Enlace Judío México e Israel – “No he conocido nunca un fanático con sentido del humor ni un hombre con humor que sea fanático”. Así escribe Amos Oz en Contra el fanatismo, un libro que consiste de tres cortos ensayos sobre el extremismo, lo que implica ser escritor y el conflicto israelí-palestino.

En lo que refiere a este tema, el escritor oriundo de Jerusalén tiene una visión de que la empatía y el reconocimiento mutuo son esenciales para llegar a un acuerdo. Asimismo, enfatiza la necesidad de hacer concesiones dolorosas en ambos lados. Según Oz, el conflicto no es una lucha cultural o religiosa, sino que es una disputa de estatal sobre quién es el propietario de la casa. De acuerdo con él, lo que hace falta para entender la pugna entre Israel y Palestina es una buena dosis de entendimiento.

Escribe que: “El conflicto palestino-israelí no es una película del salvaje Oeste, no es una lucha entre el bien y el mal; más bien es una tragedia en el sentido más antiguo y estricto del término: un choque de derechos, un choque entre una reivindicación poderosa, profunda y convincente y otra reivindicación muy diferente pero no menos convincente, no por ello menos poderosa y no menos humana.

“Los palestinos están en Palestina porque ésta es la patria, la única patria de los palestinos. Igual que Holanda es la patria de los holandeses o Suecia la de los suecos. Los judíos israelíes están en Israel porque no hay otro país en el mundo al que, como pueblo, como nación, puedan llamar hogar”.

De esta manera, el autor apela al entendimiento mutuo y pinta un paralelismo entre la lucha judía por Israel y la lucha palestina por Palestina. Apunta que los palestinos no tienen otro lugar para irse, como los judíos no lo tuvieron por siglos. Sin embargo, Amos no es un optimista naive y cree que aunque el entendimiento sea la clave para entender el conflicto, no es el camino para resolverlo.

Por más que los israelíes y los palestinos se comprendan mutuamente, sus aspiraciones nacionales no se irán a ningún lado. Por ello, anota que lo que se requiere es “un compromiso doloroso”, ya que dice que “el opuesto de la guerra no es el amor, sino la paz”. Admite que de haber paz entre Israel y Palestina, no se amarán el uno al otro, sino que se creará una paz fría que se asemeje a la situación de una pareja divorciada que tiene que tiene que vivir en un departamento pequeño.

En su analogía, el divorcio sería triste, nadie se podría mudar de la casa, por lo que sería necesario decidir quién se queda con la habitación A y con la habitación B. Se tendrían que hacer acuerdos para ver quién se queda con la cocina y el baño. Sería complicado pero sería mejor que el infierno en vida que sufren los judíos y palestinos en Israel: de un lado la opresión y la humillación diaria por el gobierno militar israelí y del otro, el miedo a ser aterrorizados por un ataque en una escuela o un centro comercial.

Finalmente, hace un llamado a dejar de lado los prejuicios de ambos lados y comprender los traumas ajenos: “Israel es un gran campo de refugiados judíos. La mitad de nosotros somos refugiados judíos de países árabes, pero los árabes no nos ven así; nos ven como una extensión del colonialismo. De la misma manera, nosotros, los judíos israelíes, no vemos a los árabes, en particular a los palestinos, como lo que son: víctimas de siglos de opresión, explotación, colonialismo y humillación. Los vemos como pogromos y nazis, que simplemente se envolvieron en koffias y se dejaron bigotes y se broncearon al sol, pero están en el mismo viejo juego de cortarles el cuello a los judíos para divertirse. […] En este sentido, existe un profundo desconocimiento por ambas partes: no un desconocimiento político sobre los propósitos y objetivos, sino sobre los antecedentes, sobre los traumas profundos de las dos víctimas”.

Además, Amos Oz hace hincapié en entender la naturaleza del fanatismo para combatirla. Luchar contra este significa conocer las distintas maneras en las que se manifiesta. Interesantemente, Oz cree que el fanático es un ser altruista que está más interesado en los otros que en sí mismo. Para probar su punto, da el ejemplo de los ataques del 11 de septiembre. Según él, Bin Laden no destruyó las Torres Gemelas por odio a los americanos, sino porque su visión del mundo dictaba que el planeta sería un lugar mejor si Estados Unidos se acercara a los valores del islam radical.

No obstante, anota Oz, esos son los extremos a los que puede llegar el fanatismo, mismo que podemos encontrar en todos nosotros cuando queremos obligar a los demás a cambiar: a que nuestro amigo sea vegetariano o a que nuestros hijos estudien finanzas. Básicamente es “la urgencia de vivir la propia vida a través de la vida del otro”. Es preciso saber que Amos Oz no propone una relatividad moral, sino que pide que todos nos imaginemos en los pies del otro: ¿Cuáles serían mis perspectivas si yo hubiera nacido en Palestina? ¿Entendería las aspiraciones de los judíos de tener un Estado?

Personalmente, creo que Contra el fanatismo es una lectura importante para comenzar a comprender el conflicto entre Israel y Palestina en una época donde las redes sociales nos obligan a solamente leer o ver información de un lado. Amos Oz presenta una visión que requiere a la empatía y la autocrítica sobre nuestros propios fanatismos. Hoy más que nunca, cuando líderes fanáticos y divisivos ocupan lugares de poder, es clave cuestionar nuestras visiones y tratar de entender al otro en vez de cambiarlo. Si yo tuviera que elegir un libro que todos deberían de leer, sería este.


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