo de los ojos, etc. lograban borrarme esa como línea negra.

Durante meses no salí, como les contaba, y cuando por fin lo hice hace unos días, tuve dificultades para vestirme. Es cierto que antes (otra vez ese antes, como un antes de la era cristiana y un después de la era cristiana), cuando iba a una fiesta o reunión, me cambiaba de ropa miles de veces, sintiendo que este atuendo es muy serio y este otro muy osado, pero ayer, nada me quedaba. La culpa no la tengo yo sino el coronavirus y el ocio y la glotonería durante meses. Cómo voy a ir a la cena de rosh hashana (si es que no hay encierro), con una chaqueta larga, me preguntaba a mí misma ayer angustiada mientras colgaba y descolgaba vestidos, faldas y pantalones. Siento que mi cuerpo ha cambiado desde que esta plaga comenzó, mi cintura como que ha desaparecido, mis hombros parecen más caídos, y mis caderas se han ensanchado al mejor estilo caribeño, sin que sea yo cubana.

Durante estos meses me he propuesto todos los días ponerme a dieta, que si la Paleo, que si weight watchers, que si las 8 horas, la zona, tipo de sangre, Dash, alcachofa, ayyy, hacer además ejercicios, para lo cual hasta me compré una bicicleta fija, pero a los cinco minutos me aburre y la uso para poner encima la ropa que me quito de noche. He decidido acostarme temprano, tomarme mi vaso de agua tibia en ayunas, uakala, no tomar café (de las pocas cosas que todavía me gustan en la vida), no olvidar las cremas nutritivas, tomar ocho vasos de agua… cosas que nunca hago y no creo que logre hacer. Mañana comienzo, me digo antes de acostarme a las dos de la madrugada después de haber cenado una enorme arepa reina pipeada con queso y mayonesa, y unos profiteroles con salsa de chocolate, receta que me sale muy, pero muy bien.

Antes de conciliar el sueño pienso con terror en todos los muertos recientes por falta de inmunidad, porque tal vez no han tomado vitamina c, d, magnesio, té verde, etc., creando anticuerpos. Dentro de unos días es Rosh Hashaná, habrá una reunión familiar… tal vez sea la última vez que los vea a todos juntos… ¿en qué se me ha ido este año y los otros? ¿En qué se me ha ido la vida además de casarme (no solo una vez) y tener dos hijos?

La gente joven a mi alrededor ya no me trata como si fuera una de ellos, ya me ven cada vez más lejana en el tiempo. Me ayudan a cargar una bolsa cuando yo sé que no necesito su ayuda y aunque la necesitara antes muerta a que alguien me ayude a cruzar la calle o me dé su asiento en el autobús. Recuerdo que la hija de ocho años de una vecina hace poco me preguntaba “¿y cuando tú eras pequeña había televisión? O “¿cómo eran los vestidos en tu época? ¿existían los teléfonos”? O cuando escucho por la radio en rigei kesem , momentos mágicos, a los Beatles y el locutor dice “acabamos de escuchar un viejo hit de hace 50 años…i want to hold your hand…o yesterday…entonces siento aquello que algunos llaman nostalgia y de pronto quiero estrechar la mano, esa mano que me está de alguna manera abandonando, la de la juventud agrandada por esta época de viruses y encierros, que más bien parece una película de ciencia y ficción.

Y sin embargo hay algo que me consuela: el tiempo y la pandemia pasa para todos, para Todo el mundo, sin discriminación alguna. Bueno, no sé si esto me consuela, aunque vea a mis amigas también cada vez menos jóvenes y encerradas, al igual que Jane Fonda y Catherine Deneuve. En uno de los últimos números de Vogue en internet vi una fotografía de Liv Ullman y sentí placer pero también tristeza al confirmar que ya no era la misma que yo había admirado en persona, ella, y hasta Sofía Loren también, envejecían encerradas en sus casas…

Solo faltan pocos días para la cena de Rosh Hashaná y yo obsesionada con mis frivolidades, en vez de preocuparme de que Trump gane las elecciones otra vez, que Netanyahu nunca se vaya, o que Irán nos ataque, cosas así, importantes, pues todavía no sé qué voy a ponerme.

Mi hijo Yonatan de pequeño siempre me preguntaba el significado del tiempo y de palabras tan difíciles como Porvenir. Por venir. ¡Yo qué sé qué va a venir! Nadie lo sabe aunque digan que sí. No me quedaba otra más que decirle mira, aunque pase el tiempo, yo ya no cumpliré más años y siempre seré la misma. Y tú tampoco serás más grande aunque aparentemente lo seas, pues para mí, eres y siempre serás mi hijito. Pero hoy, en esta época, por dentro siento que se me vienen encima todos los rosh hashanás del mundo, incluso los que no han venido todavía y que tal vez ya no vendrán.

Yo creo que con el blue jean de American Eagle ese ajustadito y la blusa blanca de Castro no me veré tan mal, ¡qué importa que no pueda respirar toda la noche! Eso es secundario.


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