Enlace Judío México – ¿Cuántas veces hemos escuchado que el amor nace de la vista?; que cuando dos personas se aman se huele en la atmósfera, se siente desde la primera vez; que el amor es apasionado, vivo, como diría Sabina “cuando no muere mata.” Pensar en el amor nos pone “los pelos de punta,” “la piel de gallina” y nos da “mariposas en el estomago.” No hay novelas más apasionadas que aquellas que hablan de enamorados, ni drama más profundo que el de Romeo y Julieta. Sin embargo, ¿el amor es siempre así?; ¿dramático y desbordado?, ¿tan lleno de pasión que no deja ni comer, ni respirar? La respuesta sincera es: no; amor hay de todos los tipos. A veces es rápido como un trueno y a veces es lento como una inundación que avanza gota por gota, ejemplos de ellos tenemos en todas las culturas y todos los libros. La Torá, siendo un retrato del alma humana, también lo refleja y podemos aprenderlo con la historia de Raquel, Jacobo y Lea; las dos hermanas representan dos formas distintas en las que uno se enamora y ama, Raquel es amada desde el primer encuentro, Lea por su lado es amada a través del tiempo. Rab Hirsch uno de los comentaristas más importantes del siglo XIX nos habla de ello en sus comentarios a la Torá, en el siguiente artículo trataremos de explorar su perspectiva a profundidad.

Raquel y Lea

Cuando uno lee con cuidado los pasajes que se refieren a las dos hermanas, lo que más extraña del texto es la relación que establece Jacobo con cada una de ellas. En los pasajes, es evidente que Jacobo ama a Raquel desde el primer momento en que la ve, pero sus sentimientos hacia Lea, con quien se casó por engaño, no son claros. Además, Jacobo es el único de los patriarcas que tiene dos esposas al mismo tiempo y cuya relación amorosa es discutida extensamente en los pasajes; de Abraham sabemos que amaba a Sarah por forma en que se comportaba con ella, pero la Torá nunca habla de los sentimientos de Abraham hacia su esposa; en cuanto a Isaac sólo se habla de sus sentimientos hacia Rebeca en los primeros momentos que la ve y se enamora. Jacobo es del único que la Torá habla abiertamente después de casado. Esto es así porque de los matrimonios con las hermanas saldrá la tribu de Israel completamente, cada interacción que tienen Jacobo y las hermanas es una muestra de cómo se debe llevar la relación de pareja en el ámbito familiar; juntas Raquel y Lea representan el centro de la casa judía; la vida doméstica.

Diferencias entre las hermanas. Dos tipos distintos de amor y belleza

Lo primero que destaca del texto son las diferencias que la misma narración señala entre las hermanas; de Raquel constantemente se resalta su belleza, mientras que de Lea lo primero que se dice es que tiene “ojos tiernos;” los midrashim y los comentaristas aclaran que sus ojos eran tiernos “de mucho llorar”. De Lea lo que más destaca son las plegarias que hace a D-os y la entrega que hace a la vida en familia. Ambas representan dos tipos de belleza distinta tanto de la persona, como del matrimonio, al igual que de la vida. Raquel es la belleza que llega de forma natural, innata. Lea, la belleza que se expresa a través del amor y la dedicación.

Jacobo ama a Raquel desde el primer momento en que la ve. Sin embargo de Lea se dice que es “la menos amada;” y no es hasta el tercer hijo que tiene con su esposo cuando realmente puede disfrutar plenamente de su amor. La primera, representa el amor del enamoramiento desbocado del primer encuentro, donde el hombre está dispuesto a trabajar siete años sin paga para obtener su mano; el enamoramiento de la pasión, del escalofrío, de la belleza inmediata. La segunda, disfruta del amor que llega sin haberlo pedido.

Lea gana su amor a través del sacrificio y el compromiso. Los nombres de sus hijos son reflejo del acercamiento que tiene con Jacobo, con cada niño su esposo está más cerca de ella. Los primeros dos hijos se llaman Rubén y Shimeon, porque D-os ha “visto” y “escuchado” su aflicción respondiendo a sus plegarias con hijos que le acercaron a su esposo; al tercer hijo, Levi (mi corazón), es el mismo Jacobo quien pone el nombre en honor al amor y respeto que siente por ella. Para el cuarto hijo, Juda (alabanza), Lea ya no tiene dudas del amor de su esposo y puede agradecer a D-os y dedicarse a Él. Ambos, a lo largo del tiempo han aprendido la belleza de la intimidad y la vida familiar.

En cuanto a Raquel, si bien el amor de Jacobo hacia ella es constante, el dolor que le produce la carencia de hijos es tan profundo como el dolor que sentía su hermana al no ser tan amada. D-os abre su vientre sólo cuando accede a que Lea duerma una noche más con Jacobo; cuando está dispuesta a compartir el amor de su esposo y sacrificar su orgullo por el bienestar de su propia hermana y del futuro pueblo judío. Las flores que Lea le da son un recuerdo de los signos que Raquel donó a su hermana para concretar el matrimonio con Jacobo. En memoria a ese sacrificio tan grande que hizo, es que D-os abre su vientre y le da un hijo.

Al final, el intercambio de las flores es simbólico ambas hermanas se enriquecen una de la otra compartiendo un poco de lo que la otra carece. Raquel, antes de su boda le da a Lea ese amor tan natural que Jacobo siente por ella, “te doy el amor de mi esposo por tus flores,” mientras que las flores de Lea son flores de fertilidad, representan el amor cultivado en los años de esfuerzo mutuo, el amor que surge al criar una familia juntos; las flores mismas fueron recolectadas por su hijo. Un matrimonio completo requiere de ambos tipos de amor.

Dos mujeres en una

Si bien el texto bíblico habla claramente de dos mujeres bien definidas con distinta personalidad y carácter, la dualidad que forman, la manera en que se complementan y los distintos símbolos que las unen en la narrativa, hacen que juntas puedan representar la imagen de una sola mujer: el ideal de la mujer en matrimonio. Dentro de las bodas judías existe un ritual muy bello que hacemos en recuerdo a Raquel y Lea. El novio, antes de casarse con la novia, levanta el velo para ver su cara y la vuelve a tapar con el mismo; se hace en recuerdo al engaño que sufrió Jacobo con Laban y Lea. Entre los muchos simbolismos que este acto tiene, no podemos obviar el hecho de que el velo separa la mujer en dos, aquella que es cubierta y aquella que se encuentra sin el velo. Cuando uno se casa, en el fondo se casa con dos mujeres: aquella de la cual se enamoró; la que conoce a fondo y por la cual trabajaría más de catorce años y aquella otra mujer que aún no conoce; la mujer que sólo existe en la intimidad que él aún no ha tenido; la mujer que aparece con los años de amor y sufrimiento, la mujer que él no escogió, pero que viene con el paquete; la que tendrá hijos y será madre. Cualquier hombre al casarse, se casa con Raquel y con Lea en el mismo instante.