Enlace Judío – Arabia Saudita está situada en Asia occidental, tiene una superficie de 2,149,690 kilómetros cuadrados con una población de 34 millones, lo que se traduce en una baja densidad de población de 16 habitantes por kilómetro cuadrado. Su economía está basada casi por completo en el petróleo y su avance está estrechamente relacionado con el mismo. Arabia Saudita es el mayor exportador de petróleo en el mundo y cuenta con las reservas de petróleo más importantes a nivel mundial.

El petróleo representa el 80% del total de sus exportaciones y 70% de los ingresos del Estado (y más de 40% del PIB). La producción anual es de casi 10 millones de barriles; con un PIB de 793,000 millones de dólares en 2019, Arabia Saudita es la mayor economía del Medio Oriente y el país más rico de la región. En ese año el PIB per cápita fue de 20,000 dólares, se encontró en el puesto 40 de los 196 países del Ranking del PIB per cápita. Ciertamente, la evolución del sector petrolero, la política gubernamental de grandes obras públicas, al igual que la inversión extranjera directa y la solidez del sistema bancario y financiero le han permitido ser la primera economía regional.

El sector industrial representa 45% del PIB de Arabia Saudita es de destacar que el sector industrial no petrolero está cobrando vigor en virtud de las inversiones del gobierno para la diversificación económica. Los servicios aportan 52.1% del PIB y emplean al 71% de la Población Económicamente Activa, este sector está dominado por el turismo, los servicios financieros y bancarios y los seguros. 

El avance de la economía saudí fue de solo 0.3% en 2019, frente a 2.4% en 2018, debido a los recortes de producción acordados por la OPEP ese año (Arabia Saudita es miembro de la OPEP) y por los ataques de drones contra sus refinerías. Estos factores más la incidencia del COVID-19 provocaron una caída estimada de su PIB este año de por lo menos 3% y repunte entre 2% y 3% en el 2021. Es de destacar que Arabia Saudita por razones climáticas seguirá enfrentando escases de agua y tendrá que importar la mayoría de productos alimentarios.

En este contexto, los recientes Acuerdos de Paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos y Baréin, auspiciados por EUA, denominados Acuerdos de Abraham, no habrían podido concretarse sin la “bendición de Arabia Saudita”. Los acuerdos están vinculados a un interés común: la amenaza que representa el programa nuclear de Irán con fines militares, que afecta también a Arabia Saudita. Israel ha tenido durante un largo tiempo pláticas secretas con Arabia Saudita. Los Acuerdos de Paz ya establecidos y los que próximamente se harán, que incluirán a Arabia Saudita, fortalecerán el desarrollo de los lazos comerciales, tecnológicos, turísticos y culturales entre los países involucrados. En la prensa saudí que ha alabado el Acuerdo Abraham, son cada vez más frecuentes los comentarios sobre Israel y la historia judía en el mundo árabe islámico.

Con los Acuerdos Abraham mejorarán los vínculos regionales y en un momento dado llevarán a un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos, que ahora han perdido su antiguo poder de veto de facto en la Liga Árabe, que esta vez se negó a condenar los Acuerdos de Abraham que quería la Autoridad Palestina.

Por otra parte, la prensa estadounidense ha mencionado la supuesta construcción de una planta de óxido de uranio molido usado en el enriquecimiento de uranio, necesario para la fabricación de armas nucleares, cerca de la Riad, con la ayuda de China, que preocupa a las administraciones de EE. UU. e Israel. Se considera que la cooperación entre China y Arabia Saudita no estaría limitada a la energía nuclear, sino que también se extendería al desarrollo y producción de misiles balísticos en otra fábrica, cuyo diseño se asemeja a la de una fábrica en Pakistán activa desde 1990.

Israel y EUA temen que Arabia Saudita busque dotarse de misiles balísticos con ojivas nucleares. Todos los informes publicados hasta 2016 indican que Arabia Saudita posee una infraestructura básica para el desarrollo de energía nuclear y que carece de los recursos necesarios para desarrollar armas nucleares sin el apoyo externo. Arabia Saudita podría dotarse de la capacidad de enriquecer uranio, así como la de desarrollar armas nucleares en pocos meses con la ayuda de China y en el caso que se decidiera, no atenerse al Tratado de No Proliferación Nuclear.

El reino saudita asegura que sus proyectos nucleares que se iniciaron en 2006 son civiles dirigidos a la obtención de electricidad a través de la energía nuclear, sobre todo para sus plantas desalinizadoras y con el propósito de disminuir su dependencia del petróleo en la producción de energía. En este marco, Arabia Saudita ha firmado acuerdos de cooperación bilateral con países como Francia, Argentina, Corea del Sur y Kazajistán con el objetivo de construir 16 reactores nucleares hasta 2040, con una inversión de 80 mil millones de dólares.

No obstante, estos proyectos podrían desembocar en una carrera armamentística nuclear con Irán, especialmente por la creciente tensión entre ambas naciones. En declaraciones al canal de televisión estadounidense CBS en 2018, el principal heredero de la corona saudí, Mohammed bin Salman, afirmó que su país se detona del arma nuclear si Irán lo hace. Las preocupaciones de Israel sobre una posible carrera armamentística nuclear entre Irán y Arabia Saudita aumentaron cuando el presidente de EE. UU., Donald Trump, decidió retirarse unilateralmente, del acuerdo nuclear con Irán en 2018.

Israel sigue de cerca y con mucho cuidado el programa nuclear de Arabia Saudita, el aliado más cercano de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) con el que, como se indicó previamente, firmó recientemente un acuerdo de paz. La postura nuclear de Arabia Saudita puede tener como fin querer dotarse de una fuerza disuasoria ante cualquier amenaza, firmar un acuerdo de defensa mutua con un país nuclear y liderar los esfuerzos internacionales por desnuclearizar la región. Existen numerosos informes que señalan al papel de Arabia Saudita en el programa de desarrollo de la bomba atómica de Pakistán, en los años ochenta, como una forma de lograr cierta disuasión ante las amenazas externas. 

Se piensa que China proporcionó uranio enriquecido a Pakistán para su proyecto nuclear en el marco de un programa secreto, mientras que Arabia Saudita aportó dinero, hecho que Riad desmiente. Aunque las administraciones de Riad e Islamabad no siempre mantengan buenas relaciones, es un hecho que los saudíes sí que mantienen unas relaciones robustas con la cúpula militar de Pakistán.

A pesar de la intrincada nuclear en el Medio Oriente y la vinculación de esta región con China y Pakistán, se prevé que una vez que el presidente electo Joe Biden tome posesión en enero del 2021, Israel y Arabia Saudita iniciarán un proceso de negociación para establecer un acuerdo de paz entre ambos países. 


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