Rab Berel Wein – La pérdida del cónyuge amado, especialmente después de muchos años y décadas de matrimonio y vida compartida, es siempre un golpe traumático y demoledor. Aquellos de nosotros, que desafortunadamente hemos experimentado en nuestras propias vidas, ese suceso que se narra en la vida de Abraham, podemos dar testimonio del daño emocional e incluso físico que esta triste experiencia puede ocasionar.

Vemos en la vida de Jacobo que incluso décadas más tarde recuerda a sus hijos y a sí mismo el dolor y el sufrimiento causado por la muerte de su amada esposa, Raquel. En esencia, parece que Jacobo nunca volvió a ser la misma persona después de la muerte de Raquel. Sin embargo, Abraham aparentemente trató la muerte de Sara de una manera más estoica. La propia Torá lo indica por inferencia, cuando escribe acerca de la reacción que Abraham a la tragedia usando una pequeña letra kaf en su descripción del dolor y el llanto de Abraham por la muerte de Sara.

No es que Abraham estuviera menos afligido por la pérdida de Sara de lo que lo estaba Jacobo por la muerte de Raquel, sino que después de todos los desafíos y pruebas que Abraham ya había soportado, su actitud hacia la vida y sus vicisitudes era la de mirar hacia adelante y nunca detenerse en el pasado.

Los que viven exclusivamente en el pasado están condenados a la autocompasión y a una gran angustia emocional. Esto sólo causa una sensación de victimismo y desesperanza. Se refleja en todos los aspectos de la vida posterior y atrofia cualquier otro crecimiento espiritual, social o personal. La grandeza de Abraham, como nos enseñó la Mishná, fue su resistencia y su continuo crecimiento espiritual y personal. Abraham constantemente miró hacia adelante y nunca se detuvo en las desgracias del pasado.

Escuché un excelente discurso pronunciado por George Deek, un árabe cristiano que es miembro del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel. Al contar la historia de su vida, describe cómo su familia vivió en Jaffa durante muchas generaciones y cómo huyeron al Líbano durante la Guerra de la Independencia de 1948. Al percibir la suciedad y la manipulación política de los refugiados por parte de las potencias árabes, cuyo único objetivo era la destrucción de Israel y no salvar y reasentar a los refugiados, su abuelo escapó de Líbano y de alguna manera trajo a la familia de vuelta a Jaffa e Israel, recuperó su trabajo en la Compañía Eléctrica de Israel. Crió generaciones de profesionales exitosos, todos ciudadanos de Israel.

Dijo que los refugiados judíos de Europa y del mundo musulmán intentaron olvidar su pasado y construir un nuevo futuro para ellos y sus descendientes cuando llegaron a Israel. Otros grupos de refugiados en cambio se deleitaron en sus derrotas, en sus leyendas de venganza y se dedicaron al terrorismo en lugar de rehabilitarse a sí mismos.

Esa actitud y mentalidad les ha servido mal y les ha costado caro. El pasado debe ser recordado y atesorado como instructivo para nosotros. Sin embargo, es el futuro y lo que hagamos de él lo que en última instancia determina nuestro valor y nuestro destino. Esa es una de las grandes lecciones que se derivan de la historia de la vida de nuestro padre Abraham.