Enlace Judío- En el año 2010, el departamento de Psicología de la Universidad de Harvard hizo el siguiente experimento acerca de las posibles causas de felicidad:

Instalaron en los teléfonos celulares de 2,250 voluntarios, hombres y mujeres una aplicación que les preguntaba, al azar, que estaban haciendo en ese preciso momento y que tan felices se sentían, debiendo de calificar de 0 a 100 su percepción de felicidad.

Entre los últimos lugares estaba el estar trabajando, con 61 de calificación. Leer, ver la tele, oír noticias y cuidar a lo hijos calificaban con 65.

El décimo lugar lo ocupaba comprar. Le seguían, en séptimo lugar, pasear, rezar, meditar y comer. Oír música era el tercero, con 74. Hacer ejercicio el segundo lugar, con 77 y, como es de imaginarse, en efecto, estar teniendo sexo era el primer lugar, con un 92. O sea, que el sexo es la actividad que más felicidad nos produce, aunque sea temporalmente.

El resultado de este experimento, por supuesto que no es concluyente, es solo indicativo de un tema que es de la mayor trascendencia en nuestras vidas, al que dedicamos mucho de nuestro tiempo y espacio mental y físico y del que, paradójicamente, cuando se habla, generalmente se hace en voz baja, con rodeos y algo de vergüenza. Esta vergüenza puede ser resultado de un instinto biológico o de un condicionamiento cultural. A nuestro cerebro le es difícil conciliar razones y emociones.

Ya lo dijo Blas Pascal, El corazón tiene razones que la razón desconoce.

Algo innegable es que todos somos producto de una relación sexual.

Se ha invertido por mucho, más tiempo y recursos en estudiar la Luna, a donde muy pocos humanos han podido llegar, que nuestra vida sexual, actividad que se repite miles de millones de veces a diario en el planeta – millones lo están practicando en este mismo momento, pero hasta entre amigos, familiares y aún con la pareja misma, es un tema que causa rubor. Por ejemplo, a las partes de nuestros cuerpos involucradas en esto se les nombra con eufemismos como el pajarito, la cosita, las bubis, las pompis, etc.

Para parte de la humanidad, aquella perteneciente a la cultura judeo cristiana, el origen de esto puede ser el relato bíblico de la desobediencia de Adán y Eva al comer el fruto del árbol prohibido. Al hacerlo, “…se dan cuenta de su desnudez y cubren su cuerpos con hojas de higo”.

La sociedad le ha dado una trascendencia exagerada y muy dramática al sexo, que, lo ha sobrevalorado, todo mundo habla de él hasta el cansancio y pareciera que ya no hay nada que explicar, cuando es todo lo contrario pero el sexo es también un intercambio de amor y de placer, lleno de veredas interesantes y estimulantes por descubrir, tanto íntimas como físicas e intelectuales.

El término “sexología”, la ciencia del sexo fue utilizado por primera vez hace poco más de 100 años, en 1907, lo que la hace una de las ciencias más jóvenes a pesar de que su materia se remonta al origen de las especies. Es apenas en este corto lapso que se han empezado a derrumbar mitos que solo condujeron a muchas generaciones a ver el sexo como algo sucio, pecaminoso, inmoral o perverso, cuando debe verse como algo gozoso y divertido.

En cuanto a mitos sexuales, la lista es infinita. Los hay desde los francamente ridículos hasta los que tienen fundamentos científicos serios que posteriormente son desechados.

Entre los primeros está la curiosa teoría expuesta por Anaxágoras en siglo IV A. E. C. que decía que lo hijos varones provenían del testículo derecho mientras que las niñas, del izquierdo. De acuerdo con esto, en la Edad Media, algunos aristócrata franceses que engendraban solo niñas, se extirpaban el testículo izquierdo para tener hijos.

En el otro extremo está la clasificación del orgasmo femenino de Freud. Él decía que el orgasmo resultado de la estimulación del clítoris era infantil y ocurría en mujeres inmaduras mientras que el orgasmo vaginal, resultado de la penetración era el orgasmo de la mujer madura. Esta idea que conflictuó a muchas mujeres por años, ya se considera inexacta y casi no es tomada en cuenta pues se ha aprendido mucho acerca del clítoris.

La respuesta sexual es multifactorial y depende de factores psicológicos, culturales, bioquímico y hasta fisiológicos.

Una investigación muy curiosa fue la que realizó Marie Bonaparte, sobrina nieta de Napoleón acerca de la relación entre los orgasmos femeninos y la distancia entre el clítoris y la vagina. Esto fue resultado de su propia experiencia. Nunca alcanzaba el orgasmos durante el acto sexual, pero si cuando se masturbaba. Esto fue en los años 20s del siglo pasado y no era un tema que pudiera hablar públicamente. Puso manos a la obra y reclutó a 243 voluntarias, a las que midió la distancia entre el clítoris y la vagina y les preguntó por la frecuencia de sus orgasmos durante el acto sexual. Con los resultados clasificó a estas mujeres en tres grupos; aquellas cuya distancia era menor a 2.5 cms, las que tenían una distancia de 2.5 cms y las que cuya distancia era mayor y encontró que en las primeras, la frecuencia del orgasmo durante el sexo era mayor que en las del último grupo. Publicó esto bajo un seudónimo en una revista científica y con esto, demostró, aunque parcialmente, que uno de lo generadores del orgasmo femenino es la estimulación del clítoris, que se más intensa mientras más cerca esté de la vagina y, en consecuencia, sea más acariciado durante la penetración. Sin embargo, es común que se produzcan orgasmos de muchas otras maneras, inclusive sin contacto físico, como en algunos practicantes del Tantra y hay quienes alcanzan el orgasmo con la estimulación de los pechos, el cuello, el ano o las orejas.

Una conclusión es que no todo es mental. Tampoco todo es físico. El placer sexual es resultado de una mezcla de factores. El punto de partida debe ser el conocimiento.

Si dejamos de lado por un momento las consideraciones religiosas y morales que tienen que ver con el sexo, son La Psicología, la Sociología y la Fisiología las ramas de la ciencia que se ocupan de este asunto, llevando las dos primeras mucha delantera sobre la Fisiología, en especial, la Neurociencia.

Un ejemplo de un descubrimiento científico interesante es el que las caricias suaves son más placenteras porque estimulan solo a ciertas fibras nerviosas involucradas en el placer. O sea, que no son sensaciones que nos gustan solamente porque sí; estamos “armados” biológicamente para reaccionar de esa manera.

Esto no solo sucede con el tacto. También sucede con el olfato y con los demás sentidos, siendo la vista el más involucrado en la atracción sexual. Somos seres visuales buscando siempre estimulación sexual, aunque lo neguemos y determinados mecanismos psicológicos lo inhiban. Un ejemplo de esto es lo frecuentemente que mientras estamos platicando con alguien, repentinamente volteamos para darnos cuenta de que estamos viendo a alguien que nos parece atractivo. Esto no es voluntario ni consciente. Son estímulos recibidos por el inconsciente que no registramos pero que nos hacen actuar. Entonces, cuando nos dicen “se te fueron los ojos”, es cierto, se van solos, es nuestro inconsciente. No somos responsables, por lo menos, no totalmente.

La confianza, la relajación, la satisfacción con nuestro propio cuerpo, el grado de deseo, la compenetración con el amante, son algunos de los muchos factores que intervienen en el placer sexual pero la sexualidad humana, vista desde el punto de vista biopsicosociológico incluye la interacción de factores conductuales, educativos, psicológicos y de desarrollo, así como otros que son fisiológicos, neurológicos, anatómicos, endócrinos y hasta… ¡genéticos!

Para determinar si un rasgo o característica es genético o es cultural o aprendido, se han realizado experimentos con grupos de gemelos, analizando desde las fobias hasta las preferencias alimenticias.

Solo recientemente se ocuparon de estudiar el tema del orgasmo y la genética. Preguntaron a un número grande de hermanas gemelas, quienes alcanzaban el orgasmo con solo la penetración y quienes con otro tipo de estimulación física. Independientemente de que la respuesta sexual femenina es muy diversa, encontraron una correlación muy significativa entre gemelas. Estos son estudios muy recientes y sus resultados no pueden tomarse como definitivos, pero estiman que puede deberse a que las funciones orgánicas, entre ellas, la producción de hormonas entre gemelos es muy parecida y esto es uno de los determinantes de las características de las reacciones sexuales.

Hasta hoy, la ciencia del sexo es, en realidad, bastante conservadora, demasiado influenciada por un concepto cada vez menos preciso que es el de lo “normal”.

Parece que la gente espera más resultados de la ciencia para validar, reforzar o corregir sus prácticas y preferencias, pero todos tenemos ya la programación, el software y el hardware, solo necesitamos aplicarnos a aprender a usarlos, para que, en términos bíblicos, podamos conocernos.

Como guía inicial, podemos observar las siguientes reglas básicas e indispensables:

  • Todo acto íntimo que tengamos con otra persona tiene que ser de mutuo acuerdo, sin imposición
  • Nada que haga una pareja es malo ni anormal si es aceptado por los dos
  • Debemos aceptar y respetar nuestros gustos y los de la otra persona y para esto, debemos de hablar tanto como sea necesario acerca de nuestras preferencias y de lo que nos disgusta
  • El acto sexual no solo se realiza con los genitales. Abarca todo el cuerpo, todos los sentidos y toda la mente
  • El acto sexual es una fuente de placer, gozo y satisfacción. Mientras más placer demos a la pareja, más placer recibiremos. Hay que rascarse donde hay comezón

Vivimos en la época de la información, pero no toda la que está a nuestro alcance es verdadera ni útil. Una adecuada educación sexual, desde la infancia resultará en una importante reducción de los problemas sexuales y con ello, de graves problemas sociales.


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