Enlace Judío México e Israel –  Los humanos poseemos el don de poder tener sexo por placer, no solo para procrear.

El placer sexual es uno de los más intensos que podemos experimentar, tiene variaciones casi infinitas, es saludable y todos contamos con el equipo físico necesario para experimentarlo.

Pero, como con todos los demás placeres, se debe aprender a apreciarlo, a darlo y a recibirlo, así como aprendemos a convertir el acto de alimentarnos en el placer de la gastronomía y educamos nuestro oído para gozar de la música

Todos los seres vivos, al momento de aparearse, realizan una serie de rituales que constituyen el cortejo, que es una forma de atraer a la más adecuada posible pareja. Este cortejo puede durar segundos o varios días y es siempre igual para cada especie. Una de la finalidades es preparar los cuerpos para aumentar las probabilidades de que el acto sea exitoso y cumpla el fin de la fecundación.

En las mujeres y los hombres es diferente. Al no tener las limitaciones de poder tener sexo solo durante ciertas época de celo y poder hacerlo sin la preocupación de un embarazo no deseado, el sexo se convierte en un vasto campo de expresión, placer, crecimiento personal y establecimiento y fortalecimiento de relaciones significativas.

Como todo lo que vale la pena en la vida, requiere de preparación y entrenamiento.

La manera más simple y burda de definir el acto sexual es la unión de los genitales para alcanzar el clímax, conocido como orgasmo. Esto, en algunas aves, requiere de, cuando más, dos segundos.

Pero el SEXO, así, con mayúsculas, en los humanos es mucho más que eso.

Una de las etapas más placenteras es la preparación, lo que se llama Juego Previo o Foreplay en inglés.

Este cumple la función de prepararnos emocional, mental y físicamente para el momento de estar cerca.

El juego previo tiene la ventaja de que es ilimitado, no tiene barreras de tiempo ni de distancia, es básicamente gratuito y solo depende de nuestra imaginación y de nuestro interés.

Físicamente, prepara a los cuerpos para la unión, ya que genera deseo. Esto a su vez, produce una serie de respuestas físicas entre las que se encuentran:

  • Aumento del ritmo cardiaco y de la presión sanguínea
  • Dilatación de los vasos sanguíneos, incluyendo lo de los genitales
  • Mayor flujo de sangre a la zona genital, lo que hace que aumente el tamaño de los labios vaginales, el clítoris y el pene
  • Hinchazón de los pechos y erección de los pezones
  • Lubricación, tanto en la mujer como en el hombre, lo que permite la penetración más placentera y sin dolor.

Y todo esto puede lograre sin que haya siquiera contacto físico, aún a la distancia.

El órgano sexual más poderoso que poseemos es el cerebro, que, por un lado, utiliza la imaginación para regalarnos escenas erótica más intensas que las de cualquier película pornográfica, ya que están hechas a la medida y en ellas podemos ser la estrella central mientras que, por otro lado, produce sustancias químicas que generan placer, reducen la ansiedad y aumentan la sensación de energía, dando una sensación de bienestar generalizado.

 “El factor clave para una relación sexual satisfactoria no es lo que se haga en sí, la técnica, duración,

tamaño o si tienes un cuerpo más bonito… sino la generación de deseo.

Aunque el concepto de placer es totalmente individual y personal, hay determinadas prácticas que pueden servir como guía para adéntranos en el jardín de los placeres del Juego Previo. Una vez adentro, parte del placer derivara en trazar nuestro propio camino, buscar nuevas rutas y encontrar los lugares en donde nos sintamos a gusto.

Cada persona tiene su concepto particular de lo que es erótico y eso incluye el Juego Previo. La primera regla es que todo lo que se haga sea de mutuo acuerdo y sin imposición.

En el Juego Previo debemos hacer uso de todos nuestros sentidos.

Empecemos por la palabra. Una llamada telefónica diciendo a nuestra pareja que estamos pensando en ella/él y que la/lo deseamos puede hacer que los jugos empiecen a fluir. Podemos agregar lo que nos gustaría hacer y preguntar a la otra parte que se le antojaría. Cada pareja desarrolla sus códigos verbales y sus juegos de palabras, con insinuaciones o explícitamente.

La vista es un poderoso imán. Con ella podemos decir a veces mucho más que con palabras. El deseo y la excitación hacen que las pupilas se dilaten, lo que es detectado inconscientemente por el otro. Por la mirada podemos transmitir interés y deseo.

El beso es la primera unión íntima, es la aceptación del otro en nuestra zona privada. No debemos recibirlo con un desabrido picorete o un beso al aire cerca de la mejilla. Debemos mirar fijamente a los ojos y acariciar sus labios con los nuestros, juntando los cuerpos, sintiendo al otro y haciéndonos sentir.

El tacto es una de las herramientas mas poderosas para dar y recibir placer. Hay zonas llamadas erógenas, en las que se incluyen los genitales, los pechos y las nalgas. En realidad, todo el cuerpo es, potencialmente, una zona erógena. Cada quien tiene sus preferencias, pero hay partes que son especialmente sensibles en la mayoría de las personas.

El cuello. – Desde la clavícula hasta los hombros, pasando por debajo de las orejas es un área deliciosa para lamer y mordisquear. Si deslizamos la lengua por ahí, podremos percibir como se erizan los vellos de nuestra pareja. Esa respuesta es más elocuente que mil palabras.

Los oídos. – El lóbulo de la oreja tiene una consistencia a la vez suave y firme, muy placentera de acariciar con los labios y lo dientes, sin llegar a morder. Y de ahí, la lengua sube a explorar el orifico del oído, metiéndose y acariciando. La sensación de humedad, de los roces y el sonido que se produce hacen que la pareja pierda la noción del tiempo y el espacio, más todavía si lo complementamos introduciendo un dedo en el otro oído, con lo que los únicos sonidos que escuchará serán los que produzca nuestra boca. Estos retumbarán en su cabeza, mareándolo de excitación.

La espalda. – Es una zona con muchas terminales nerviosas. Por eso es tan sensible al frío. También es muy sensible a las caricias. Por la actividad cotidiana, casi nunca nos damos cuenta lo estresados que estamos y lo tensa que tenemos la espalda. Si nos tocan, nos frotan, nos masajean, comenzaremos a sentir los puntos de tensión y como, si lo comunicamos a nuestra pareja, podrán irse relajando. Para esto, es recomendable utilizar aceite con algún aroma, como coco, avellana, chocolate o lo que nos guste. Parte del placer está en experimentar. Las caricias deben de cubrir desde los hombros hasta la cintura y los costados. Una variante muy sabrosa es el rascar, firmemente, pero sin hacer daño. Nuestra pareja y nosotros, cuando seamos quien recibe, sentiremos una deliciosa sensación de cosquilleo que siempre corre un milímetro por delante de las uñas, haciéndonos querer más. Esto, si lo hacemos a nuestra pareja después del orgasmo, es como el orgasmo del orgasmo, es la prolongación del placer. Y si estamos frente a frente, nos lo podemos hacer simultáneamente y sentir como se frotan nuestros pechos.

Las piernas. – Cada parte de las piernas produce una sensación diferente. Es recomendable avanzar de abajo hacia arriba, comenzando por los pies. Los dedos, que se pasan casi toda la vida encerrados en los zapatos, oscuros, húmedos y sin ventilación, agradecen ser acariciados, manipulados y encremados. El empeine y los tobillos son partes muy fuertes pues sostienen todo nuestro peso. Lamer la planta de los pies de la pareja le producirá una sensación extrañamente placentera. Obviamente, para esto, es recomendable haberse dado un baño previo, que, si se hace con la pareja, eleva la temperatura de la ocasión. Hay pocas cosas más eróticas que dos cuerpos enjabonados que se frotan bajo un chorro de agua tibia que se mete por las bocas durante el beso.

Al acariciar los muslos surge la tentación de llegar pronto a los genitales. Esto debe de contenerse, para aumentar la excitación. En el caso de los hombres se da un fenómeno muy curioso, muy excitante y difícil de observar. Hay un reflejo que probablemente sea un residuo evolutivo de protección de los órganos reproductivos. Consiste en que, al acariciar una pequeña zona de la cara interna del muslo, los testículos se contraen, produciendo una sensación extraña pero exquisita. Esto no se lo puede hacer uno mismo, ni siquiera definir donde esta ese punto. Debe hacerlo la pareja y la exploración es muy divertida y placentera para los dos, ya que se percibe a simple vista cuando sucede.

Las nalgas y los pechos. – Generalmente se considera que estas son partes del cuerpo de las mujeres muy deseables y sexuales, pero también para los hombres son generadoras de placer. Al igual que en las mujeres, los pezones de los hombres se endurecen con la excitación sexual y es muy placentero que la pareja los bese y los lama. Lo mismo sucede con las nalgas. Al pasar las caricias, de la cintura a los glúteos, la sensación cambia. Si la mano acaricia lentamente hacia abajo, hasta llegar a la comisura con el muslo y se detiene a pocos milímetros de los genitales de la pareja, crea una excitación entrelazada con una expectación del cuerpo a que siga avanzando y al detenerse, aumenta la tensión sexual.

El juego previo puede llegar a ser tan intenso como el propio acto sexual o aún más. Es posible que se llegue a alcanzar el orgasmo durante esta etapa.

Por supuesto que requiere de tiempo y disposición por parte de los dos integrantes.

También requiere de un ambiente propicio, cómodo y sin interrupciones. Sobre todo, sin el enemigo de la pasión, el teléfono celular.

Otro aspecto importante es el de la creación del ambiente adecuado y el uso de juguetes y herramientas generadoras de placer.

Por ahora, recordemos lo que decían en la Grecia antigua al inicio de las olimpiadas:

¡Qué comiencen los juegos!

…continuará


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