Enlace Judío México e Israel –  Refiriéndose a un reportaje investigativo del periodista Raviv Drucker del Canal 13, mismo que daba nuevos detalles sobre un caso de caso de corrupción por el que se está culpando al primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, éste se expresó de la siguiente manera: “En un mundo normal, Raviv Drucker estaría en la cárcel por filtrar documentos penales e interrumpir los procedimientos judiciales, pero cuando el objetivo de los medios de comunicación es derrocar al líder derechista Netanyahu a toda costa, parece que todo está permitido”.

Aunque después se retractó y culpó a sus portavoces por redacción incorrecta, no es la primera vez que Netanyahu ataca a los medios de comunicación: en su campaña electoral del año pasado acusó al Canal 12 de llevar a cabo “un ataque terrorista en contra de la  democraciaun ataque terrorista en contra de la  democracia”, en 2017 publicó una foto en Facebook con logotipos de algunos medios y dijo que eran fake news y en 2016 dijo que la periodista Ilana Dayan “no tiene integridad profesional” después de una investigación sobre el rol de su esposa en el gobierno.

Estos son sólo algunos ejemplos de los ataques verbales que Netanyahu ha dirigido a los medios. Tristemente, los ataques verbales no son a lo único que los informadores en Israel y Palestina están sometidos, pues trece periodistas palestinos se encontraban en la cárcel en abril de este año y en 2018, se se sospecha que dos fueron asesinados intencionalmente.

Aunque la ley israelí garantice el derecho a la libre expresión, todo lo que se publica tiene que pasar por un censor militar, mismo que fue puesto en lugar para que no se filtre información que pudiera resultar dañina a la seguridad nacional.

Sin embargo, en los últimos años, voces como la de la congresista Shelly Yacimovich o el periodista Yaniv Kubovich han alertado sobre la utilización política del censor.

Bajo la figura del censor, las autoridades israelís han arrestado a gente como Anat Kamm, una ex-soldada de 24 años, que reveló documentos que destapaban posibles crímenes de guerra cometidos por sus comandantes.

Asimismo, en 2019, Israel se convirtió en el primer país democrático en deportar a un activista de Derechos Humanos: Omar Shakir fue expulsado después de pedir a la compañía Airbnb que dejara de rentar espacios en los territorios ocupados de Cisjordania.

Según Human Rights Watch, la organización para la cual trabaja Shakir, Israel se unió a la corta lista de países que han expulsado a sus oficiales, que incluye a Cuba, Norcorea, Sudán, Irán y Venezuela.

Estos dos son sólo algunos de los múltiples casos de detención que se han dado en los últimos años como el del arresto de activistas de Breaking The Silence en Mitzpeh Yair, el de los conductores de Good Morning Jerusalem en Jerusalén o el de Mohamed Malhem en Hebrón.

La organización internacional Reporters Without Borders coloca a Israel como el 88vo de 180 países en el mundo en cuanto a libertad de expresión y los tiene en semáforo color naranja, significando una “situación problemática”, junto a países como Lesoto (86), Gambia (87), Hungría (89) y Perú (90).

Sin duda, el lugar que Israel ocupa en esta lista es considerablemente triste, pero hay razones para ser optimista: en los últimos seis años, ha subido 24 lugares en el ranking, pues en 2013 ocupaba el lugar 112.

Esto se debe en gran parte al trabajo de la ciudadanía y la comunidad internacional para vigilar y poner presión  cuando se ven estos abusos. Sin embargo, todavía queda mucho trabajo por hacer y sin estar informados, difícilmente cambiará la situación.

Israel no es un país perfecto. Ciertamente es muy bueno comparado con otros, incluso en el rubro de la libertad de expresión. De hecho, es el único país en la región del Medio Oriente que no está en semáforo rojo o negro.

No obstante, es nuestro deber aspirar a que mejore día con día, y parte de ese proceso es admitir sus errores y fallas. La libertad de expresión es clave para el desarrollo y democracia de un país, es importante defenderla.

 


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