ARANZA GLEASON – Desde niña hay pocas cosas que me parecen tan seductoras como el fuego, su forma tan explosiva en que se muestra y el movimiento que teje con las sombras. Por alguna razón u otra, el fuego siempre ha sido un elemento cargado de significado en las distintas culturas. Aparece como muestra de poder o fortaleza, un elemento casi tan perfecto e invencible que sería más propio de los dioses que de un hombre. Sin embargo, en el caso judío aunque el fuego aparece desde su fortaleza y ardor constantemente se muestra como una figura de confianza, desde su característica de luz. Cada viernes por la noche tenemos la fortuna de admirar su belleza en sencillez con las velas de Shabat y el reflejo de estas luces nos recuerdan la Menorá que se encontraba en el Tabernáculo del desierto y el Templo de Jerusalén. Ambos recintos creados para intimidad y cercanía con Dios.

En unos días empieza la festividad de Janucá el fuego de las velas que prendemos en este caso es un reflejo de la luz espiritual que alumbra el camino del hombre en su relación con D-os y existe desde la Creación hasta nuestros días. Se expresa en el mundo con una gran variedad de caras tanto como la luz primigenia la cual D-os guardó al formar el mundo como la luz de la Redención que hará brillar nuevamente todo lo creado. Tanto la luz del justo que ilumina el camino de sus congéneres como la luz de la Menorá que D-os daba a los judíos. Luces que son una sola y cada Janucá estamos obligados a recordar. Pues en está festividad los conceptos de luz y oscuridad son el centro de la celebración, cómo se entienden y la manera en que se expresan nos ayuda a ver cómo entiende el judaísmo la relación entre el hombre, el mundo y D-os. A continuación nos gustaría profundizar en las diferentes analogías que los textos judíos elaboran de las velas que prendemos en Janucá.

La Luz Primigenia y la luz de la Redención

La primera vez que se nos habla de la luz en la Torá se encuentra en el primer día de la Creación cuando D-os dice “que haya luz” y hubo luz. Los comentaristas se preguntan a qué luz se refiere el pasaje, pues el Sol y la luna no habían sido creados aún. Debe referirse entonces a una luz espiritual más que a una luz física y ésta es la luz primigenia de la Creación a la cual se le llama Or Haganuz. Refleja a la perfección la Gloria de D-os y a través de dicha luz toda la vida fue creada.

Los relatos nos cuentan que D-os permitió al hombre bañarse en ella por 36 horas y estuvo presente en el mundo tres días antes que D-os mismo decidiera esconderla y reservarla para el futuro. Cuando Adán la tenían podía ver de punta a punta el mundo entero. Por ello la luz representa la sabiduría más grande que adquirir el hombre el conocimiento de la verdad eterna, el sentido final de todas las cosas y la razón por la cual fueron creadas. Según la tradición, en el mundo tenemos acceso a restos de esa luz y la conocemos cuando nos acercamos a D-os e incluso ha habido momentos históricos en que esa luz se ha manifestado físicamente en el mundo, sin embargo no volverá a brillar plenamente sino a través de la Redención.

El judaísmo funciona en torno a la idea de que el mundo entero fue creado para fomentar la relación que existe entre D-os y el hombre, pues sólo el hombre al ser el único ser con capacidad de entendimiento y decisión es el único que puede fomentar una relación libre con D-os; es el único capaz de captar Su magnificencia y perfección. El mundo creado en su totalidad da testimonio a la Gloria Divina, sin embargo deja de funcionar en armonía cuando el hombre se abstrae de él y decide separarse, ya que deja de tener sentido en sí mismo. Para volver a hacer brillar la Luz Primigenia en el mundo el hombre primero tiene que aprender a estar en sintonía con él, debe encontrar su lugar en el mundo para poder llevarlo a D-os y que de esa forma existan D-os, el hombre y el mundo en plena sintonía.

Ése era el estado del cual disfrutaba Adán antes de comer del fruto prohibido. Sin embargo al comer del fruto y alejarse de D-os a tal punto causó una dualidad interna en su persona haciendo que la sintonía se rompiera, trajo la oscuridad a la tierra que representa el alejamiento de D-os. La humanidad entera lucharía el resto de su existencia para restablecer la armonía que fue rota tanto en el interior de la persona como en el mundo. La Redención es el momento en que el hombre ha logrado superarse a tal punto que vuelve a encontrar la relación perfecta con D-os y el mundo. La luz primigenia es el camino que lo guiará, es la búsqueda interna de la espiritualidad. La oscuridad que se describe al inicio de la Torá es la oscuridad que lo rodea, es el Exilio del hombre del Edén. Éste debe aprender a convertirla en luz. Las 36 velas de Janucá representan esas primeras 36 horas que Adán y Eva pasaron con la Luz Primigenia, y al mismo tiempo también representan la luz. La búsqueda que tiene el hombre hacia D-os. También representan la forma en que D-os se acerca al hombre pues la palabra “Aieka” (¿Dónde estás?) La forma en que D-os llama a Adán nuevamente a la cercanía, en Guematria también suma 36. Mientras que la noche de Janucá la oscuridad que rodea las velas representa el Exilio espiritual nuestra propia oscuridad interna.

La oscuridad de Grecia (Yaván) y la luz de la Torá Oral

En el segundo verso de la Torá se describe a la Tierra con cuatro palabras que reflejan un vacío muy profundo. Ese estado representa el Exilio espiritual del hombre son formas en las que el hombre abandona a D-os. Además, en la tradición judía, cada una de las palabras representa a una de las cuatro naciones bajo las cuales Israel sufrió Exilio (Egipto, Grecia, Persia y Roma) cada una fue exitosa como civilización y expandió su filosofía moral por el mundo, sin embargo cada una tuvo su forma de alejarse de D-os y también expandió esa falta al mundo; a su manera trajeron dolor al hombre. A Grecia particularmente se le compará con la oscuridad y se vuelve la antítesis de Israel en las épocas de Janucá.

Grecia representa la búsqueda del hombre en el mundo cuándo éste ya no anhela acercarse a la verdad, representa una intelectualidad mal llevada, que en lugar de acercar al hombre a D-os lo aleja de Él. Es una búsqueda del conocimiento y la identidad negando la trascendencia, una búsqueda hecha por la búsqueda misma no por deseo de conexión con algo exterior a uno. Al negar a D-os y a la trascendencia misma, rompen la armonía que el intelecto le empuja a la persona a hacer el bien. Finalmente en las épocas de Janucá fue Grecia quien conquistó al pueblo judío y prohibió los ritos y las dedicaciones a D-os. Por eso representa una de las caras del Exilio espiritual y la oscuridad.

Dicha oscuridad es contrastada por la luz de la Torá Oral que representa el uso de la intelectualidad para conocer a D-os. Es un estudio que en lugar de volcar a la persona hacia sí mismo la vuelca hacia el mundo, le enseña a ver a D-os en todo lo creado. Un estudio además que no le permite a la persona desarraigarse moralmente de su pensamiento lo obliga a involucrarse activamente con las consecuencias de su forma de pensar. Si el pensamiento filosófico griego se distancía de la realidad a través de categorías universalistas, la Torá oral es capaz de revelar la luz de D-os en el detalle, en la bendición a una fruta.

Los sabios también muestran otro contraste entre el pensamiento griego y la Torá Oral, la primera es muy atractivo y parece ser luminoso, pero al negar a D-os termina por oscurecer, la Torá Oral por el contrario se ve oscura, requiere de una gran disciplina aprender a leerla y estudiarla. Sin embargo una vez que se logra el enriquecimiento tan personal que el individuo vive la vuelve luminosa.